Manolo Tarancón: A la tercera va la vencida

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«No me considero un buen cantante, hay muchas formas de cantar y me daba cuenta de que las canciones en directo las cantaba de otro modo, y quería cantarlas así. Fue Paco Loco quien me mostró otra fórmula»

«Reflexiones», el excelente tercer disco de Manolo Tarancón, lleva ya unas semanas en la calle, pero no queríamos dejar pasar la ocasión de hablar con él con calma. Juan Puchades se encarga de ello.

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.
Fotos: EDIE ANDREU.

 

 

Son tres discos ya (más algunos epés y ediciones especiales), así que iba siendo hora de dedicarle tiempo a Manolo Tarancón mediante una larga entrevista en la que pudiésemos saber más de él. Además, su nueva criatura discográfica, «Reflexiones», es la definitiva (por ahora, lógico), en la que parece que ha hallado el tono que andaba buscando, su propio lenguaje musical en el que, por supuesto, se reconocen sus maneras habituales, las que algunos vamos siguiendo de cerca desde hace unos años. De paso, ha dejado un disco formidable, con grandes canciones en las que se ha quitado de encima la melancolía y ha abierto puertas al optimismo. La doble producción –Carlos Soler en unos temas, y Paco Loco en otros–, lejos de resultar chocante, empasta perfectamente y hace que el disco gane enteros por la armoniosa convivencia de ambas. A la hora del café, ponemos la grabadora en marcha.

Naciste en Burriana, en 1977, y en tu biografía se te cita como castellonense, sin embargo, prácticamente siempre has vivido en Valencia, ¿es así?
Sí, vine a Valencia con seis años. Aunque nací en Burriana, considero Valencia como mi ciudad, que es donde he vivido desde entonces. Vinimos por un compromiso laboral de mi padre, lo que supuso que, en primero de EGB, estando a mitad de curso, me cambiaran de colegio.

Quizá la gente no lo sepa, pero en tu familia cuentas con un ilustre antepasado, tu tío-abuelo, el Cardenal Tarancón, pieza esencial durante la Transición. ¿Llegaste a conocerlo?
Sí, lo conocí, quizá no a la edad adecuada porque tienes la cabeza en otras cosas, pero mi padre me hablaba de él y la verdad es que me hubiera gustado conocerlo más.

Tu padre, Manuel Tarancón, fue un político muy conocido en Valencia, comenzó en el Partido Democrático Liberal, que luego se integró en la UCD y más tarde en Alianza Popular…
Sí, era una época de mucha actividad política, con muchos partidos, yo de esto guardo recuerdos de niño, pero muy borrosos.

Hay que decir que tu padre, pese a militar en el PP, y más que un político tal y como los entendemos ahora, era un intelectual.
Sí, y de hecho era una amenaza para muchos miembros del partido, porque el que tuviera una mente tan abierta a mucha gente no le gustaba y, de hecho, lo demostró, por ejemplo reeditando toda la obra de Max Aub, cuando se suponía que era una persona claramente de izquierdas, pero mi padre estaba al margen de esas consideraciones.

Puedo dar fe de que gente vinculada al PSOE hablaba maravillas de tu padre mientras fue presidente de la Diputación de Valencia.
Sí, mira, creo que lo de Max Aub que te decía lo editó siendo presidente de la Diputación. Él lo de la política lo entendía como algo muy global, pues su pretensión era que el ciudadano tuviera acceso a la cultura de forma mucho más sencilla. Me parece que ese era su objetivo primordial, al margen de otras consideraciones políticas.

Parece que tenía una biblioteca personal bastante espectacular, ¿era así?
Sí, de hecho hace poco tuvimos que entregar parte de su fondo a la biblioteca de San Miguel de los Reyes porque era imposible mantenerla en casa. Mi madre sufría mucho por los libros, porque no cabían en casa, de hecho siguen sin caber.

¿De niño te dejaba trastear en la biblioteca?
Sí, me dejaba mucho. Y además me compraba muchísimos libros. Siendo yo más mayor recuerdo que tenía especial obsesión con que leyera «El mundo de Sofía», de Jostein Gaarder; quería que tuviera una sólida base filosófica y a la vez me introducía en la literatura. Recuerdo que daba muy en el clavo con cada cosa que me recomendaba con la edad que tenía en cada momento. Le tengo mucho cariño a su biblioteca, y de hecho tengo algunos libros en mi casa.

