Músicos en la sombra: Raúl Quílez, controlando voces

Autor:

«Cuando llegas al mundo del flamenco, con marcadores de cómo hacer las cosas, y un monstruo como Enrique Morente te echa todo por tierra y ves que tiene razón, es un shock enriquecedor»

 

Raúl Quílez es productor, ingeniero, arreglista de voces… Prototipo de músico en la sombra, esta año ha ganado un Grammy por el último disco de Paco de Lucía. Ha trabajado en producciones al lado de Carlos Jean y ha dirigido voces en discos de todo tipo. Ahora prepara un proyecto personal con Fon Román.

 

 

Una sección de ARANCHA MORENO.

 

 

“Se trata de una persona absolutamente fascinante, humilde y brillante, que acaba de ganar un Grammy Latino, ¡después de seis nominaciones! Y es zaragozano”. Eso fue lo primero que supe de Raúl Quílez, en palabras de la cantante Ana Muñoz. Arañando, llegó el resto de la información: ha obtenido un Grammy por el último disco de Paco de Lucía, del que fue ingeniero de grabación; el resto por sus trabajos con Bebe y Andrés Cabas. Llama la atención, pero es solo una mínima parte de las muchas caras profesionales de Raúl, que estudió Dirección de orquesta y coros en París, que ha trabajado diez años junto a Carlos Jean, ha sido director de voces en discos de Víctor Manuel, Ana Belén, Bebe, Miguel Bosé o Marta Sánchez, y que guarda un fantástico recuerdo de la producción que compartió con Enrique Morente. Un músico ecléctico, atraído por la composición, por la interpretación, la producción… Y con dos proyectos musicales atípicos: uno de música experimental, con Fon Román, y otro de música de moldes, con el contrabajista Toño de Miguel. Tomamos té en su casa, frente a un teclado destapado, desnudo, con las entrañas al aire: así le gusta a Raúl relacionarse con la música, buceando hasta el fondo, sin carcasas.

Me dicen que eres de Zaragoza, ¿hasta cuándo estuviste allí?
En Zaragoza viví hasta los 19 años, que me fui a Francia a estudiar Dirección de orquesta y dirección de coros, y luego hice una diplomatura como ingeniero de sonido. Cuatro años después volví a Zaragoza, estuve un año, otro en Barcelona y luego vine a Madrid.

¿Por qué te interesó la música?
Mi padre es muy aficionado a la música, ha tenido la casa llena de instrumentos: guitarra, órgano, acordeón… Desde el punto de vista amateur. Yo me encontré con un montón de juguetes. A los seis años me mandaron a estudiar solfeo, de ahí al piano y seguí adelante.

¿Hubo algo que te gustó especialmente?
Nunca ha habido una cosa que me llame la atención únicamente, la música es muy extensa, hay muchas puertas que se abren y que me encanta descubrir, al menos una temporada. El piano me interesaba mucho, luego fue la música vocal, los coros… Me interesaba el pop, el rock, y me juntaba con gente para hacer bandas, aunque no tenía que ver con el clásico, de donde yo venía.

¿Y por qué te marchaste fuera?
Fue fortuito. En la música vocal hice un curso con la que yo considero que es mi maestra, Nicole Cortí, que fue directora de los coros de Notre Damme durante mucho tiempo. Ella me vio dirigir y me invitó a estudiar con ella, a hacer las pruebas de acceso para entrar en el Conservatorio de Lyon. Me trasladé con ella a estudiar a París y fueron cuatro años muy interesantes. No solo me enseñó cosas musicales, necesitas aprender una serie de valores, y ella me marcó en esa parte de mi vida. También me interesó mucho el audio, siempre he visto un filón en el mundo compositivo, interpretativo y compartirlo con la tecnología. De repente me vi involucrado en una diplomatura como ingeniero de sonido.

¿Te pareció complementario a tu formación?
Siempre lo he visto como algo complementario, me ha marcado a la hora de componer y de crear. En mi trayectoria siempre ha habido luces, cosas que de repente destellan, y voy a ver qué es.

Así que es una constante en tu trabajo, lo de abrir varios campos a la vez.
Sí, te hace un poco bicho raro, no es fácil de encajar en el mundo musical. Cuando un ente cambia de etiqueta constantemente resulta molesto, pero es mi manera de acceder a la música y no va a cambiar. En Madrid he hecho de todo: arreglos, dirección de voces para artistas, he tocado con artistas, he compuesto, he grabado bandas sonoras, he trabajado de ingeniero en grabaciones de ópera… Cosas muy variopintas, y todas me gustan. Conforme pase el tiempo, creo que aparecerán nuevas lucecillas.

