Operación rescate: «Madonna (The first album)», de Madonna

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«Disco irresistible, en el que no sobra ni un segundo y en el que se define la post disco music. Madonna canta con exultante desparpajo juvenil cargado de sexualidad»

 

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Madonna
«Madonna (The first album)»
SIRE, 1983

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

 

Uno asume que el lector medio de EFE EME no cree en la depilación masculina, gasta patillas pobladas y sus iconos musicales se sitúan en la esfera del rock más correoso y expelente de testosterona, pero no todo son tiarrones rudos, también nos gustan las artistas femeninas, qué le vamos a hacer (¡somos así de heterosexuales!). Pero es que la música es mucha, y no disfrutarla con las orejas abiertas es cosa de tontos, así que vamos a recuperar el estreno de Madonna.

Sí, Madonna. Que ya sabemos que da grima. Grima musical, grima intelectual y grima física. Como también deberíamos saber que después de «Like a prayer» (1989) nada fue igual, pero que hubo un tiempo, a lo largo de los años ochenta, en el que dominó la música de baile y le dio nuevos bríos, fascinando a cualquiera que tuviera sangre en las venas: sus cuatro primeros discos (son cuatro sin tener en cuenta el menor «Who’s that girl», banda sonora de la película del mismo título) son de los que hay que tener muy en consideración si queremos entender cómo fue aquella década.

«Madonna», el debut (rotulado solo con su nombre, cuando llegó la edición europea se le añadió el título «The first album» y se cambió la portada), es un disco irresistible, en el que no sobra ni un segundo y que define el inicio de la post disco music. Ella canta con exultante desparpajo juvenil cargado de sexualidad (recordemos que por entonces nos parecía una bomba sexual plena de ingenuidad… ¡ja! ¡Los ingenuos éramos nosotros!), canciones adhesivas que forman parte de lo mejor de aquellos años de hombreras imposibles y peinados esculpidos a la laca. Las canciones beben mucho de la escuela Chic (los maestros Nile Rodgers y Bernard Edwards que tejieron un armazón contemporáneo desde la música disco, el funk y el soul. Muy recomendables son sus propios trabajos, o producciones como la de «Diana», de 1980, con la que pusieron al día a Diana Ross), con bajos muy definidos, guitarras intensas, pianos vibrantes en primer plano y mullidas capas sonoras, utilizando con mucha mano izquierda cajas de ritmo y sintetizadores. Todo un exuberante lujo sonoro ideado por los productores Reggie Lucas y Mark Kamins, a los que se sumó el multiinstrumentista y productor John «Jellybean» Benítez, novio de Madonna por entonces, al que convocó ella misma pues no estaba nada contenta de cómo estaba quedando el disco, y el hombre se puso a producir temas completos y a remezclarlo todo.

 

 

La composición es prácticamente toda de la propia Madonna, que con su voz juguetona (levemente infantil) se sale en canciones como la imbatible ‘Lucky star’. Pero ‘Burning up’, ‘I know it’, ‘Think of me’, ‘Physical attraction’, ‘Everybody’ o ‘Holiday’ (esta no es suya) no se quedan rezagadas. Incluso remata como intérprete en las baladas edulcoradas de ascendencia pop y tendentes al «mainstream» del momento, como ‘Borderline’.

Aunque las excelsas ‘Holiday’ y ‘Everybody’ fueron hits, el álbum no fue el éxito mundial que debería: eso le estaría reservado al segundo, «Like a virgin» (1984), otro artefacto que no hay que dejar pasar si se encuentra en vinilo a pocos euros (ese es su precio) y con el que comenzó el escándalo, con Madonna transformada en «la ambición rubia»: quién nos iba a decir por entonces que sus ambiciones se mostrarían insaciables hasta eclipsar su descomunal talento primero.

 

 

En todo caso, hubo un tiempo en que la música descaradamente comercial y bailable tenía este nivelazo, y ni tan siquiera los años hacen mella en una obra que sigue sonando contemporánea (¡incluso moderna!). Pero es que Madonna definió el camino por el que, durante cerca de dos décadas, cabalgó el dance y la electrónica más desenfrenada, y eso no es tontería. Lástima que a ella misma se le fuera la cabeza y, musicalmente, desde los años noventa comenzara a perder el rumbo. Pero quedan aquellos discos, tesoros inoxidables.

 

 


 

 

Anterior entrega de Operación rescate: “Odessa”, de Bee Gees.

 

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