¿Con tales antecedentes no tuviste tentación de entrar en el seminario o en política?
Ha habido gente que me ha dicho que podía valer para la política. Pero lo bueno de todo esto es haber visto cosas tan de cerca, tan desde dentro, que si algo tuve claro es que no quería dedicarme a la política. Yo no tuve claro qué quería hacer, pero sí qué no quería hacer, y aunque mucha gente me alentaba, me aburría soberanamente y me parece algo tan sucio y mentiroso que no. Aunque la política es inevitable, está en todos los órdenes de la vida y tampoco podemos desprendernos de ella. Pero no, nada, fuera, política no, y seminario ni de coña [risas], bastante tuve con ir a un colegio de curas durante años y, joder, si hubiera podido evitarlo, lo habría evitado.

¿Recuerdas cuándo comenzaste a escuchar discos?
Sí, eran discos de mis padres, que tenían muchos vinilos. Tenían casi toda la discografía de Julio Iglesias, parte de la de Juan Pardo, recuerdo recopilatorios de Los Brincos, uno muy chulo del Dúo Dinámico, que escuchaba mucho. Pero sobre todo escuchaba muchos discos de mi tío, que había vivido la llegada de los Beatles, y a él le cogía vinilos de músicas que no entendía bien qué eran pero que mi cabeza seleccionaba. Desde luego me gustaban mucho más los de los Beatles que los de Juan Pardo, pero todo lo que me caía en la mano, lo escuchaba.

¿Crees que el escuchar música variada te ha servido a la hora de dedicarte a la música?
Seguramente, porque no me ciño a un género en concreto, me gusta escuchar música de todo tipo, en todos los géneros y en todos los estilos hay cosas interesantes y estoy abierto a ellos.

¿Cuál fue la primera guitarra que tuviste, y cuándo?
La primera guitarra era de mi madre, o de mi tía, que siempre ha habido mucha discusión entre ellas a costa de quién era. El caso es que la cogí y mi primo empezó a darme algunas clases, las típicas canciones con acordes de campamento. Empecé de forma autodidacta, tendría menos de quince años. Luego, por diez mil pesetas, le compré a un colega la primera réplica de Stratocaster, que era chunguísima, no tenía ni ampli. Aprendí con canciones tipo ‘Sabor de amor’, de Danza Invisible, que hasta que no la hacía en la guitarra, no paraba; también temas de Los Rebeldes y de Loquillo, que mi primo era muy fan de Loquillo, en la época del disco rojo, «Hombres», y empezó a pasarme canciones suyas para aprender.

Sé que también tienes un pasado heavy: confiesa.
[Risas] Sí, me gustaba, no sé si era heavy exactamente, pero era un tiempo en el que en el colegio se llevaba mucho esa estética y creo recordar que era cuando estaban de moda los Guns n’ Roses. Recuerdo el elepé «Appetite for destruction» como algo que todavía puedo escuchar, me parece un disco mítico, y no sé si porque me gustaba mucho el género o porque tenía necesidad de hacer cosas con gente, porque siempre he sido muy tímido, y aunque haya compuesto mis cosas, me costaba mucho sacarlas de las cuatro paredes de la habitación, estuve en un grupo heavy. Yo era el vocalista, el grupo todavía funciona, ahora se llama Deus Irae. Estuve cantando con ellos unas cuantas veces, pero la cosa no pasó a mayores. Hacíamos una versión de Metallica y yo era incapaz de cantar de ese modo. Ahí me di cuenta de que ni yo les aportaba nada a ellos, ni ellos a mí, y tiré por otro lado.

¿Y fue ir tú solo con tu guitarra?
Sí, también recuerdo que un colega del grupo heavy me dejó un cuatro pistas analógico, creo que era un Fostex, y comencé a grabar cosas tocadas con la guitarra eléctrica chunga. Comencé a hacer mis cosas.