Y te seguirás desetiquetando. ¿Cómo pasaste de un plano a otro, al llegar a Madrid?
Al llegar a Madrid, el mundo del coro y de la orquesta, que ocupó gran parte de mi formación, se esfumó. Pero haberlo hecho forma parte de mi equipaje, esa visión te da herramientas e inquietudes de dónde ir a buscar y encontrar lo que necesitas. El trabajo y las circunstancias dictan un poco, lo de ir a buscar luces es maravilloso, pero el trabajo te dicta por dónde vas, y te acomoda. Desde muy joven siempre he tenido la imagen de la montaña, y la bandera encima. El camino a la bandera nunca es recto, pero zigzagueando vas consiguiendo lo que quieres. Trabajar para la industria ha sido una escuela increíble que no me ha dado ningún Conservatorio, y he afrontado el trabajo como yo lo entiendo. Si me llaman para hacer una dirección de voces para una artista, lo enfoco desde mi manera de hacer y de sentir. Me ha ido bien, creo que es la manera más sincera de hacerlo. Muchas veces, en el mundo de la música por querer agradar al artista se vapulea uno. Y hay muchos artistas que están rotos por eso.

La figura de la dirección de voces me suena a poco habitual aquí.
En todos los discos se dirigen las voces, pero generalmente está integrado dentro de la figura del productor, no como una figura distinta. En realidad es una producción de voces, tienes que poner en consonancia lo que el disco quiere decir, a través de los arreglos y la producción con la manera de encajar de él o ella, que tenga una coherencia, y muchas veces no es fácil llegar a ello. Si el productor hace una cosa alejada a lo que el artista quiere, tú intervienes para darle un poco las pistas. Cantar tiene que ver mucho con la sensación, tienes que trabajar mucho con la empatía, porque además el artista muchas veces no te dice sus inseguridades, y tienes que sentirlo para ayudarle. Dentro de ese margen estético y estilístico que la producción requiere, diseñas voces, coros, modificar melodías, doblajes… Es responsabilidad tuya. Es una labor muy extensa, que muchos productores prefieren dejar en manos de una persona de confianza que hacerla ellos. Es una figura poco común en España, pero muy habitual en el extranjero.

Será también por las circunstancias a las que lleva la situación y la reducción de presupuestos, cada vez los músicos asumen más papeles en la grabación.
Por presupuesto sí, sobre todo en la industria española, que ha pegado bajón en todos los sentidos, muchas cosas ya se enlatan directamente. Todo va a la monoproducción, parece que no queda otro remedio. Eso tiene sus consecuencias, no solo porque trabaje más gente vaya a ser un disco mejor, pero crear una tendencia en la que no exista otra opción que esa tiene sus consecuencias en el resultado.

Como director de voces, ¿con quién has trabajado?
Con Bebe, Marta Sánchez, Miguel Bosé puntualmente; con Víctor Manuel, Ana Belén… Yo he trabajado mucho con Carlos Jean, como director de voces en todas la producciones que ha producido Carlos Jean en los últimos diez años, a partir del 2001, 2002… Siempre nos hemos llevado muy bien y nos hemos entendido en el plano de las producciones. Él era el productor asignado y delegaba en mí en ese apartado.

Carlos Jean también es una persona muy ecléctica, así que te habrá llevado a proyectos de todo tipo.
Sí, también es mucho de cambiar de plano. He tocado mucho el mundo pop, el rock y el flamenco, que para mí fue un descubrimiento. Tuve la suerte de trabajar con Enrique Morente, estuvimos haciendo un disco de su hija Estrella en su casa, durante dos meses en los que prácticamente viví ahí. Para mí fue una experiencia increíble y contradictoria. Cuando llegas al mundo del flamenco, con marcadores de cómo hacer las cosas, y un monstruo como Enrique te echa todo por tierra y ves que tiene razón, es un shock enriquecedor. Es una manera de entender y de escuchar, una actitud que se genera, es lo más importante que aprendí. El mundo de la música no es de trucos, es un mundo de adaptarte, de empatizar y de hacer tu molde. No es una cuestión de qué cosas hay que cambiar, es una cuestión de actitud.

