Maderita, el encuentro de Julio Bustamante y Ciudadano

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Maderita, el encuentro de Julio Bustamante y CiudadanoMaderita es la última sensación, vía boca-oído, del pop valenciano: el grupo surgido de la unión de Ciudadano, la banda indie de El Vedat, y del juglar urbanita Julio Bustamante. Les separan un par de generaciones, pero la vida y la música libre no saben de estas cosas y han dejado que sus caminos se cruzaran en un puñado de canciones que han ido presentando en locales valencianos en los últimos meses. Su mágico folk de raíces norteamericanas bañado de sol mediterráneo ha quedado registrado en un primer álbum que en breve estará en la calle. Cuatro canciones se pueden escuchar en el Myspace de Maderita, de donde también hemos sacado este texto de presentación del grupo:

Historia de una Maderita

Las cosas que tienen que pasar antes o después acaban ocurriendo, y siempre cuando menos las esperas. Un aguacero comienza por unas pocas gotas aisladas, de la misma forma que un viaje se inicia con unos pasos escuetos y vacilantes. Así el encuentro entre los integrantes de Maderita vino afianzándose a través de contados contactos, propiciados por la mutua consideración y unas amistades compartidas que alentaron siempre las circunstancias que desencadenarían lo que ha llegado a ser, con el tiempo, una auténtica lluvia de canciones.

Todo comenzó dos o tres años antes, cuando los de Ciudadano estaban ultimando Libros de Viajes y llevaron a Julio Bustamante. a su estudio para acabar de componer con él uno de los temas del disco. Después de eso pasó bastante tiempo hasta que decidieron actuar juntos en el Día de la Música del 07, en la sala Matisse de Valencia. A partir de entonces, una vez comprobada en directo la eficacia del curioso artefacto, se decidió que en cuanto el calendario lo permitiera había que empezar a dar forma a toda aquella avalancha de ideas y sonidos que empezaba a generarse.

Eso sucedió finalmente varios meses después, sin previo aviso, una buena mañana de marzo. Julio esperaba el tranvía que le había de llevar hasta El Vedat, donde tenía previsto pasar el largo fin de semana fallero, lejos del infernal ruido, junto a su hermana y su familia. A punto estaba de llegar el tren cuando sonó el teléfono y, por arte de magia, escuchó la voz de Sento Gil preguntando si quería ir con él al mismo lugar hacia donde precisamente se dirigía, a pasar el día con los Ciudadano y aprovechar para cantar juntos, tal vez grabar.

El resto de la historia es fácil de suponer. A partir de ahí se desencadenó todo con la fuerza imparable de los fenómenos naturales. Era la primavera en las colinas que rodean la ciudad, con el mar y el puerto allá a lo lejos, mientras por el oeste las montañas se van perdiendo de vista en el horizonte. Uno de esos días, de camino por la pinada en dirección al improvisado ensayo, Julio se detuvo a contemplar el magnífico espectáculo. Pronto se dio cuenta de que, poco más abajo, alguien había colocado un trozo de madera entre dos piedras para poder sentarse con mayor comodidad. Según cuenta, enseguida le vino a la cabeza aquel antiguo proverbio: En medio del temporal hasta el barco más soberbio acaba por sucumbir, sin embargo la madera más pequeña siempre continúa a flote… Vivir para creer, añadió Xema. Y, así, la nave va.

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