También pasaste por Derecho y por Periodismo, ¿no?
Sí, siempre había querido hacer periodismo, pero por desgracia no me fue muy bien y acabé aprobando en septiembre la selectividad y en casa había presión para que no perdiera un año, así que me matriculé en Derecho, y me pasé prácticamente tres años en el bar porque no me gustaba nada, bueno, alguna asignatura como derecho romano, que me parecía bastante morbosa. Y cuando pude convencer en casa de que esa no era mi historia, me matriculé en Periodismo, pero cuando ya había cogido el hilo, es cuando mi padre se puso muy mal… Además entonces yo compaginaba los estudios con un curro, y lo dejé en cuarto.

¿Tu primer disco, «Desde mi interior», debemos considerarlo como tal o como una maqueta?
Es una maqueta, un epé largo, es una aproximación inocente a algo. Lo guardo con mucho cariño, porque es donde conocí a Paco Morillas, una persona importante en mi equipo. Lo grabé con mucha ilusión, en cuatro o cinco tardes, con todo lo que suponía ir por primera vez a un estudio de grabación, con todo el respeto que te provoca. Algunas canciones hoy todavía podría tocarlas en directo y otras ya no. ‘Sin saber dónde voy’ la hago a veces, ‘Caballo ganador’ me gusta, aunque no la he recuperado hace muchos años, pero con canciones como ‘Calle Navellos’ no me siento demasiado identificado.

Tenías veintiocho años cuando salió, ya no eras un niño.
¿Veintiocho? ¿Sí? ¡Joder!

¿Te costó tomar la decisión de dedicarte a la música?
Sí, un año y medio antes, todo fue muy raro, conocí a Roberto Timón, el batería de los Furious Planet y él sabía que tocaba la guitarra, así que un día, en una fiesta, comenzamos a hablar de mis canciones, le toqué algo, me propuso grabar, nos fuimos a una casa de campo por Castellón y en dos días grabamos una maqueta. Mi sorpresa fue que a la gente le gustó, a mí también me gustó el proceso, me picó el gusanillo de pasar de tocarlo tú solo con la guitarra a sacarlo afuera. A partir de ahí ha sido un camino tan intenso que casi no he tenido tiempo de mirar atrás, de pararme a pensar.

En ese disco, o maqueta, citas en algunas canciones a Quique González, Sabina, Antonio Vega, por lo menos ‘Chica de ayer’… ¿te gusta dejar pistas, mostrar de algún modo las cartas?
Sí, es algo que no creo que sea malo. Al final escribo como terapia, para escapar y para sentirme mejor, y cuando escribes de ese modo escribes de las cosas que te pasan, y las cosas que te pasan están ahí y se manifiestan.

Uno en el fondo también es la suma de las referencias que arrastra, ¿no?
Sí, ahora si tuviera que hablar de referencias, bueno, tengo una opinión distinta de Sabina de la que tenía entonces, de Quique posiblemente también, pero en ese momento y en aquellas circunstancias era lo que pensaba.

«Cuántas veces me he planteado quitarme el nombre y salir con nombre de grupo. Quizá de ese modo podríamos estar en algunos festivales más, ahorrarnos las etiquetas y lo que hemos sufrido con ‘Imperfectos’, que muchos medios lo vetaban sin haberlo oído porque les apestaba a cantautor. Pero yo tengo un concepto muy de grupo»

«Más allá de uno mismo», de 2007, fue el primer disco de verdad, hay más rock, es más animoso. Hay un cambio evidente. ¿Tenías claro por dónde querías ir?
El que lo tenía muy claro era el productor, Ximo Gimeno. Me lo recomendó Paco [Morillas] un día que pasó por el estudio. Yo necesitaba a alguien sólido, con las ideas claras, porque yo lo tenía claro a medias, tenía demasiadas ideas en la cabeza y el productor era el que tenía que encauzar todo aquello, y elegimos a Ximo. Para el momento fue una buena elección, aunque ahora no me gusta mucho el sonido de ese disco, porque es verdad que yo hubiera hecho las cosas de otra manera. Me reconozco en esas canciones, pero no en cómo suenan, pero eso no quiere decir que Ximo no hiciera un buen trabajo, que lo hizo de puta madre, pero ahora grabo de otra manera.

