Mike Farris: El renacer con el gospel

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«Durante toda mi carrera había intentado tener un hit en la radio, cosa que nunca conseguí. Perdí muchas energías intentando adaptarme a los gustos del público en cada momento, y no valía la pena. Así que fue como una liberación, como gritar ‘Se acabó hacer concesiones. Ahora voy a ser yo mismo»

Mike Farris deja atrás un pasado de excesos y rock and roll con los Screamin’ Cheetah Wheelies reorientándose hacia el soul y el gospel. J.L. Fernández charló con este vocalista de Nashville en una parada de su reciente gira española.


Texto: J.L. FERNÁNDEZ.
Foto: Ed RODE.


La suya es otra tópica historia de caída y redención que tanto abundan en el mundo del rock. Autor de uno de los grandes discos de los 90 con Screamin’ Cheetah Wheelies (“Magnolia”), Mike Farris ha conseguido renacer de sus cenizas tras años de excesos, y destacar como exitoso intérprete gospel al frente de una magnífica banda de soul, la Roseland Rhythm Revue. Pese al estupor inicial de sus antiguos seguidores, el público ha respondido abarrotando la mayoría de sus recientes conciertos españoles. En el encuentro que mantuvimos con él en Santiago, se mostró como la clase de artista que no teme mostrar sus cicatrices, y que ha encontrado la estabilidad por primera vez en su vida.

¿Cómo decidiste basar tu carrera en el soul y el gospel?
Siempre hubo mucho soul en mi manera de cantar, y éste es el tipo de música que siempre quería interpretar, pero no me atrevía. La persona que más me apoyó para éste cambio fue la que era mi mánager, Rose McGathy, que murió de cáncer hace tres años. Ella estaba ya enferma, aunque no conocía la gravedad de su dolencia, y tuvimos una de esas conversaciones trascendentales sobre el futuro. Elucubramos sobre qué nos depararían los años venideros a cada uno. Entonces yo ya no estaba con los Screamin’ Cheetah Wheelies, y me sentía algo frustrado, sin la motivación necesaria para continuar con mi carrera, ni para seguir subiéndome a los escenarios cada noche. Así que Rose me dijo que si no quería convertirme en un amargado, debía salir ahí fuera, y limitarme a hacer el tipo de música que de verdad amo, que es el soul y el gospel. En un primer momento, no me pareció una buena idea. “Esa es la música que pongo cuando estoy en casa con mi familia”, le dije. “Sería como salir al escenario en pijama y zapatillas. Nadie quiere verme hacer eso. Me gritarían que me pusiese la ropa, y que saliera a cantar lo que se espera de mí”. Pero Rose sabía que tenía que ser fiel a mí mismo si quería salir adelante, y acabó convenciéndome de que era lo único que podía hacer.

¿No te asustaban las posibles reacciones adversas de tus antiguos fans? El hecho de tratarse de música religiosa puede suponer una barrera entre tú y tus oyentes
Lo sé, pero no me da miedo. Rose me hizo ver que durante toda mi carrera, había intentado tener un hit en la radio, cosa que nunca conseguí. Y que había perdido muchas energías intentando adaptarme con mi banda a los gustos del público en cada momento, y que no valía la pena. Así que fue como una liberación, como gritar “Se acabó hacer concesiones. Ahora voy a ser yo mismo”. Se dio la circunstancia de que a Rose le iban bien las cosas económicamente, y me dijo: “No sabemos qué pasará mañana, pero yo tengo bastante dinero, y voy a cuidar de ti para que no tengas que preocuparte por nada. Tú simplemente haz la música que te hace feliz, sin preocuparte de lo que vaya a pensar la gente”. Y creo que esa es de verdad la esencia de la vida, que todos buscamos la felicidad porque esa es nuestra naturaleza. Si no eres feliz en tu trabajo, siempre tendrás la sensación de que algo va mal en tu vida. Y ahora siento que he encontrado la estabilidad.

