No depression, las raíces alternativas de Uncle Tupelo

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30 ANIVERSARIO

«Bordaban canciones en las que se daban la mano el punk, el rock alternativo que todavía lo era y las raíces americanas»

 

Se cumplen treinta años de uno de los debuts más cruciales de los noventa: el de Uncle Tupelo con No depression, considerada la Biblia del country alternativo. Fernando Ballesteros nos lleva hasta el origen de la banda de Illinois capitaneada por Jeff Tweedy y Jay Farrar analizando un disco que, por cierto, se reeditó hace siete años.

 

Uncle Tupelo
No depression
ROCKVILLE RECORDS, 1990

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

¿Se podría escribir un artículo sobre Uncle Tupelo sin decir que fueron los padres del country alternativo o que su álbum de debut, No depression, es una de las piedras fundacionales del movimiento, tanto que acabó bautizando la publicación que se iba a convertir en Biblia de todo aquello? Pues miren, podríamos intentarlo, pero el empeño está a la altura de escribir sobre Messi sin hacer referencia alguna al fútbol. Así que mejor saldamos la deuda nada más empezar y en las siguientes líneas analizamos los motivos por los que la banda de Jeff Tweedy y Jay Farrar terminaron disfrutando de ese título honorífico. 

En la receta de Uncle Tupelo había punk, mucho en la actitud y una fórmula músical que bebía de forma indisimulada del folk. Tenían a Gram Parsons en un altar y a los Replacements siempre presentes, aunque terminaron alumbrando un sonido tremendamente personal, que casaba con la rabia y angustia que iba a traer la década y que hoy nos parece de lo más habitual, pero si echamos la vista atrás comprobaremos que en 1990 no lo era. Y es ahí donde “No depression” adquiere una importancia capital.

 

Un grupo de doble mirada

Ya hemos dejado claro que no podemos huir de que Jeff Tweedy, Jay Farrar y Mike Heidorn debutaron con lo que se puede considerar el punto de partida del alt country, uno de esos discos que trascienden lo estrictamente musical. Como suele suceder en estos casos, la doble mirada de Uncle Tupelo en la que mezclan la rabia punk con el apego a las raíces, parte de las dos sensibilidades distintas que convivían en su interior: las de dos amigos de la infancia, Tweedy y Farrar. El primero era un apasionado de la música punk y apenas tenía experiencia en el mundo en el que se estaba metiendo de lleno; el segundo, poseía mucho más background y un gusto muy desarrollado por la música tradicional americana.

Así las cosas, después de la marcha de su hermano, Jay, asumió las labores de cantante, guitarrista y líder indiscutible, con Tweedy al bajo y Heidorn a las baquetas. Empezaron a tocar como trío por todo el estado de Illinois y gracias a un encuentro fortuito —en un bar de Saint Louis— con el guitarrista de REM, Peter Buck, consiguieron firmar un contrato para grabar su primer elepé.

 

Pocas copias, fuerte influjo

Ese disco llegaría a las tiendas en junio de 1990. Bueno, en realidad llegaba a pocas cubetas, porque en un principio se editaron solo mil copias. El resto lo iba a conseguir la comunicación directa entre los fans, en tiempos —sí, amigos— en los que el boca a boca era prácticamente la única red social. Y la verdad es que había mucha tela que cortar en aquellos surcos. ¿Qué se contaban los más metidos en el circuito alternativo tanto del country como del rock más airado? Pues que estos chicos bordaban canciones en las que se daban la mano el punk, el rock alternativo que todavía lo era y las raíces americanas. 

Como vínculo fuerte con esa gloriosa tradición, el tema principal y titular de su primer disco: una versión de un número de los Carter Brothers compuesto en 1936, en tiempos de la gran depresión. Con todo, y a pesar de la modestia del primer lanzamiento, las críticas fueron sensacionales. Se decía que habían puesto sobre el tapete un nuevo estilo. Para muchos había nacido una nueva forma de ver el rock. Otros habían indagado con fórmulas similares, algunos más lo harían en el futuro, pero ellos habían dado con algo muy parecido al canon de la etiqueta que se les vino encima. 

Y sin Uncle Tupelo, iban a ser punta de lanza de algo nuevo, pocas canciones más apropiadas que “Graveyard shift” para hacer las labores de banderín de enganche de todas las bondades que la crítica especializada comenzaba a ver en el trío. Aquel tema, con la voz de Farrar doliente y rasgada y dándose la mano con la distorsión de un sonido furioso, marcaba el camino. El suyo y el de muchos otros. 

“Factory Belt”, “So called friend”, los enérgicos cambios de ritmo de “Train” o medios tiempos que sudan emoción como el de “Whiskey bottle” son algunas de las razones por las que No depression era un álbum notable, más allá de su carácter precursor de lo que estaba por venir.

Un disco y un grupo notable, porque sí, la historia siguió y los Uncle Tupelo grabaron más trabajos en los que insistían en todo aquello que les había dado un nombre, aunque dotando de más peso a las raíces a la hora de la mezcla. Primero llegó Still feel gone, apenas un año después de su puesta de largo, y en 1992 “March 16-20, 1992”, disco producido por Peter Buck que recoge las grabaciones, eminentemente acústicas, registradas en las fechas de su título. Canciones propias y algunas visitas al cancionero tradicional que mantenían el nivel del grupo sin apearse del notable. 

 

El grupo se resquebraja

Pero Tweedy fue creciendo musicalmente y jugando un papel más relevante según se iba incorporando a las tareas compositivas, algo que inicialmente chocaba con la lógica: el punk Jeff ganaba protagonismo y, sin embargo, era el folk el camino que transitaba la banda. Y cuando gracias —entre otros— al líder de Jayhawks, Gary Louris, consiguieron fichar por Sire, todo parecía encaminado a que el mundo conociera a los Uncle Tupelo. Sin embargo, todo iba a comenzar a venirse de abajo en medio de una guerra de egos y disputas personales entre los dos creadores de la formación. 

Primero se casó Heidorn y abandonó la banda. Tweedy, cansado del bajo, se hizo con la guitarra e incorporaron a tres nuevos músicos: John Stirrat al bajo, Ken Coomer a la batería y el violinista, Max Johnston. Cuenta la historia más cercana a Farrar que Tweedy empezó a mostrar algún que otro tic de estrella. Esto y un inoportuno devaneo amoroso de Jeff con la novia de Farrar precipitó el final. 

La agonía, eso sí, aún permitió que disfrutáramos de Anodyne, un muy buen disco que contenía algunas de sus canciones más redondas. Pero ya no había grupo. Los conciertos se resentían porque los dos líderes solo se implicaban en sus propias canciones y pasaban de hacer segundos voces en las de su examigo. Un cuadro, vaya. 

Así que alguien tenía que romper la baraja y fue Farrar. Los estertores de los Uncle Tupelo fueron los de Tweedy aferrándose a la marca y salvando del naufragio a músicos que terminarían acompañándole en el comienzo de su nueva andadura. La reconciliación era imposible. Se intentó, pero no había manera.

De aquella enemistad nacieron otros dos grupos que merecen capítulo aparte. Lo de Wilco está ya muy hablado, aunque no siempre Jeff le ganó la partida, sobre todo del reconocimiento masivo a Jay. De hecho, Farrar, con Trace, el debut de Son Volt, se apuntó el primer tanto frente al AM de Wilco (del origen de Wilco hablamos aquí). El futuro iba a ser muy distinto. Seguro que ya lo conocen.

Anterior entrega: El tercer ojo de Red Kross.

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