¿Has aprendido tanto con otras personas?
Aprendo siempre, cuando no ocurre es un error, porque realmente no ofreces lo que puedes dar.  He aprendido mucho con Alberto Iglesias, sobre cómo plantear las cosas, aunque lo entendía más porque teníamos más puntos en común. Durante estos años he tenido maestros indirectos que me han dado una visión muy rica.

¿Con quién has trabajado como músico?
He tocado con Luz Casal, con NajwaJean, con Fon Román… Y muchas cosas más que a lo mejor no tienen tanta relevancia. Toco, pero hay virtuosos mucho mejores, yo me defiendo bien, pero el punto fuerte que puedo aportar es en el sentido conceptual de las bandas. Para mí tocar es importante, porque es acción, reacción, no piensas, estás en el instante. Eso es lo más intenso de la música, vivirla. Es una franja de tiempo que existe y cuando llegas a ella es maravilloso. También te la puedes perder, cuando salgo al escenario con algún problema y tengo la sensación de haberme perdido la actuación es muy frustrante.

No solo tienes seis nominaciones a los Grammy, sino que has ganado uno por el último trabajo de Paco de Lucía. ¿Cómo acogiste la noticia?
Fue una sorpresa… Ni me había enterado de la nominación. Los premios fueron en noviembre y me llegó un email en diciembre, cuando estaba en el sofá en pijama, en el que decía que había ganado un Grammy al mejor disco flamenco. Pensé que me estaban tomando el pelo. Fue al mejor disco de flamenco, se le concede al productor y a los ingenieros, y yo fui ingeniero de grabación. Es un disco en directo, fueron ocho o diez conciertos los que se grabaron en total. Fue una experiencia muy bonita, esta vez en la trastienda porque solo pisaba el escenario para chequear que todo estaba en orden. Una de las cosas más difíciles de encontrar en un estudio es la emoción, intimida muchísimo, no es la situación más idónea para explayarte. En este caso, que eran directos, con un monstruo como Paco y sus músicos, el material era emocionante y en progresión, había un momento álgido, una cúspide.

Supongo que Paco de Lucía es otro de los que te ha dejado huella.
Sin duda alguna, aunque lo que trabajé con Paco no tiene parangón con lo que compartí con Enrique en su día, dos meses enteros. No me ha dejado tanta huella en el trato cercano, porque ha sido más limitado. Con lo que me quedo es con el nivel emocional que había cada noche en el escenario, Paco y el elenco de monstruos que tenías. Ninguno era manco y todos sintonizaban. También esa humildad y ese afán de superación que tiene. Hubo un día que él creía que no estaba previsto grabar y se puso muy nervioso. Decía que no le gustaba grabar en los directos, porque cuando abría los ojos y veía el micrófono pensaba que se iba a equivocar. Como es un personaje tan grande, se exige equitativamente a lo que él supone.

«Los instrumentos te enseñan algo constantemente, pero cuando le quitas las tapas de repente hay un campo virgen, hay menos prejuicios, hay más parcelas de libertad»

 

Obtuviste dos nominaciones por tu trabajo en el debut discográfico de Bebe, ‘Pa’ fuera telarañas’, que rompió en su día…
Sí, lo recuerdo como un disco muy intenso de energía. Bebe es una artista muy intensa, genio, figura y carácter, intensidad en el arte tiene un montón, interpretando y cantando. Fue un disco completamente atípico, muy saltimbanqui. Había muchos músicos que entraban en juego, los músicos con los que trabajaba Carlos no casaban con la grabación, y eran guitarristas buenísimos, pero era energía distinta, porque la artista era muy diferente. Hay artistas más neutros en el estudio, no tienen la capacidad de movilizar tanto los medios en la producción, pero Bebe sí lo es, para bien y para mal. La energía fluyó muy claramente, por eso tuvo el éxito que tuvo, aparte de su manera fresca y novedosa que impactó muchísimo. Fue un disco extraño, extraño para bien.

Trabajas en un proyecto de música de moldes, ¿en qué consiste?
He montado un dúo con el contrabajista Toño de Miguel, para crear objetos sonoros a tiempo real, actuar e improvisar. Tengo composiciones desde hace muchos años, pero nunca he querido que vieran la luz. Sabía que hasta que no encontrara cosas que contar, vías de comunicación, me iba a ser muy difícil. Desde hace seis años hay ideas y caminos en la composición que me gusta transitar. La música de moldes es una conjetura que hay que desarrollar, un mundo un poco complejo, porque tiene que ver con esa sensación del molde que te deja una persona o una situación: cambia el decorado, pero tú ya sabes que has estado ahí. Es como transportar un concepto a algo musical, el modo artesanal tiene que ver mucho con eso, y el mundo expresivo te da un resultado sorpresivo. Es una música viva, y el concepto viene de ahí, y de darle vueltas a la cabeza.

