Operación rescate: Boris Vian

Autor:

“Tenía una presencia alucinante, terriblemente excitante, perniciosa, cáustica. La gente estaba anonadada. Utilizaba trucos fantásticos para interpretar, cosas que han marcado mi vida para siempre” Serge Gainsbourg

Boris Vian
«Boris Vian chante Boris Vian»
POLYGRAM, 1991

 

Texto: LUIS LAPUENTE.

 

Nunca se escribirá lo suficiente sobre Boris Vian (1920-1959), aquel bendito visionario destajista y socarrón que marcó con su vida y su obra los años más brillantes del París bohemio de postguerra. Novelista excepcional, ingeniero, crítico de jazz, inventor, miembro destacado de la Sociedad Patafísica, animador de la vida nocturna, trompetista, poeta, autor teatral, ensayista, director artístico en la discográfica Phillips, compositor y cantante, Vian fue sobre todo un fabuloso vividor, malogrado prematuramente por una maldita cardiopatía reumática que pocos años después habría podido resolverse con ayuda de la cirugía y una medicación adecuada.

Pero lo que nos importa ahora es el Vian músico e intérprete, capaz de pasar de la humorada con aires de tango al rock’n’roll y al jazz ligero, de la canción protesta al blues, la java, el calypso y otros géneros menores. Compinche de aventuras humanas y artísticas de Alain Goraguer, Serge Gainsbourg y, sobre todo, Henri Salvador (“su mejor medicamento se llama Henri Salvador; él es su mejor refugio contra la depresión y la tristeza”, decían sus amigos), Boris Vian publicó en 1956 un álbum excepcional en la compañía Phillips, «Chansons possibles et impossibles». Luego, aún tuvo tiempo de registrar un puñado de singles de jazz y rock’n’roll y de producir decenas de canciones para otros artistas, luego compiladas en unos cuantos discos maravillosos («Rock’n’roll», «Chansons et textes», «Volume I», «En avanat la zizique»…). El más recomendable de todos es este «Boris Vian chante Boris Vian», relativamente fácil de encontrar al norte de los Pirineos o en tiendas de importación. Un CD que rescata la práctica totalidad de los clásicos del autor de La espuma de los días, y que empieza a lo grande, con ese tango memorable titulado ‘Les joyeux bouchers’, que habría querido firmar, imagino, el mismísimo Ray Davies de «Muswell Hillbillies». A continuación, la estremecedora y subversiva ‘Le deserteur’, escrita en 1954, en plena guerra de Francia con Argelia (“Señor presidente / Voy a escribirle una carta / Que quizá usted lea / Si dispone de tiempo / Acabo de recibir / Mis papeles militares / Para irme a la guerra / Antes del miércoles por la tarde / Señor presidente / Me gustaría no tener que hacerlo / Pues no estoy en esta tierra / Para matar a pobres gentes / No es por molestarle / Pero he de comunicarle / La decisión que he tomado / Voy a desertar”). Y más y más títulos inmortales: ‘La java des bombes atomiques’, ‘J’suis snob’, ‘Le petit commerce’, ‘Bourreede complexes’, ‘Ah!, si j’avais un franc cinquante’, ‘Je bois’ (“Yo bebo sistemáticamente para olvidar a los amigos de mi mujer / Yo bebo sistemáticamente para olvidar todas las mierdas de mi vida…”), además de media docena de piezas inéditas (entre ellas, la deliciosa ‘Barcelone’ y la polka/cha cha cha ‘Mozart avec nous’, basada en la melodía de ‘La marcha turca’).

Desgraciadamente, su vida se truncó en plena madurez artística y personal y hoy solo podemos escuchar estas canciones mágicas cerrando los ojos e imaginándole sobre el escenario de algún club nocturno, tal y como lo describió en cierta ocasión un entregado Serge Gainsbourg: “Tenía una presencia alucinante, terriblemente excitante, perniciosa, cáustica. La gente estaba anonadada. Utilizaba trucos fantásticos para interpretar, cosas que han marcado mi vida para siempre”.

[Texto publicado originalmente en EFE EME 39, de mayo de 2002]

Anterior entrega de Operación rescate: André Popp.

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