LIBROS
«Uno de los mejores libros gráficos hecho en español, con un guion que huye de los tópicos que se dan en los textos sobre la infancia»
David Muñoz, Antonio Trashorras y Javier Rodríguez
Miedo
ASTIBERRI, 2025
Texto: CÉSAR PRIETO.
Allá por 2005, la editorial Glénat publicaba un álbum de cómic titulado Miedo. Trataba de un problema que entonces era visto como un mal menor y al que no se le daba importancia —cosas de críos— y en nuestros días se ha convertido en un asunto acuciante que las autoridades —las políticas y la comunidad escolar— no saben en ocasiones como parar —o no quieren, en el segundo caso—, en gran proporción porque permanece oculto para poder actuar: el acoso escolar.
Adrián es un muchacho un poco obeso, no de manera enfermiza, simplemente tiene tendencia al sobrepeso. Su amigo Raúl lleva un aparato ortopédico en la pierna. Eso hace que ambos sean carne de acoso escolar, tanto dentro como fuera del colegio. Dentro de él, los insultan y golpean hasta dejar marca; fuera, una pandilla les hace pasar por el peaje de requisarles un par o tres tebeos que llevan en la mochila —y reciben castigo si no llevan—, porque Adrián y Raúl son devotos de los superhéroes.
Mientras tanto, la sociedad española está en plena transición. Conviven, entre los profesores, diversas tendencias políticas, algunos están deseando sacar de nuevo el retrato del dictador, y otros —jóvenes, sobre todo— se muestran esperanzados entes los nuevos tiempos que presumen progresistas. Los primeros agreden a los alumnos, los segundos se muestran tolerantes y cercanos. Las discusiones entre ellos están servidas.
Mientras se golpea en las aulas y en los patios, Tejero golpea también en el Congreso. El contexto de la historia se ve de repente sacudido por un teniente coronel que entra en el congreso. Esa jornada y las inmediatamente posteriores aparecen perfectamente reflejadas y cualquier alumno de últimos cursos de primaria o primeros de secundaria durante esos años, pasó exactamente por lo que el cómic narra, como lo pasaron sus autores, y eso hace que todo —guion y dibujo— resulte tan cercano.
También refleja el libro un clásico: los avisos de bombas en los colegios e institutos, que en esos años convulsos amenaza constantemente —sobre todo en días de examen—, y aquí lo hace si no se cambia el nombre al colegio y se respeta el anterior, que nunca se nos indica cuál es, aunque sí que se hace con el actual en una viñeta: Federico García Lorca. Precisamente uno de estos avisos, que un hombre con barba le entrega a Raúl, es el motor de parte de la trama.
Por si no fueran pocas estas virtudes, el libro se completa con dieciséis páginas extra en las que se despliega una cronología, portadas desechadas y bocetos, una charla con los tres autores y algunas páginas de Metal, lo que iba a ser la continuación, con Adrián metido en un grupo heavy, de la que quedan algunos folios a tinta, pero que lamentablemente nunca llegó a completarse.
Los guionistas, Antonio Trashorras y David Muñoz lo son también de películas y series de televisión, el primero incluso ha dirigido películas como la maravillosa Anabel. El dibujante Javier Rodríguez ha recalado en Marvel y DC Comics. Han hecho obras maravillosas, pero hace veinte años tuvieron un momento mágico, milagroso, y un hilo invisible los ligó para que surgiera uno de los mejores libros gráficos hecho en español, con un guion que huye de los tópicos que se dan en los textos sobre la infancia y perfectamente ambientado. A la altura de Paracuellos, con por lo menos tanta sensibilidad y hondura.
–
Anterior crítica de libros: El incidente, de Daniel Jiménez.