No more heroes (1977), de The Stranglers

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OPERACIÓN RESCATE

«Eran autores de unas composiciones extensas y detallistas que se alejaban de los patrones del punk ortodoxo»

 

Nos trasladamos a la Inglaterra de finales de los setenta para encontrarnos con No more heroes, el segundo elepé de The Stranglers, donde se desmarcaron de la escena gracias, entre otras cosas, a su virtuosismo. Lo cuenta Sara Morales.

 

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The Stranglers
No more heroes
UNITED ARTISTS, 1977

 

Texto: Sara Morales.

 

Hubo un tiempo, bastante lejano ya, en que The Stranglers sonaron a punk. A un punk muy personal, porque en aquellos años setenta, cuando el género se regía por la brevedad neurótica de las canciones y el amateurismo instrumental, ellos apostaron por practicarlo también, sí, pero a su antojo.

Desde sus orígenes como banda, allá por 1974 en Guildford (Inglaterra), volcaron sobre sus letras abrasivos arsenales de críticas contra el sistema y defensas sociales, tal y como imperaban las corrientes en la calle y en su propia conciencia. Pero lo hicieron desde el virtuosismo técnico que les respaldaba como músicos ciertamente experimentados, con un Cornwell que ejercía de frontman y guitarra principal que ya contaba con un pasado rock muy proclive a las virguerías del blues. Junto a él, Burnel, formado en orquestas como guitarrista clásico, Jet Black que llegó de los campos del jazz y Greenfield que, quizás algo menos curtido, aportó ese toque de originalidad que distinguió a la banda durante años al frente del órgano y los sintetizadores.

Porque The Stranglers querían innovar. Se sentían parte de la escena, y no solo eso, fueron precursores del movimiento en Reino Unido; pero lo encabezaron a través de unas composiciones extensas y detallistas que se alejaban de los patrones del punk ortodoxo, siendo además los primeros en atreverse a introducir los teclados en él.

 

Héroes del cambio

Tras un primer álbum editado bajo estos parámetros en febrero de 1977, Rattus norvegicus, tan solo seis meses más tarde llegó la que para muchos continúa siendo la pieza angular de la banda, No more heroes. El disco con el que se asentaron en la insurrección natural y primitiva del punk, pero con el que también aportaron un plus de pericia en toda aquella revuelta. Un trabajo mucho más feroz que su predecesor, mucho más duro, más rápido, con un aumento de virulencia descarado que raya en lo desagradable por su contenido canalla y su verborrea barriobajera. Las once canciones con las que le enseñaron los colmillos al mundo, entre arranques de ira e inauditos ademanes de elementos pop que vienen, precisamente, de ese uso tan genuino e inesperado de los sintes, como puede escucharse en una encantadora de serpientes llamada “Something better change”.

 

Esta fue una canción que, junto con “Bitching” y la cacofónica “Peasant in the big shitty”, nació de las sesiones de grabación de su anterior álbum, pero fue en este No more heroes donde encontraron su sitio. Que suenan punzantes y coherentes en un tracklist plagado de sarcasmo antirracial (“I feel like a wog”), de provocación sexual y sexista (“Bring on the Nubiles”) y de desahogos personales como ese tema que, aclimatado en el auténtico coreo hooligan, ahonda en el suicidio de un amigo común de la banda, “Dagenham Dave”.

 

 

La perfecta línea de bajo conducida en todo momento por Burnel y el órgano de Greenfield ornamentan la totalidad de un disco que, a veces suena siniestro, otras sereno, en ocasiones furioso y a veces hasta psicodélico (“Dead ringer”). Pero es en la propia “No more heroes” donde confluyen magistralmente todas los ángulos y matices que The Stranglers se atrevieron a plantear, con un repaso casi epopéyico por algunos nombres históricos, de lo divino y lo mundano, como Leon Trotsky, Elmyr de Hory o incluso Sancho Panza. Los héroes de su corona de claveles rojos.

 

 

Toda una declaración de intenciones encerrada en este segundo elepé, donde se reconoce la omnipresente mano del productor Martin Rushent, con el que consiguieron alcanzar el puesto número dos en la lista de álbumes de Reino Unido aquel año, permaneciendo en ella durante dieciocho semanas. Que todavía hoy brilla con luz propia entre la extensa discografía de The Stranglers y que sirvió para confirmar que fueron unos adelantados a su tiempo capaces de tenderle una mano a la escena que vendría inmediatamente después, el post punk.

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