“Mañanas negras como el carbón”, de Brett Anderson

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LIBROS

“Anderson escribe con escalpelo. Su análisis conmiserativo enreda el corazón del lector y lo fascina con su pulso estilístico”

 

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Brett Anderson
“Mañanas negras como el carbón”
CONTRA, 2018

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Parece que 2018 es el año de Suede. A la reedición de sus discos, y su recién publicado “The blue hour” se suman las memorias en que Brett Anderson se sincera hasta purgarse del todo y explicarse a él mismo cuáles han sido sus fracasos, porque el libro se frena justo en el punto en el que les llega el éxito, o más bien el reconocimiento. Anderson cree que lo que viene después no tiene importancia. Prueba de este espíritu conmiserativo está en el título. No se trata de la visión tras una ventana de la campiña inglesa herida por las minas. Su pueblo —la ciudad dormitorio de Haywards Heath, entre Londres y Brighton— no posee estas explotaciones. Se trata de la sensación lacerante que le domina tras un fracaso amoroso.

De hecho, Haywards Heath no posee ni explotaciones ni nada, únicamente familias de clase media tirando a baja, así que nuestro líder viene a ser otro héroe de la clase obrera que viene de viviendas de protección social, figura tan tópica en las islas británicas que casi no hay cantante que se precie que no haya salido de ahí. De padre multioficios y madre costurera —y con obsesión por economizar, como buena hija de la posguerra—, la infancia de Anderson no presagiaba el mundo de luminosidad glamourosa que va a vivir en los 90. Tampoco su juventud, disuelta entre pisos compartidos de colchones en el suelo y callejeos entre vertederos.

Como en tantos otros, la aparición del elepé de los Sex Pistols supuso la epifanía que le obligó moralmente a dedicarse a la música alternativa, aunque sus parámetros no coincidan del todo con los del grupo de Sid Vicious y el juntarse con desquiciados no ayude mucho. Aparecen entonces las primeras novias, la llegada de un jovencísimo Bernard Butler —su Johnny Marr particular, por esa época están fascinados por The Smiths— y los primeros bolos. Un Anderson humano, que es capaz de dejar su vida para dedicarse en exclusiva a atender a un padre recién separado y fracturado en cachitos anímicos siempre.

Lo realmente fascinante del libro es que Anderson escribe con escalpelo. Su análisis conmiserativo enreda el corazón del lector y lo fascina con su pulso estilístico. Está obsesionado por saber de dónde vienen sus canciones, qué hay de su familia en ellas, cómo influye en sus estructuras su interés por la ciudad y su urbanismo, cómo se revuelven en ellas sus fracasos amorosos. Y todo con un estilo detallado y claro, justo en el análisis, nada retórico, para llegar a una conclusión que empapa como tema todo el libro: sus canciones nacen del dolor.

Anterior crítica de libros: “¿Quién cantará en tu entierro?”, de Juan Carlos León.

 

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