Nik Cohn: «Marianne Faithfull resumió todo lo que era el pop»
El 30 de enero fallecía la cantante y actriz británica Marianne Faithfull. Hoy, Luis Lapuente, quien tuvo la oportunidad de charlar con ella en alguna ocasión, repasa su vida y obra ya convertidas en un imponente legado.
Texto: LUIS LAPUENTE.
Marianne Faithfull fue mucho más que la gran musa del rock decadente y canalla de los años sesenta, mucho, muchísimo más que aquella pareja de Mick Jagger que se deleitaba en epatar a la puritana sociedad británica de la época del swingin’ London. Compositora y cantante de talento singular, Faithfull desarrolló una carrera artística llena de matices, donde cabían tanto las viejas melodías berlinesas de Kurt Weil como los guiños al reggae de Gainsbourg o al pop luminoso de Jackie DeShannon.
Según Nik Cohn, «Marianne Faithfull resumió todo lo que era el pop. Su madre era baronesa, una mujer de verdadera clase, y ella había estado internada en un colegio de monjas. Cuando salió, Andrew Loog Oldham se la encontró en una fiesta y la fichó de inmediato. Puede comprenderse por qué: era la cara perfecta. Tenía una melena rubísima que caía a su alrededor y parecía increíblemente virginal, increíblemente sexual y tenía la sonrisa triste más extraña que te puedas imaginar. Cuando cantaba, suspiraba y dejaba caer los párpados en poses de una pureza infinitamente libidinosa».
En 1965, después de haberse sometido al primero de cuatro abortos (embarazada entonces de Gene Pitney), los Rolling Stones le regalaron un diamante en bruto, “As tears goes by” y Marianne aprovechó la oportunidad para apurar hasta la última gota de una botella, entonces, tan fascinante como venenosa, consciente de que muchos la miraban como portaestandarte de la desvergüenza y de la juventud más rebelde y transgresora.
Se casó con John Dunbar, que regentaba una galería de arte, tuvo un hijo con él y luego se separó para emparejarse con Mick Jagger (1966-70), actuó en cine y televisión y se hizo famosa por su toxicomanía, contra la que lucharía durante años. Inspiró algunas de las gemas de los Stones de la época (“Wild horses”, “You can’t always get what you want”) e incluso firmó con Jagger y Richards, en 1969, el tema “Sister morphine” (del elepé Sticky fingers), cuyo texto habla de un hombre que sufre un accidente de tráfico y muere en el hospital mientras pide morfina para mitigar el dolor que le producen las heridas.
En 1979 publicó su séptimo elepé, el extraordinario Broken english (Island Records). En 1985 abandonó la adicción a la heroína y dos años después grabó otro de sus mejores trabajos, el álbum Strange weather, producido por el gran Hal Willner, con Bill Frisell y el Dr. John abrillantando una hermosa colección de blues nocturno y cabaret decadente, con esa característica voz de lija cincelada por el tabaco, ideal para transitar por el callejón de los sueños rotos.
En 2018, recién publicado el que sería su penúltimo álbum, Negative capability, me pasaron el teléfono de su residencia parisina y pude conversar casi una hora con ella acerca de su vida y su legado: «En realidad, solo vivo algunas temporadas en mi casa de París. El resto del tiempo lo paso en Irlanda, donde mantengo el domicilio familiar y procuro llevar una vida tranquila, muy lejos de la locura cotidiana de Londres. Hace mucho tiempo que no me gustan demasiado Inglaterra y los ingleses, tan encorsetados y ceremoniosos, pero tampoco tengo ninguna animadversión personal contra mi país. Ahora, solo voy a Londres de visita, cuando quiero ver a viejos amigos o a familiares que aún viven allí».
No tuvo empacho en despreciar al personaje que encarnó en sus años de vino y rosas: «¡Joder! Yo fui una adolescente bastante estúpida y engreída. Compraba los discos solo por el diseño de las portadas, aunque a veces no me equivocaba. Ahora tengo otras prioridades. Me encantan Kurt Weill, la música clásica, el jazz, John Coltrane, Miles Davis, Charlie Parker, Ben Webster, música relajada que me ayuda a concentrarme. Y acabo de comprar un buen lote de viejos discos de Police y de mi admirado Nick Cave, que escucho a todas horas».
Y no, en ningún momento hizo gala de su ilustre antepasado, el barón Leopold Von Sacher Masoch, ni tampoco alardeó de su larga carrera cinematográfica. Recién concluido el rodaje del film House of boys, Marianne Faithfull disfrutaba hablando de su papel de prostituta en Irina Palm, la cinta de Sam Garbarski que la mantuvo en contacto con el mundo exterior mientras libraba su particular batalla contra el cáncer de mama: «Me encanta esa película. Sam me ofreció un gran papel, una mujer fuerte, capaz de luchar por su vida, la clase de personaje en que me reconozco y que me ayuda a implicarme más en el trabajo de interpretación. Por eso me haría muy feliz recibir algún día una oferta de Pedro Almodóvar…». La oferta nunca llegó, a pesar de que la dilatada carrera cinematográfica (Georgina, Hamlet, El chico de la motocicleta, Intimidad…) de Marianne está plagada de historias importantes y papeles llenos de vitalidad, como el de la madre de María Antonieta en la película homónima dirigida por Sofia Coppola: «Tanto María Antonieta como su madre fueron mujeres de una gran personalidad. Me sentí muy identificada con ambas en el transcurso de aquel rodaje y procuré reproducir el intenso componente de sensualidad que aquella mujer transmitía en su lenguaje corporal».
Exorcizados sus viejos fantasmas en el libro Faithfull: an autobiography (Cooper Square Press, 2000), Marianne preparaba una segunda entrega que no llegó a terminar, por distintos compromisos y problemas de salud (hepatitis C, cáncer de mama, neumonía por COVID) que irían salpicando los últimos años de su vida: «La verdad es que aquel primer tomo contaba más sobre otras personas que sobre mí. Aunque hablo de momentos muy duros de mi pasado (las drogas, los abortos, la miseria), yo no tengo ninguna sensación dolorosa o desagradable al repasar sus páginas, quizá otros sí. Ahora pretendo desvelar mi manera de entender la vida, mis preocupaciones, mis dudas y mis esperanzas en esta sociedad que no me gusta y que sólo tiene una visión superficial y estereotipada de lo que representa Marianne Faithfull».
Consciente de su talento y del peso de su legado artístico, la legendaria cantante se mantuvo estas últimas décadas alejada de la vorágine de sexo, drogas y rock and roll que tantas veces estuvo a punto de arruinar su vida en los años turbulentos del swingin’ London, cuando compartía lecho y excesos con los Rolling Stones y otras fieras del pop anglosajón.
Marianne Faithfull había nacido en Londres el 29 de diciembre de 1946. Murió en Londres el 30 de enero de 2025. Su vida fue un juego de lágrimas que, contra todo pronóstico, duró 78 años.