Operación rescate: Franco Battiato

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«Un disco propicio para driblar el trajín de lo cotidiano y percibir su insignificancia y nadería. Perfecto para quitarnos importancia y ridiculizar la eterna soberbia del yo»

 

franco-battiato-20-07-13

Franco Battiato
«Como un camello en un canalón»
EMI, 1991

 

Texto: JOSEMI VALLE.

 

Elegir esa obra que testimonia un estado de gracia que de repente implosiona y se solidifica en un disco por el que su autor ingresará en la posteridad es una tarea complicadísima en el caso del poliédrico, heterogéneo y luminoso Battiato. Aunque la tarea es arriesgada, yo hoy me decanto por «Come un cammello in una grondaia». Este trabajo de Battiato es excepcional por su geografía sonora. Rezuma una paz balsámica e introspectiva, una atmósfera íntima y profunda que durante varios siglos monopolizó la música clásica. Como un camello en un canalón significa algo así como fuera de lugar. Es una expresión perfecta para verbalizar poéticamente ese sentimiento de pesadumbre que emerge cuando uno no se encuentra bien en ningún lugar y siempre cree que estaría mejor allí donde no está ahora. Es decir, se trata de un disco que puede amenizar perfectamente la vida del alienado y unidimensional hombre contemporáneo.

Battiato grabó este álbum en los míticos Abbey Road en 1991 y estuvo acompañado en la aventura por la Astarte Orchestra de Londres. Recordemos que en aquellos años Battiato abandona su rol de megaestrella y se retira del mundanal ruido yéndose a vivir con su madre a un pueblo de Sicilia o bien pasando temporadas recluido en distintos monasterios. Aquel jovenzuelo enjuto que bailoteaba rígidamente mientras anunciaba que buscaba un centro de gravedad permanente, o el que canturreaba que la estación de los amores viene y va, o el que declaraba que quería verte danzar como los cíngaros del desierto, es ahora un hombre con barba de náufrago, cuerpo encorvado, mirada grave, una silueta que irradia desertización y pesimismo.

El disco se editó en el 91 en Italia, pero hasta el 93 no aterrizó en España, y cuando lo hizo llegó en una versión castellanizada. El álbum solo hospeda cuatro piezas firmadas por Battiato (las otras cuatro son lieder románticos de Beethoven, Wagner, Brahms y Aegidius Martin), pero de esas cuatro canciones hay tres absolutamente inmarchitables. Ahí esta la exitosa y mediática ‘Mi pobre patria’, cuya letra es adaptada al español por El Último de la Fila. Es una invectiva política sobre la inepcia de los gobernantes, «esos perfectos e inútiles bufones», y la colusión que mantienen con los poderosos (ahora los llamamos asépticamente mercados) que convierten en instrumentos para su causa esas entelequias bautizadas como democracias. La narrativa de la pieza es de una inquietante ferocidad, pero musicalmente es puro armiño, un piano como protagonista, la orquesta y en determinados momentos unos sintetizadores para la construcción de una atmósfera envolvente y sedosa que solo se rasga con la llegada del estribillo. Esta canción será elegida en aquel lejano 1991 como la mejor canción del año en Italia, lo que no deja de sorprender. Un tema sobre corrupción política (y con el telón de fondo de los asesinatos de dos jueces) defendido con piano y violines suena por las ondas y recibe el aplauso social y el galardón de la industria. Obviamente la canción no ha envejecido ni un ápice. Ni una sola arruga. Veintitantos años después podría ser la banda sonora del 15M.

El disco entrega después ‘Sagradas sinfonías del tiempo’. Ojo, que esta pieza son palabras mayores. Es mi canción favorita de todo el extenso repertorio de Battiato. Recuerdo que en la facultad de Filosofía realicé un exhaustivo y sospecho que árido y abstruso trabajo sobre esta canción. Temáticas netamente metafísicas, inhumación de todo conato alegre, confesiones íntimas y conclusiones desoladoras («somos seres inmortales en la oscuridad, pobres condenados, ángeles caidos en el planeta Tierra») y una textura sonora junto con una preciosa melodía que inevitablemente te zarandea. El siguiente corte es ‘La sombra de la luz’ y mantiene intacta la elevada adherencia emocional y el inteligente uso de sus recursos creativos. Según el propio Battiato es su pináculo, el momento en que su destreza como músico encuentra su máxima expresión. Nada que objetar. Este tema tiempo después lo grabó en árabe y alcanza cotas de una belleza sedativa inadjetivable. El texto está a la altura de la música. Un yo fatigado de serlo y que, a pesar de sentir el abrazo de la paz de los monasterios y la exultación de los sentidos subyugados por ese silencio plagado de elocuencia, siente que todo es un remedo de la verdadera luz.

La cuarta y última pieza rubricada por Battiato es la que da título al álbum. En su letra preceptúa la quintaesencia temática del disco: «espero todavía una ocasión idónea para comprarme unas alas y abandonar el planeta». Luego el disco continúa con los lieder románticos antes señalados, que agregan la misma desolación pero que al ser defendidos en alemán azuzan la sensación de tremendismo y apocalipsis. Es un disco no apto para esos momentos en los que uno anhela echar a rodar el mundo con el pie, o se deleita con su propio autosabotaje mientras juguetea con ideas maximalistas y mortificadoras sobre sí mismo. Sin embargo, es un disco propicio para driblar el trajín de lo cotidiano y percibir su insignificancia y nadería. Perfecto para quitarnos importancia y ridiculizar la eterna soberbia del yo.

 

 

Anterior entrega de Operación rescate: Counting Crows.

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