Modelo de Respuesta Polar: Más músicos que melómanos

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«Es necesario llegar a una ciudad como Madrid y ver que nadie ha oído hablar jamás de ti y que hasta tu vecino tiene dos discazos en la calle, como mínimo. Es una dosis de realidad que te baja los humos de golpe»

El cuarteto valenciano debuta de la mano del sello madrileño Limbo Starr con «Así pasen cinco años», un álbum en el que cobran protagonismo las texturas sonoras y los desarrollos instrumentales. Eduardo Guillot ha conversado con ellos.

 

 

Texto: EDUARDO GUILLOT.
 

 

Hace dos años, presentaban su primera maqueta con ganas de darse a conocer a través de internet. Ahora, Modelo de Respuesta Polar regresan para presentar su primer disco oficial, «Así pasen cinco años», que ha editado Limbo Starr. «Teníamos muy pocas esperanzas, pero nos ofrecieron la posibilidad de sumar nuestro trabajo al suyo, y eso nos pareció realmente interesante». Tuvieron suerte, porque las ofertas discográficas no abundan. «Habíamos terminado de grabar el disco y no sabíamos cuál iba a ser el siguiente paso. Nos apetecía un pequeño cambio y recibir un empujón de cara al lanzamiento, pero no teníamos nada claro. Fue un alivio».

Como consecuencia, se normaliza el acceso del público al debut del cuarteto valenciano, que se presenta en sociedad con un trabajo de siete canciones y corta duración. «Cuando salimos del estudio tuvimos claro que habíamos plasmado lo que queríamos. No nos preocupó ni la duración ni el número de temas. Son siete cortes muy densos, hilados por un sonido y un vocabulario que responden a la situación actual de la banda y a una temática muy determinada. Hay gente que nos comenta que cuando escucha el disco, nunca lo hace por canciones separadas, lo ponen en orden y lo oyen como si fuera una sola canción. Es curioso, pero coincidimos en esa continuidad».

Su anterior maqueta la produjo José Luis Macías (Surfin’ Bichos, Megaphone ou la Mort), pero para el álbum han cambiado de cómplice. «La grabación fue resultado de ganar el concurso Vinilo Valencia, por ello se realizó en Music Rooms. Allí tuvimos la suerte de conocer a Carlos Ortigosa, que se implicó personalmente de forma determinante para conseguir un buen disco. Entrar en un estudio u otro no quita que la producción siga siendo nuestra, grabamos con todo bastante cerrado y dejamos un margen muy pequeño para la magia del estudio. Trabajamos rápido y con las ideas claras, aunque quizá algún día probemos la experiencia de intercambiar ideas con un productor».

Su sonido ha ido evolucionando hacia territorios que lindan con la etapa en castellano de Standstill. «Nos sentimos afines a discos como ‘Vivalaguerra’ o ‘Standstill’. Y el tratamiento de las partes cantadas puede recordar a lo que hacen ahora. Es normal que se vean tintes de estos grupos en nosotros, hemos oído mucho a Ghouls’n’Ghosts o Madee. Pero no dejan de ser discos de otra gente que escuchamos en casa. Siempre hemos invertido más tiempo en tocar que en escuchar. Somos más músicos que melómanos».

Del mismo modo, parece que también se van inclinando hacia sonoridades post-rock. «Lo asumimos después de que la gente nos lo haya dicho. Hemos escuchado muy poco post-rock, pero cuando nos juntamos en el local los temas acaban así, y no vamos a luchar contra eso. Cada uno tiene influencias muy distintas. La composición es un proceso en el que la canción que llega al local de ensayo se transforma de un modo bastante raro».

En la actualidad, Francisco Mollá (guitarra), Jorge Mollá (bajo) y Matías Entraigues (batería) permanecen en Valencia, pero Borja Mompó (guitarra, voz) se ha trasladado a Madrid. Una decisión que ha tenido su importancia en el desarrollo de la carrera del grupo. «Estábamos entrando en una dinámica peligrosa y había que romper con el acomodamiento. Fue una decisión muy dura, pero debíamos hacerlo si no queríamos dejar morir la banda lentamente. Es necesario llegar a una ciudad como Madrid y ver que nadie ha oído hablar jamás de ti y que hasta tu vecino tiene dos discazos en la calle, como mínimo. Es una dosis de realidad que te baja los humos de golpe. Las escenas de cada ciudad son necesarias, pero pueden ser peligrosas si quieres dedicarte a esto. En Madrid he podido tomarle el pulso real a esta profesión y ver cómo vive la gente que se dedica íntegramente a tocar. No digo que en Valencia no se pueda vivir de la música, pero quiero ser consciente de hasta dónde llega todo esto y eso solo puedo hacerlo aquí».

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