Monument, de Keaton Henson

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DISCOS

«Este disco es tan bonito y profundo que duele. Tan íntimo que cautiva, tan personal que desgarra. Keaton Henson es quien compone y canta, pero en sus canciones suenan nuestras vidas»

 

Keaton Henson
Play it again, Sam
2020

Texto: SARA MORALES.

 

Este disco es tan bonito y profundo que duele. Tan íntimo que cautiva, tan personal que desgarra. Keaton Henson es quien compone y canta, pero en sus canciones suenan nuestras vidas. La suya se vio truncada con la enfermedad y posterior muerte de su padre, el actor Nicky Henson el año pasado y, desde entonces, en mitad del doloroso lapso y el luto desesperado, comenzaron a brotar las lágrimas al mismo tiempo que las letras y las melodías.

En aquellos días en que Keaton debió lidiar con la tragedia, se refugió en la campiña inglesa para encontrarse frente a frente con el sufrimiento y para buscar entre la tristeza y el abismo una pequeña luz que comprendiera el desasosiego, capaz de transformarlo en algo hermoso y honesto. Exactamente lo que es este repertorio anclado en su voz agrietada y una guitarra, que transitan de un modo tan hiriente como edificante por los recovecos de un alma herida. Y suena a folk, a un folk suave y orgánico que conmueve desde su apertura con la sensible “Ambulance”, hasta su cierre a través de “Bygones” en la que nos invita a viajar hasta encontrarnos con nosotros mismos en un ejercicio tan crudo como necesario.

Esta colección de canciones, que son recuerdos y retazos de una vida que sonreía y ahora es punzante, canta al silencio que provoca el dolor, a las ideas rotas de una existencia truncada, a las palabras que se quedan cortas… Mientras tanto, la exquisitez de una música sencilla pero poderosa se va convirtiendo en el único aliento.

En algunos temas Henson no tiene fuerza ni para esconderse, se abre en canal sin red y nos deleita con homenajes explícitos a la figura de su padre («The grand old reason»); en otros resulta más evocador pero igualmente irresistible a base de pinceladas de americana («Self portrait») y en todos, absolutamente en todos, la melancolía posa como telón de fondo.

“Ontario” es más cósmica, más experimental; «Career day» redunda en el pálpito bluegrass; “Prayer” y “Thesis” son parcas en palabras pero su sección instrumental confiesa demasiado; “While I can” y “Husk” suponen ese soplo rock de aire fresco que simboliza la remontada, la fuerza que empuja a continuar; pero «Bed» nos acuesta de nuevo. Y así, los once capítulos de un disco para el que Henson se ha dejado acompañar por amigos como Philip Selway, de Radiohead, a la batería y la percusión; Leo Abrahams (coproductor del álbum) en guitarras y sintes; la compositora Charlotte Harding con los saxofones; los coros de Danielle Fricke y una imponente sección de cuerdas a manos de la orquesta londinense 12 Ensemble, que no hacen más que apuntillar su grandeza.

Monument es el octavo trabajo de estudio de Henson y quizá una de sus piezas más delicadas; el retrato de un estado de ánimo al que le cuesta amanecer cada mañana de este otoño desconcertante, con vistas al que puede ser el invierno más largo. Pero estas canciones son el mejor lugar para verlo pasar.

Anterior crítica de discos: Ciudad Quimera, de Supertennis.

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