Con ese disco y con esfuerzo lograste comenzar a girar por otras ciudades y empezaste a ver lo difícil que es dedicarse a esto. ¿Empezó a haber desesperación en aquel tiempo?
Había altibajos, yo era un tío que quería salir a la calle y quería tocar y me lo podía permitir, me pilló más joven y con más energía, y lo hice porque había que hacerlo, y disfrutaba. Me iba a Valladolid y solo pensar que había veinte personas viéndome para mí era la hostia. Hice muchas FNAC pensando en que el disco se distribuyera mejor: Todo aquello lo recuerdo como ingenuo pero bonito. Ahora si tuviera la misma fuerza de voluntad, lo haría. Hay que hacerlo para darte a conocer, para coger tablas y ver lo duro que es salir de casa, que el contador se pone a rodar y es un no parar…

Un no parar de poner pasta.
Eso es, poner pasta sin parar.

¿No pensaste en dejar Valencia e instalarte en Madrid, como ha hecho tanta gente?
Sí, lo pensé muchas veces, pero nunca me atreví, creo que fue un tema de cojones, me siento muy arraigado en Valencia, aunque muchas veces echo pestes de cómo es Valencia y cómo es su gente, en global. Pero, bueno, al fin y al cabo, en el fondo pensaba que el desembarco en Madrid podría ser un poco más adelante, con la cosa más rodada. Alguien me dijo, no recuerdo quien, que en Madrid levantas una piedra y salen dos cantautores, y eso es verdad, veías a gente en Madrid a la que no le iba muy bien. Al mismo tiempo empezaban a funcionar las redes sociales y parecía una herramienta que podía darte desde Valencia lo que en otras décadas no era posible. No sé si fue la intención de hacerlo más adelante o que me quise autoconvencer porque no me atrevía.

Para el segundo disco, «Imperfectos», te fuiste a Cádiz a grabarlo con Paco Loco, ¿cómo tomaste la decisión, porque aparentemente en aspectos sonoros parecías alejado de las producciones de Paco Loco?
Es que soy muy radical en las decisiones y había sufrido en la grabación de «Más allá de uno mismo», quería que ‘Playas de Natal’ fuera un tema sucio, pesado, denso, y lo habría tratado de otra forma, las guitarras, el equipo…. lo habría hecho de otra forma. Para entonces Nacho Vegas había grabado conmigo ‘Súper 8’, y lo seguía mucho, seguía su música, su evolución, y empecé a escuchar muchas cosas que había grabado Paco, y me di cuenta que es muy heterogéneo: Nacho Vegas tiene un sonido pero Triángulo de Amor Bizarro tiene otro. Escucho música de los sesenta y los setenta y, al fin y al cabo, tengo ese rollo “vintage” dentro de mí, y veía que «Más allá de uno mismo» había sido demasiado digital y quería irme a lo analógico, y mucha gente me decía que grabara con Paco. Le llamé un poco asustado porque no sabía si me iba a enviar a la mierda, pero casualmente había escuchado ‘Super 8’ y me dijo que sí. Me lo plantee como una aventura, «si tienes claro que quieres continuar en esto mucho tiempo, solo es un disco, y un disco es una experiencia, puede salir bien o puede salir mal, pero habrá más». Además veía que ya tenía las suficientes tablas como para colaborar con alguien que tenía su forma de trabajar muy clara.

En ese disco, comenzaste a cantar de otro modo, creo que empezaste a encontrar tu forma de cantar, incluso inspirada por la manera de enfrentarse a las canciones de Nacho vegas. ¿Es así?
Fui dándome cuenta con el tiempo de que en «Más allá de uno mismo» sufrí mucho grabando las voces, Ximo quería que llegáramos a un punto que yo no tenía demasiado claro, no me considero un buen cantante, hay muchas formas de cantar y me daba cuenta de que las canciones en directo las cantaba de otro modo, y quería cantarlas así, y fue Paco Loco quien me mostró otra fórmula. Me decía «grábate una toma de voz entera», y disfrutaba, me daba cuenta de que prefería que la voz estuviera un poco desafinada, pero cantaba con rollo. No quería una banda al servicio de una voz, el proyecto lleva mi nombre, pero podría ser perfectamente un grupo. En las mezclas de la canción ‘Alfama’ vi que eso era justo lo que quería, una voz empastada. Fue Paco el que me llevó a ese terreno, quizá también por la influencia de Nacho, pero con Paco vi muy claro cómo tenía que cantar.

