Office politics, de The Divine Comedy

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DISCOS

«Dieciséis motivos para que nadie pierda la fe en sus capacidades, más escoradas que nunca al trasteo con los sintetizadores vintage»

 

The Divine Comedy
Office politics
DC RECORDS, 2019

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

Neil Hannon no es, ni mucho menos, un pesimista. Y con la edad, menos. Pero contempla con tanto desaliento la deriva de la humanidad que se siente bendecido por haber pasado los primeros treinta años de su vida dentro del siglo XX. Es más, si por él fuera, habría adelantado su nacimiento doce años —hasta 1958— para justo coincidir con el final de las cartillas de racionamiento, aprovecharse de los avances en la tecnología de las incubadoras (como la que le acogió en sus primeros días) y — sobre todo— llegar a tiempo para capitalizar la new wave. Todo esto lo confesó en una reciente entrevista a un medio británico, pero el decimosegundo álbum de su carrera (casi todos triunfos, por cierto, más menos como los que lleva Rafa Nadal acumulados en Roland Garros) ratifica todas y cada una de esas premisas: el pequeño gran genio del pop de cámara sigue fiel a sus principios, y destila aquí nada menos que dieciséis motivos para que nadie pierda la fe en sus capacidades, más escoradas que nunca al trasteo con los sintetizadores vintage, que emplea para acolchar ideas que atesoraba desde la época del notable Foreverland (2016). Habrá quien considere que tanto su música como sus personajes (esa fijación con la Historia) son de otra era, pero eso le importa bien poco. Y menos aún a sus incondicionales.

Nadie más es capaz de marcarse un brote electropop con coros soul y arreglos a lo Henry Mancini o Lalo Schiffrin como el que sustancia el tema titular, una de las muchas travesuras de un disco pródigo en ellas: la pizpireta y resultona “Queuejumper”, el desafiante sarpullido glam rock de “Infernal machines” (ya les hubiera gustado a los últimos Muse hacer algo así), la absoluta marcianada synth pop que es “The synthesiser service centre super summer” (que puede llegar a desquiciar) o la genial humorada minimalista en torno a una improbable sitcom con Phillip Glass y Steve Reich de protagonistas que es “Phillip and Steve’s furniture removal company”, con esa hipnótica marimba. El álbum es doble, y es cierto que quizá se le vaya un poco la mano en algún momento. Es largo, y no todo lo que brinda es esencial. Pero como en cualquier otro trabajo de The Divine Comedy, cuando lo clava, lo borda. Y lo hace cuando más reconocible y menos aventurada se muestra su fórmula: en las espléndidas “A feather in your cap”, “The life and soul of the party” (bueno, aquí se escora estupendamente al disco soul), “After the Lord’s mayor show”, “When the working day is done” o en ese imponente single que es “Norman & Norma”, la última maravilla que añadir a su espléndido catálogo.

 

 

Anterior crítica de discos: Humanworld, de Peter Perrett.

 

 

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