EL MIÉRCOLES, CANCIÓN
«Veinte años después, aquel tipo se ha nutrido lo suficiente como para expresarse en el lenguaje hispanoamericano con naturalidad y destreza»
El primer adelanto del próximo disco de Bunbury, “Para llegar hasta aquí”, se corona como nuestro tema favorito de esta semana en El miércoles, canción. Por Arancha Moreno.
Texto: ARANCHA MORENO.
Sembrar es la única forma de recoger. Bien lo sabe el vinatero Bunbury, que nunca ha intentado reproducir la misma cosecha, ni estirar los frutos ad aeternum. Son ya un puñado de décadas habitando entre estudios y escenarios, tratando de cazar la canción más escurridiza, buscando la excelencia sorbo a sorbo. Una fórmula que practica en “Para llegar hasta aquí”, el primer trago de su futuro disco, Cuentas pendientes. Una canción que no solo nos deja con ganas de mirar la etiqueta, sino de servirnos ya, lo antes posible, una buena copa de su cosecha de 2025.
Pocos artistas conocen tan bien como Enrique Bunbury lo que cuesta alcanzar la cima; quizá también porque, sin haberse caído nunca, estuvo a punto de verse obligado a bajar de ella y dejar los escenarios. Fue entonces cuando se aferró con más fuerza si cabe a la creación y empezaron a brotar canciones expresivas, liberadoras, necesarias. En ese contexto afloró su disco anterior, Greta Garbo (Warner, 2023), del que ahora se separa en forma, pero quizá no tanto en fondo. Porque ese Bunbury resucitado de sus propias cenizas sigue existiendo en las canciones. Al menos, es la sensación que nos da cuando escuchamos eso de «Cuando todo se derrumba / algo nuevo crece en ti / líbrame de ataduras / para poder sobrevivir», con esa resurrección tan inspiradora, o el propio estribillo: «Para llegar hasta aquí / mil partidas perdí / a veces hasta la calma / resulta un tanto movida sí».
Una breve percusión, seguida de una ráfaga eléctrica y una guitarra portuguesa, es la encargada de crear el envolvente clima de esta canción que, en apenas unos segundos y rozando el wéstern, nos traslada desde el Mediterráneo hasta el otro lado del Atlántico. Volamos cómodamente, sin turbulencias, prestos a aterrizar en esa otra tierra. Quien conoce a Enrique sabe que la orilla hispanoamericana nunca le ha sido ajena. Quedó reflejado, y de qué forma, en El viaje a ninguna parte que publicó en 2004. La diferencia estriba en que ahora ya no es un viajante aprehendiendo otras culturas y probando sonoridades nuevas; ahora es un habitante del mundo, tremendamente vivido, que se expresa en aquella lengua como un nativo: con habilidad, naturalidad y destreza.
Detrás de esta canción hay algo más que un vuelo transoceánico. Hay un puente, sólido y fluido, que une la cultura española con la latinoamericana, la tradición y la vanguardia. Hay una búsqueda connatural de la raíz y lo popular. Hay un corazón capaz de latir en dos frecuencias distintas. Un músico que se deja abrazar por la guitarra española y la portuguesa, por el contrabajo y el acordeón, por las percusiones y el piano. Y el final de un camino que ya recorrió en otros discos que él mismo señala: Pequeño (1999), Flamingos (2002), El viaje a ninguna parte (2004) o Licenciado Cantinas (2011).
«El disco es un parteaguas que se aleja radicalmente de mi anterior álbum, Greta Garbo (2023), y aún más de los discos anteriores, más contemporáneos y con ciertos matices electrónicos, como Curso de levitación intensivo (2020), Posible (2020), Expectativas (2017) y Palosanto (2013). Donde en estos discos se miraba hacia el presente y las posibilidades tecnológicas, en Cuentas pendientes se echa la vista atrás, al folclore y los ritmos tradicionales en nuestra lengua común», anticipa Bunbury sobre el álbum que alumbrará este año. Lo ha grabado en México, en el Desierto de los Leones, bien acompañado por el chileno Sebastián Aracena en las guitarras e instrumentos de cuerda, los mexicanos Luri Molina en el contrabajo y Johnny Molina en las percusiones, y dos de sus Santos Inocentes: Jorge Rebenaque en el piano, acordeón y teclados, y Ramón Gacías en la batería. Una tripulación ecléctica, antigua y nueva, para un corazón que navega, sin prejuicios ni amarres, entre las dos orillas.
Pero no solo de Bunbury vive (y bebe) el ser humano. Hay otras delicatessen recién llegadas a nuestros oídos, como “Sweet sister sorrow”, lo nuevo de The Primitives, o “The Tipu house”, de Jethro Tull. Y por supuesto, el genuino Fito Páez y su “Cuando el circo llega”, o el inesperado rescate póstumo de Rafael Berrio, “Hola y adiós”, además del último adelanto del nuevo disco de Leiva, “El polvo de los días raros”. Esas, y propuestas sugerentes y desconocidas, como el dúo que se marcan Kike M y Depedro en “Cigüeñas”, son las protagonistas de la semana en Efe Eme.
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