Además de abordar grandes clásicos de la música negra, te has atrevido a introducir tus propias composiciones. ¿Cómo afrontas el reto de que tu propio material esté a la misma altura?
Me aproximo a ese material respetando la tradición, y recordando siempre que ésa música viene de los esclavos negros, que es música pegada a la tierra y al trabajo diario, e intento que tenga ese espíritu. Que intente llegar al corazón, y que sea inspiradora. Lo importante es que no suene pretenciosa, ni forzada. Porque además creo que la música negra espiritual está demasiado olvidada, desde hace años. Cuando grabé mi disco “Salvation in lights”, no había prácticamente ningún otro artista haciendo ésto, eso suponía un gran reto, y fue emocionante. La gente se dio cuenta de que era un paso muy arriesgado, y que podría ser un gran triunfo artístico, o un gran desastre. Y creo que salió bien.

¿Cuales serían tus voces favoritas de la música negra, o aquellas que más te han influenciado?
Sobre todo, Mavis Staples, y su padre, Pops Staples, han sido siempre mis favoritos. Sigo admirándola, me gusta mucho su disco con Ry Cooder. Y también citaría a Mahalia Jackson.

Has manifestado no estar interesado en reunir a Screamin’ Cheetah Wheelies, pero, ¿no te ves volviendo a tu lado más rockero en el futuro?
No lo tengo claro. He pasado mucho tiempo siendo un cantante de rock, y estando en una banda, y creo que mis oídos no se han recuperado aún del todo [risas]. No sé lo que me depara el futuro. Nunca digo “nunca”, pero de momento, no está en mis planes.

¿No guardas buenos recuerdos de aquella etapa?
La verdad es que no. Era muy infeliz.

¿Con los discos que grabasteis?
No, me refiero a que era un drogadicto, y me sentía muy perdido. En cuanto a los discos, creo que siguen sonando muy bien, pero no era la clase de música que yo quería hacer. Me divertía tocando con los chicos, pero sabía que con ellos no podría hacer lo que yo quería como músico. De haber seguido juntos, la situación habría sido frustrante para ambas partes. Ellos querrían seguir tocando rock and roll cada noche, y yo no. Eso es todo.

¿Seguís en contacto?
Con algunos, sí, sobre todo con Terry. Con los demás, es una relación algo complicada, porque sienten que los dejé tirados, y me apena que lo piensen, porque en el fondo se trata de que no teníamos las mismas pretensiones artísticas.

“Magnolia” quedará siempre como vuestra gran obra, y podríamos decir que es ya un disco de culto. ¿Cómo fue su grabación y qué sientes hoy en día cuando lo escuchas?
Lo grabamos en Nashville, y recuerdo que en el estudio de al lado estaba Dave Matthews Band registrando su disco también. Fue un momento muy especial, porque sabíamos que teníamos unas composiciones magníficas, y lo vivimos todo con mucha ilusión. Lo titulamos así porque había un magnolio precioso justo donde yo aparcaba el coche cada día. Era un árbol espectacular, un día llegué y vi que lo habían cortado, y eso me entristeció. Me preguntaba cómo alguien había podido acabar con algo tan bello, y me pareció al mismo tiempo una metáfora de lo efímero que es todo, así que escribí la canción “Magnolia” en base a ello, y más tarde decidimos que era un buen título para el trabajo. Cuando lo escucho, me doy cuenta de que ya había buena parte de mis preocupaciones espirituales en las letras del disco. Pero creo que, sinceramente, Screamin’ Cheetah Wheelies no eran el mejor vehículo para expresarlas. Yo estaba bastante hundido a nivel personal durante aquella grabación en Nashville, tomando muchas drogas, así que cuando hago sonar el disco hoy en día, es inevitable que aparezcan ciertos fantasmas. Además, me siento algo frustrado al escucharlo, porque en ciertos momentos del álbum noto que aún estábamos intentando tener un hit para la radio, y eso siempre queda algo forzado. Siempre pienso que, algún día, me gustaría regrabar algunas de las canciones de mis años con los Cheetah Wheelies, pero con la clase de banda que tengo ahora. Creo que sonarían mucho más naturales.

Para terminar, recomiéndanos un buen disco de gospel
Acaba de salir un boxset genial, “Goodbye Babylon”, que cubre el mejor gospel sureño, tanto de músicos negros como blancos. A mayores, cualquier cosa de Reverend Gary Davies, que me parece un artista imprescindible.


Desde aquí puedes acceder a la web de Mike Farris.

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