No home record, de Kim Gordon

Autor:

DISCOS

«La cara más experimental de todo lo que ha salido de la banda neoyorquina»

 

Kim Gordon
No home record
MATADOR RECORDS, 2019

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

Tras quince discos y cientos de conciertos a sus espaldas, los Sonic Youth ponían el punto final hace ya ocho años en Sao Paulo. Triste epílogo el de aquel 14 de noviembre, por las circustancias: el divorcio de Thurston Moore y Kim Gordon hacía saltar por los aires una institución del lado más arriesgado del pop, una de esas que gusta tanto del riesgo, que circula más tiempo fuera de sus límites que dentro de ellos. El caso es que aquello terminó, que la propia Kim lo contó en «La chica del grupo» y que aquel disco nos hizo empatizar con una artista multidisciplinar a la que no le gusta sentarse en el lado cómodo.

Era muy difícil, siquiera sospechar, cuáles iban a ser sus siguientes pasos. Pues bien, ocho años después, por fin tenemos en nuestras manos el primer disco solista de Gordon y, vaya por delante, que si usted es admirador de este veinticinco por ciento de Sonic Youth, va a ser muy difícil que se sienta decepcionado.

Kim cultiva en No home record su amor por lo disonante, un conjunto de canciones en el que dominan las guitarras que raspan y dejan marca y aparecen ritmos industriales y ramalazos electrónicos —tremendo «Don´t play it”— sobre los que recita con ese magnetismo que nos conquistó a muchos hace ya muchos años. Como siempre, es cómo lo dice y lo que cuenta, en unos textos en los que domina su carácter inquieto y tan dado a internarse en la crítica social, actuando como una fotógrafa que ofrece instantáneas implacables del mundo que nos rodea.

Así, «Air bnb» tiene un título que lo dice casi todo y, si hace falta algún detalle más, efectivamente es una ácida crítica a eso que comenzó llamándose economía colaborativa. «Get your life back» sitúa al capitalismo en la picota y mirando a su propio final y «Hungry baby» aborda el problema del acoso sexual en una industria que ella conoce muy bien. En definitiva, el arte que se pregunta y busca respuestas nada amables ante los problemas de su entorno.

Hay poco aquí de Sonic Youth o, mejor dicho, nada de su perfil más «accesible», y la chica del grupo aparece ante nosotros como la cara más experimental de todo lo que ha salido de la banda neoyorquina. Muy por delante en este apartado de lo que nos han ofrecido hasta la fecha Thurston Moore y Lee Ranaldo tras la ruptura. Aun así y dejando claro de lo que va el percal, el plato cocinado por la de Rochester es bastante más digerible que sus anteriores excursiones con Body/Head.

Gordon es por primera vez la jefa absoluta y su personalidad se filtra en los surcos de un disco producido por John Raisen cuyo resultado nos permite comprobar con alegría que, tras casi cuatro décadas de carrera artística, se puede seguir explorando en terrenos muy poco transitados.

Anterior crítica de discos: Abbey Road, de The Beatles.

 

Artículos relacionados