Para trabajar esta música lo haces con el piano a corazón abierto. ¿Cuándo destapaste el piano?
El destape del piano ha sido progresivo [risas]. En el escenario no, el destape del piano de cola es más evidente, siempre ha habido algún guiño para provocar sonoridades con la mano o con objetos que modificasen el sonido, la percusión. El destape del piano de pared es para estudiar, más forzado, porque para acceder a esa sonoridad hay que desmontarlo un poco. Los instrumentos te enseñan algo constantemente, pero cuando le quitas las tapas de repente hay un campo virgen, hay menos prejuicios, hay más parcelas de libertad.

¿Vas a sacar un trabajo con esta música de moldes?
Sí. Va a haber dos partes, una de música de orquesta, que parte del punto de vista de la reflexión, y otra parte que quiero hacer un experimento, que voy a intentar grabar en marzo con el contrabajista, y va a tener el mismo principio de la música de moldes en la acción. Me interesa cómo una idea preestablecida de un compositor es interpretada: nunca es como el compositor se lo imaginaba, siempre hay algo de ese músico que se está generando, ese punto de cambio me parece interesante. Al mundo de la composición se le da mucho alarde, y al mundo de la interpretación, salvo a los virtuosísimos, se le da poco bombo, y creo que hay un filón.

También tienes un proyecto de investigación con Fon Román, ¿en qué consiste?
Con Fon tenemos algo pendiente que tiene que ver con la música experimental. El año pasado tuvimos dos encuentros, uno en Vigo, en el que estuvimos quince días. Durante una semana montamos un montón de máquinas en su estudio, hicimos mucho ruido y poca música y nos dimos cuenta de que ese no era el camino… Y la segunda semana nos cedieron un aula en el Conservatorio Superior de Vigo, con un piano. Él se llevó un ampli y unos cuantos cacharrillos y estuvimos improvisando, y vimos que ése era el camino. Lo grabamos en vídeo y audio, y vimos que era material muy interesante para plantear una obra. El año pasado estuvo él aquí quince días y nos pasamos las horas muertas, con la estética de lo que hicimos en Vigo pero con más forma. La cosa se extendió y ahora estamos en el proceso de acotarlo. Cuando compartes plano creativo las cotas son más difíciles de poner. El proyecto está abierto pero no le hemos puesto fecha, queda pendiente y estoy seguro de que lo concretaremos, porque ya tiene forma.

Dentro de toda tu trayectoria, tan variopinta, ¿qué te falta?
El tiempo lo dirá. No te he contado todo, si es a lo que vas [risas]. Ahora estoy en un proyecto para la creación de tecnología a nivel compositivo e interpretativo, también me da por desarrollar tecnología aplicada a la música. Surgió una idea de un desarrollo tecnológico de un software y un hardware, que seguramente se plasme este año. Y ahí veo un montón de luces [risas], creo que voy a tener un montón de años ocupados en eso.

Me arriesgo, ¿estás trabajando en algo más?
Acabo de terminar un epé de tres temas con un grupo que se llama El Cazador de Luciérnagas. He hecho la producción y los arreglos, los hemos grabado de una sola toma, con algún recording de chelo, y los hemos mezclado en Bristol. Creo que es un epé brutal, creo que va a encontrar sitio. El cantante, Nano Ortega, tuvo un grupo que se llamó El Tiempo, pero esta propuesta es muy interesante y muy distinta, muy en la onda de King of Convenience, un punto nostálgico con mucho ritmo, muy bonito. Y tengo otro proyecto con Emmanuel, uno de los participantes del concurso «La voz», pero hasta que no se materialice no se puede contar.

“Lo que sé de Raúl es poco en comparación con lo que no sé de él”. Ana tenía razón cuando me habló de ti: seguimos sin saber muchas cosas.
Espero que haya cosas por descubrir, para mí es muy importante sorprenderme. Creo que la actitud define a las personas, dice casi todo de ellas. Nos engañamos muchas veces con lo que nos decimos, y eso no deja de ser «spam». Interesa saber hasta dónde puedes llegar o no con esa persona.

Anterior entrega de Músicos en la sombra: Marino Saiz, el violín de la canción de autor.

 

© EFEEME.COM, prohibida la reproducción total o parcial.

Artículos relacionados