«Cenizas en el aire», de Ariel Rot

Autor:

OPERACIÓN RESCATE

«Nadie iba a contarle cómo producir, así que se metió en el estudio acompañado del batería Pete Thomas y del bajista Brad Jones para grabar en directo y en formato de trío, con la idea de capturar la energía del momento»

Ariel Rot
«Cenizas en el aire»
GASA/DRO, 1999

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

 

Era la primavera de 2000 y Ariel Rot presentaba su último disco, «Cenizas en el aire», en la sala Roxy de Valencia. Unas semanas antes, servidor había publicado en EFE EME (número 16) una efusiva crítica del mismo, en la que destacaba la mirada de su autor sobre el paso del tiempo y finalizaba explicando que ese álbum era mi banda sonora de aquellos días. En el Roxy, durante el concierto de Rot, me encontré con un conocido al que no creía próximo a los postulados estéticos del argentino, sin embargo quiso agradecerme la reseña porque, decía, Ariel había retratado como nadie la edad que teníamos, el tiempo que habíamos vivido, que lo allí cantado era nuestra vida, y que sí, esa era nuestra banda sonora. Yo no había llegado a tanto en lo escrito, pero aquello me sorprendió (y quizá por ello todavía lo recuerdo): Rot había tocado fibras sensibles.

Doce años después releo aquella crítica (ejercicio que no suelo practicar, pues provoca cierto pavor) y sin dudarlo suscribo todo lo dicho entonces. Pero, añadiría, el peso de los años le ha sentado francamente bien a este álbum, y si entonces proclamaba que era uno de los mejores que había escuchado en aquellos tiempos, ahora añadiré que «Cenizas en el aire» es uno de los mejores discos que he escuchado en toda mi vida. Y si lo consideré banda sonora de temporada, desde aquel momento ha sido banda sonora imprescindible de mi existencia, de esas cuyas canciones no hace falta escuchar porque habitan en mi cabeza (pese a ello lo recupero cada tanto). Pero es que Ariel Rot estuvo sembradísimo. No hace mucho le pregunté si él creía que era su mejor disco, y respondió (más o menos) que no lo sabía, pero que en él se habían reunido una serie de canciones que lo hacían muy especial. Y por ahí va la cosa.

Para situarlo en el tiempo, hay que explicar que «Cenizas en el aire» es el cuarto elepé individual de Rot, y segundo de lo que llamamos su segunda etapa solista, la iniciada tras el final de Los Rodríguez. Llegó después de «Hablando solo», un buen trabajo que se resintió de una voz nada segura de sí misma, pues hasta entonces, y durante años, Ariel había ejercido de guitarrista, compositor, director musical, productor o corista, pero de cantante solo ocasionalmente (en sus lejanos dos primeros discos, en una canción de Tequila y en algunas pocas de Los Rodríguez). Así que se puso las pilas y adquirió la técnica para enfrentarse a cualquier canción con naturalidad, sacándole partido a su propia voz, encontrando su registro, rumbo y sello. De alguna manera, en «Cenizas en el aire» estaba «haciéndose» como cantante, que era justo lo que más necesitaba para sacar adelante su proyecto personal.

Las canciones, como se ha dicho, las tenía, y nadie iba a contarle cómo producirlas, así que se metió en el estudio acompañado del batería Pete Thomas y del bajista Brad Jones para grabar en directo y en formato de trío con la idea de capturar la energía del momento. Así logró un sonido intenso, próximo y caliente que envolvió a unas composiciones que iban a marcar un antes y un después en su carrera. No lo sabía pero estaba grabando una obra maestra, de las que pueden tutearse con la más sobresaliente producción rockera internacional pero con la picardía del rock argentino que había mamado de adolescente, la pegada del rock español que él mismo contribuyó a diseñar desde los tiempos de Tequila y con la sabiduría del que ya llevaba, por entonces, veintidós años subiéndose a los escenarios, grabando discos y se las había visto de todos los colores.

Ariel, sí, sabía de la vida y decidió rememorarla en forma de canción, con algo de nostalgia, pero no con tristeza, ni con la esperanza de que regresara el tiempo perdido: estas son composiciones que ponen en orden los papeles interiores (por momentos con la sorpresa del desconcierto), que reflexionan mientras miran adelante, que hacen de la ‘Felicidad’ una puta fina que viene y va –siempre he sostenido que un disco que se abre con esa canción, con ese título, con esa letra y con tamaña melodía nunca podrá ser un mal disco–, es el aliento del que tiene 39 años (la edad de su autor por entonces, ¿asustado ante los 40 que asomaban la nariz a la vuelta de la esquina?) y sabe que está «En el medio de la vía, en el medio de la vida, si hay suerte tal vez», como canta en el tema de cierre, el que daba título a todo el conjunto, el ceremonioso e inoxidable ‘Cenizas en el aire’.

Pero si ‘Felicidad’ y ‘Cenizas en el aire’ (inicio y conclusión del disco, casi como las guardas de un libro) pueden haber quedado como las cimas de este álbum, las demás canciones no quedan rezagadas: ‘Geishas en Madrid’ (con su deliciosa historia más o menos real), ‘Hasta perder la cuenta’ (magnífico texto de Sergio Makaroff perfectamente acoplado al sentimiento general del elepé y a un rock bañado de soul), ‘Dos de corazones’ (sacando su alma latina más sinuosa, con Makaroff de nuevo en la letra), ‘Todavía es tarde’ (tremenda y perfecta balada soul), ‘Adiós mundo cruel’ (un rock contagioso y chispeante que te quita las depresiones, los muermos y las telarañas de encima solo con escuchar sus primeros segundos. Es mucho mejor que cualquier antidepresivo farmacéutico), ‘Fumar y tocar’ (juguetón reggae cannábico), ‘Vals de los recuerdos’ (rock and roll potente para recordar su llegada a Madrid, y otra canción colosal), ‘Vestido antiguo’ (delicioso bombón de aires jazzys con letra de Julio Bustamante), ‘Besos’ (sabroso y genial funk, con texto espléndido) y ‘La estrella del norte’ (un tema ácido con gran letra de Makaroff). Sin duda eran un puñado de canciones de envergadura que daban lugar a un disco compacto, sin fisuras, que, para colmo, guardaba una última sorpresa, un tema extra y menor, una lectura (con Brad Jones en la voz) del ‘Something Else’ de Eddie Cochran, que venía como a ratificar dónde nacen las raíces musicales de Ariel.

«Cenizas en el aire» es tan gigantesco, tan centelleante que, me temo, ha ejercido un efecto perverso sobre la obra de Ariel Rot: ha impedido que valoremos en su justa medida las grabaciones que han venido después. Y es una pena porque, desde la tranquilidad y lejos de la algarabía ególatra y tontorrona que tanto gusta a otros, está dejando una discografía intachable, inmaculada, rozando lo sublime a cada entrega.



Anterior entrega de Operación rescate: Quique González.

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