“Mi tío”, de Jean Claude Carrière

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LIBROS

“Una oda a un mundo europeo que está desapareciendo, el de los viejos barrios, el de las placitas y la gente que ocupa la calle y se detiene a hablar”

 

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Jean Claude Carrière
“Mi tío”
EXPEDICIONES POLARES

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

No sé hasta qué punto seguirán siendo consideradas las películas de Jacques Tati. Uno no suele verlas aparecer en esas farragosas listas de las mejores de la historia, no se reprograman, nadie las cita como influencia… En casa, simplemente, lo adoramos. Especialmente “Mi tío”, que es muchas historias en una —la construcción a partir de gags está bien engarzada—, pero sobre todo una oda a un mundo europeo que está desapareciendo, el de los viejos barrios, el de las placitas y la gente que ocupa la calle y se detiene a hablar, frente a una modernidad capitalista, con tecnología de vanguardia y apariencias y preocupaciones. “Un beatus ille” urbano en el que la figura del tío representa para el sobrino, encarcelado en una casa de lujo, la libertad, la alegría, la vida…

En esos años cincuenta en que se estrenó, lo hizo acompañada de un libro con el que Tati intentó rentabilizar una película que por problemas de diverso calado se eternizaba en su rodaje. Tarea difícil, puesto que el director juega con las hechuras del cine mudo, con sus técnicas y aparato y apenas hay diálogo que soporte la acción. Menos mal que a la máquina de escribir se situó Jean Claude Carrière y esto son palabras mayores. Carrière, escritor afín al surrealismo y colaborador cercano de Tati, continúa poco después siendo la mano derecha de Luis Buñuel en su filmografía de los últimos años.

Tarea difícil, pues, pero de la que sabe salir con soltura gracias a un pequeño truco: le cede el peso de la narración a un Gerard ya adulto. Esto permite ampliar el calado del relato y que por ejemplo los padres, meros arquetipos en la película, se definan con un estilo más psicológico. Así podemos entrar, desde la mente del que fue niño, en la visión de su madre como una adicta a la limpieza y las apariencias y de su padre como un hombre “abrumado por las preocupaciones”. Una visión desengañada en el que los padres se hacen humanos y se detecta una cierta conmiseración hacia ellos.

También se intensifica la melancolía por un mundo que ya no existe desde ese elogio a las pequeñas plazas, viejos cafés, mercados a pie de calle. Esa ciudad que no es más que un pueblo, recuerdo que tiene un aire a Patrick Modiano diez años antes de que Modiano rompiera a escribir. Una melancolía que salpica todo desde la palabra del Gerard adulto y que tiene estremecedor colofón en el pequeño párrafo final. Únicamente he leído en “El gran Gatsby” una conclusión tan demoledora, tan desesperanzada.

 

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