Aquel año estuviste de telonero en los últimos conciertos de Antonio Vega, ¿hubo buena relación con él? ¿Cómo recuerdas aquella experiencia?
Uf, hubo muy buen rollo y ojalá muchos músicos fueran como él… Uf… ¡Madre mía! Lo conocí acojonado: llegamos tarde a la prueba de sonido en la Bikini de Barcelona y fue él quien vino a saludar, se notaba sinceridad, porque a veces las formas te obligan a hacer equis cosas pero no las sientes, y en él se notaba que todo lo que hacía lo hacía porque lo sentía. Vino a pedirme mi guitarra, la Gibson, porque quería afinarla en una tonalidad distinta, porque quería tocar con ella ‘Estaciones’, y me pidió si se la podía dejar, joder… A partir de allí surgió la posibilidad de hacer un concierto en Gandía, otro en Murcia y me convertí en el telonero de lo que iba haciendo en aquella gira. En Gandía llegaron tarde, y él venía sin pipa, sin ayudante, él mismo iba moviendo su ampli. No sé, algo que otro músico de su nivel estaría en el camerino esperando a que sus pipas se lo monten. Vi algo increíble, y venía y nos preguntaba a mí, a los músicos de mi banda. Le gustó mucho «Más allá de uno mismo», porque «Imperfectos» no llegó a escucharlo, creo que las maquetas sí que las oyó.

El año pasado montaste junto a Fabián La Viejita, ¿cuáles son las intenciones del sello?
En principio esto surge en Colombia, que nos fuimos allí a hacer unos bolos y Fabián ya tenía lo de La Viejita, el nombre, iba como calentando motores y los dos estábamos muy quemados. Nos dimos cuenta que después del trabajo de campo que llevábamos podíamos hacer lo mismo que un sello independiente y dar salida a nuestros trabajos.

En algún momento os denominé a ti, a Fabián, a Alfredo González, la generación perdida. ¿Corréis el riesgo de acabar por serlo, una generación perdida?
¿Sabes? Yo me quedé mucho con eso que dijiste y a mi banda le gusta mucho, así que es posible que nos llamemos Manolo Tarancón y la Generación Perdida. Pero sí, nosotros vivimos el presente y no nos damos cuenta, pero cuando miras en perspectiva, con frialdad, ves cuánta gente con un talento brutal ha pasado sin pena ni gloria. No lo digo por mí, pero Fabián y Alfredo tienen un talento muy bestia, e igual llega un momento en que echemos canas –que yo ya las estoy echando– y tengamos que sobrevivir con otras cosas. Igual en el futuro se nos ve así, como una generación perdida que pasó sin pena ni gloria.

En este disco has dado un paso muy importante con respecto al anterior, ¿has conseguido el sonido que querías?
Sí, porque es como la fusión de «Más allá de uno mismo» e «Imperfectos». Me he visto sin presiones, porque tampoco esperaba mucho, quería pasármelo bien, disfrutar con la banda, estar a gusto, y es el disco en el que menos nos ha temblado el pulso a la hora de decidir y en el que más seguros estamos de lo que se ha hecho. A nivel de composición, a nivel de producción y a nivel de resultado sí creo que es el mejor disco. Es un híbrido interesante en cuanto a trabajos anteriores, los temas son menos oscuros, más luminosos, con más color, más vivos. Creo que esto al final tiene que ver con estados de ánimo, quizá estoy más positivo que en años anteriores y eso también se nota en las canciones.

¿Por qué los dos estudios de grabación y los dos productores?
Yo estoy contento con lo que he ido haciendo y Paco Morillas ha sido muy importante en mi vida musical, pero también Paco Loco, y veía que había canciones muy claras para Paco Loco y canciones muy claras para que las produjera no Paco Morillas sino Carlos Soler, en Valencia. También ha pesado mucho que quería contar con cierta gente de la escena valenciana y haberlo hecho todo en Cádiz habría hecho imposibles las colaboraciones.

