«Acertó Vegas quitando solemnidad y hasta sonriendo mientras hablaba del estado de miedo y alienación. Sus canciones constatan lo siniestro del sistema»
Presentaba Nacho Vegas en Madrid su polémico «Resituación» y allí estuvo Eduardo Tébar para catar el nuevo directo del asturiano.
Nacho Vegas
15 de mayo de 2014
Sala Joy Eslava, Madrid
Texto y foto: EDUARDO TÉBAR.
Morbo: el tercer aniversario del 15-M coincidía con el primero de los tres conciertos de Nacho Vegas en la Joy Eslava de Madrid. A escasos metros de la Puerta del Sol y con mucho ruido de sables previo. Arranca la gira de presentación de “Resituación”, el disco más discutido del asturiano. El paso del “yo” al “nosotros” ha restado intensidad emocional a sus canciones. Todo lo que han ganado en urgencia y perspectiva social. Por suerte, Vegas, el autor conspicuo del rock español de este siglo, no planteó el espectáculo como un retorno casposo a la canción protesta. No hubo invitados especiales ni octavillas. Alivio para los que temían la carraca desafinada. A Nacho le funciona esa timidez incorregible: la pátina de humor fortalece su discurso.
El público, por su parte, se mostró respetuoso y a la expectativa. No, nada de efecto karaoke. Y se agradeció. ¿Cómo iba a armonizar el músico un repertorio tan amplio? Seguro que el fan de base echó en falta abundantes composiciones señeras de su carrera. Los dos últimos álbumes, “La zona sucia” y “Resituación”, monopolizaron la noche. Solo ‘Nuevos planes, idénticas estrategias’ y ‘Gang bang’ saciaron al seguidor de base, ese que conoció el universo indie antes de que la palabra haya degenerado en una mercadotécnica mutación semántica. Nacho también es otro: se ha despojado de aquella impostación plañidera, el tópico maldito, y deja que manden las canciones por medio de sus personajes. Atrás quedan las salmodias en letras kilométricas. Y aunque sobran referencias tan obvias como Botín, Miguel Bosé o Víctor y Ana, las piezas flamantes funcionan en vivo.
Acertó Vegas quitando solemnidad y hasta sonriendo mientras hablaba del estado de miedo y alienación. Sus canciones constatan lo siniestro del sistema. Incluso lanzó advertencias brillantes (“polvo somos y en pólvora nos convertiremos”). Los tiempos están cambiando y los artistas toman partido. Nacho Vegas se está llevando los palos que no le han dado a su colega Bunbury o a Vetusta Morla. El de Gijón es el más explícito del patio y se le exigen textos inteligentes, su gran aval. Marcado definitivamente por su trabajo en Fundación Robo, lo suyo tiene más que ver con Jim Carroll: un despliegue ideológico a través de sus obras. Resulta atractivo por más que tire de chascarrillos fáciles sobre “pornoindividualismo” o que invite a reflexionar sobre la pertinencia del anarcocapitalismo y la meritocracia. Fue hermosa su interpretación del ‘Devil town’ de Daniel Johnston (más cerca, quizá, de la versión de Bright Eyes). Gustó bastante verle con el “Cuore” en la mano en ‘Actores poco memorables’. Mejor cuando recuerda al cinismo caustico de Gloria Fuertes, al paganismo intelectual de Chicho Sánchez Ferlosio. Pero el pellizco, ese pellizco por el que se le encumbra, asomó con ‘Taberneros’ y ‘La gran broma final’. Y en ‘Cómo hacer crac’ –inquietante y coheniana–, la joya de esta etapa.
Era el estreno a su vez de los guitarristas Edu Baos (Tachenko, León Benavente) y Joseba Irazoki (airoso en el reto de suplir a Xel Pereda y con aplaudidos desates del salvajismo que caracterizaba sus actuaciones con Atom Rhumba). Rotundo sonido de banda (el batería de León Benavente, César Verdú, se hallaba al mando en la mesa). Favoreció el respaldo de cuatro voces detrás de Nacho, infrecuente hasta ahora. Abraham Boba, como siempre, espléndido en teclados, acordeón y coros graves. Se augura una gira divertida. ¿Otro momento para enmarcar? La despedida electrizante con ‘El mercado de Sonora’, con La Trama Asturiana reconvertida en una suerte airada de Einstürzende Neubauten. Engrasados para seguir.
