«La interpretación es natural, el bajo posee entidad por primera vez desde Master of puppets y las letras son tan confesionales que hielan la sangre»
Metallica acaban de reeditar Load, uno de sus álbumes más polémicos. ¿Por qué celebrarlo entonces? Para Juanjo Ordás sobran los motivos y los repasa en este artículo.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Hubo mucha polémica en su día respecto a Load, pero la realidad es que el álbum triunfó. Vender, vendió; y la gira se desarrolló en recintos enormes. Hubo ruido respecto a la nueva imagen arty que la banda proyectaba en las nuevas fotos promocionales y sus cortes de pelo. Lógica antropológica: A los fans les costaba mantener su cabellera intacta, frente a unos padres deseosos de meterles la tijera. Si su grupo favorito pasaba por peluquería, ¿qué les quedaba ante una sociedad que les rechazaba por llevar el pelo largo y vestir de negro? Pero el día a día demostraba que había muchos fans pulsando play para escuchar Load y comprando tickets para los próximos conciertos. Los cimientos eran sólidos y más allá del componente artístico, Metallica tenían la victoria asegurada.
Cuando Load se puso a la venta en junio de 1996, Metallica ya era sinónimo de comunidad y sus fans eran absolutamente fieles. Originalmente indies, cuando lanzaron el epé Garage days re-revisited (1987) se encargaron de marcar un precio asequible, igual que con el vídeo doméstico Cliff’em all (1987), en el que celebraron a su fallecido bajista Cliff Burton y para cuya confección pidieron ayuda a los fans, quienes aportaron grabaciones rudimentarias de los shows previos a su fallecimiento. Hermanamiento en el trauma, no es baladí. Sumemos el trabajo constante: crecimiento continuo tras telonear a Ozzy Osbourne en 1986, salto a las arenas por sí solos en 1989 y explosión comercia con el Black album, cuyo refinamiento atrajo multitud de fans provenientes de estratos demográficos diversos. Y fue en esa gira que crearon el snake pit, un foso en mitad del escenario que alojaba fans, permitiéndoles una perspectiva del espectáculo única.
Load llega en un momento en que Metallica ya ha roto el techo, jugando en la misma liga que U2 o los Rolling Stones, con la seguridad de que atraerán masas y al margen de cómo sea el álbum que publiquen. El público acude a la marca, no al producto. Son muchos factores los que contribuyen a la consecución de estatus. Uno de ellos de veras esencial es la capacidad de confeccionar canciones. Suena a obviedad, pero no lo es. Dentro de la escena thrash que ellos mismos ayudaron a crear, Metallica eran los únicos que siempre tuvieron claro lo importante que es la estructura. Ya avanzara la canción a mil revoluciones por minuto con cien cambios de ritmo, siempre había una estrofa, un puente y un estribillo. Y melodías. No es ni bueno ni malo, pero facilita la asimilación. Y eso es algo que no pueden decir sus compañeros generacionales, ni tampoco las bandas de metal modernas, perdidas en la brutalidad sin entender que si el cantante no canta, la canción no será cantada. Las canciones de Metallica siempre se pudieron cantar, incluso las de su crudo debut.
Aunque Load partía del Black album, daba algunas zancadas lejos de él. No hablemos ya de la distancia que marcaba respecto a sus cuatro primeros álbumes cuando hacían thrash puro. Pero en la cadena tenía sentido y, muy probablemente, Metallica seguían consumiendo música, pudiendo ser que vivieran en el mismo plano que sus oyentes y, por lo tanto, siendo impactados por Alice In Chains, Corrosion of Conformity, la resurrección de Johnny Cash y la cada vez más clamorosa reivindicación de Black Sabbath como banda influyente. El sencillo “Until it sleeps” indicó todo a las claras y el resto de las canciones que conformaba Load lo subrayaron. Metallica estaban ejerciendo de catalizadores, encapsulando el zeitgeist.
Una nueva escucha basta para comprobar que es atemporal. La interpretación es natural, el bajo posee entidad por primera vez desde Master of puppets y las letras son tan confesionales que hielan la sangre. Hay atrevimientos, pero lo cortés no quita lo valiente. En Load las canciones épicas no cambian de tempo cada dos por tres, sino que se arrastran como caimanes de pantano. ¿No están “Bleeding me” y “Outlaw thorn” entre lo mejor del grupo? Y hay que tener coraje para firmar una canción country como “Mama said”, que encima sea de lo mejor del álbum ¡y acabe siendo sencillo! ¿Y qué tal “Hero of the day? Ese mix de alternative pop y thrash (sí, tiene doble bombo y todo).
Cada uno tiene sus favoritas, pero años después “King Nothing” aún sigue sonando en los conciertos y es muy bien recibida, siendo la gran superviviente de Load —algo normal teniendo en cuenta que la banda crea nueva música y también tiene que mantener los clásicos de siempre en su repertorio—. Y “Until it sleeps” y “Bleeding me” de cuando en cuando también sacuden los estadios entre aplausos.
Es cierto que esta era descarriló, pero lo hizo sin tomar prisioneros y según sus reglas. Reload decepcionó, aunque tuvo tiempo de dejar un par de clásicos, la fusión con música clásica de S&M fue horrible, aunque dejará dos buenos temas inéditos (“Human” y “No leaf clover”) en la línea de la era y la interesante “I disappear” se desperdició en la banda sonora de Mission Impossible II (2000).
Pero nada, absolutamente nada de ello, fue un fracaso. Al contrario, los álbumes se despacharon y Metallica siguieron siendo una atracción de masas, mientras clásicos del metal de la talla de Iron Maiden y Judas Priest perdían cuota de mercado y compañeros generacionales como Megadeth y Slayer trataban de hacer frente a un nu metal que amenazaba con jubilarlos. Allí donde otros resistían, Metallica prosperaba.