¿Vuelcas mucha sinceridad en las canciones, dejas mucho tuyo en ellas?
Sí, siempre. «Más de mil manías’ habla de la cantidad de manías que tengo, es una especie de terapia personal, me río de mis propios defectos, de lo maniático que puedo llegar a ser. Me estoy descubriendo mucho. Y en otros temas creo que también, como en ‘Viejas fotos’ que, al fin y al acabo, es una continuación de ‘Cómo me acuerdo de ti’, una canción que va dedicada a mi padre. No escondo nada, no me importa que la gente lo vea, en ese sentido es parte de la figura del que compone. Concretamente en este disco, las letras son totalmente autobiográficas.

¿Serías capaz de enumerar tus 826 manías?
[Risas] Las 826, no, pero a quinientas podría llegar, si no yo, quien me sufre día a día podría enumerar más de 826.

Las canciones reflejan un optimismo y un positivismo mayor que en discos anteriores, ¿estás viviendo mejores tiempos en lo personal?
Sí, me siento muy arropado en lo sentimental. Si miro atrás no puedo más que agradecer el esfuerzo que ha puesto cada uno de los músicos y me siento un afortunado porque siempre he podido contar con un equipo tan profesional y que lo han dado todo. En ese sentido tenía miedo, porque suelo escribir de cosas más melancólicas, más tristes, en fases en las que estoy más jodido, y para este han salido canciones más positivas, sí. Al fin y al cabo las canciones reflejan el momento que vives y ahora, en lo sentimental y en lo personal estoy mejor.

Así que rompes el tópico de que para escribir buenas canciones hay que estar jodido…
[Risas] Sí, y me siento contento de haberlo hecho, porque tenía miedo, miedo de que no saliera nada y que tuviera que esperar a que llegara un punto de conflicto muy complicado para poder extraer y volver a utilizar la música como terapia. Sí, era la primera vez que me sentía así de bien y además creo que han salido buenas canciones, así que estoy muy contento.

Se te ubica como cantautor y, sin embargo, incluyes dos instrumentales en el disco, ¿por qué?
A ver, cantautor, sí, pero cuántas veces me he planteado con gente que ha formado parte de mi banda quitarme el nombre y salir con nombre de grupo. Quizá de ese modo podríamos estar en algunos festivales más y ahorrarnos las etiquetas y lo que hemos sufrido con «Imperfectos» a la hora de hacer la promoción, que muchos medios vetaban el disco sin haberlo oído porque les apestaba a cantutor, eso me ha pasado. Pero yo tengo un concepto muy de grupo y me encantan las bandas instrumentales.

¿Qué te aportan, como creador, los temas instrumentales?
Es una forma de componer que requiere todavía de más presión. Grabando «Horas vacías» veía que los temas se desarrollaban antes de meter la voz y me daba cuenta de que estaba expresando más con la instrumentación que muchas veces llenando con palabras. Era una sensación muy positiva y estaba viendo que estaba diciendo algo, que es lo que hay que hacer con las canciones, sean instrumentales o sean con letra.

Últimamente trabajas como programador de la sala Matisse. ¿Cómo llevas lo de estar en el otro lado del negocio?
Es muy complicado, porque para mí la música es algo muy especial, y transformarlo en algo rutinario, me agobia. Pero tengo que comer y prefiero estar trabajando ahí que de oficinista, con todo el respeto a los oficinistas. Básicamente lo que intento es suplir las carencias con que yo me encuentro cuando voy a tocar fuera, sé cómo está el músico, sé cómo es el momento que estamos viviendo y lo menos que se puede hacer desde esa posición es intentar que el músico se sienta como en casa y que, por lo menos, al margen de que le haya ido bien, mejor o peor la taquilla y el concierto, se vaya a gusto. Ese es mi objetivo, y en ello estoy. También aprendes muchas cosas a nivel de producción y, sobre todo, me está permitiendo ver muchísima música a diario, porque no hay nada como los directos, así que es muy positivo.

Estas son las fechas de la gira de presentación de «Reflexiones», de Manolo Tarancón:

26 mayo. Valencia. Electropura.

1 de junio. Barcelona. El Col.leccionista.

2 de junio. Andorra La Vella. La Fada Ignorant.

3 de junio. Empúria Brava. Síkim Cafè Teatre.

9 de junio. Castellón. Veneno Stereo.

16 de junio. Murcia. Sala B Murcia.

19 de octubre. Madrid. Fotomatón Bar.

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