“Madame Bovary”, de Sophie Barthes

Autor:

CINE

 

 

“Una adaptación hueca, superficial, centrada en lo exótico, refinado y preciosista de la Francia de mediados del siglo XIX”

 

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“Madame Bovary”
Sophie Barthes, 2014

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

Volviendo una vez más a los siempre recurrentes “clásicos”, esta “Madame Bovary” es una adaptación hueca, superficial, centrada en lo exótico, refinado y preciosista de la Francia de mediados del siglo XIX y menos en la preocupación social y económica que había en la rabiosa crítica a la burguesía y su discurso del texto de Gustave Flaubert.

El filme es bonito y está muy cuidado a nivel de puesta en escena y de creación de imaginario, destacando al personaje protagonista frente a su entorno gracias a los recargados, coloridos y lujosos vestidos y objetos pero también por oposición a los personajes que se cruza. La película está llena de metáforas que se creen sutiles pero que no lo son, resultando obvias y maníqueas (la araña en el ramo de flores, las jornaleras caminando en la dirección contraria) por exageración.

Mia Wasikovska, con diferencia lo mejor del filme, muestra la ingenuidad y elegancia del personaje de manera exquisita y deleita con gran cantidad de mohines y una enorme habilidad interpretativa (y es que la actriz parece haber nacido para interpretar todos los dramas históricos y personajes literarios que sea posible).

El gran error de la película (o al menos la elección que podemos considerar menos acertada) es recrear al personaje protagonista como culpable e irresponsable por sí mismo. Al insistir en una Emma egoísta e inconsciente respecto a lo que sucede a su alrededor no sirve para profundizar en el problema que aquejaba a la Emma de Flaubert: su incapacidad para encajar las ilusiones y promesas de un discurso oficial con lo que le ofrecía la realidad. Ese siempre querer más y la insatisfacción permanente a la que nos somete el sistema con la intención de que, como hace Emma, sigamos comprando, buscando, necesitando, sin darnos cuenta de que la felicidad puede no estar tan lejos como se busca. Ocurre lo mismo con la interesante reflexión que la obra original hace sobre la deuda y el crédito (hoy incluso más pertinente como entonces), una estructura diseñada como trampa a partir de la paradoja entre cómo son y funcionan las cosas y cómo se nos dice que son y que aparece aquí como un fallo del usuario y no del sistema.

Esta película se centra en ella, en sus acciones, Emma es una “pobre tonta” que se deja engañar. No se intenta hurgar en el origen de su insatisfacción, en la imposibilidad de cumplir una expectativas impuestas por un discurso burgués hipócrita, utópico e inalcanzable, el falso mito de la razón última, de la felicidad absoluta, del progreso como único fin. Una desaprovechada oportunidad de verdadera reflexión cubierta de un envoltura llamativa y brillante.

 

 

 

Anterior crítica de cine: “Absolutamente todo”, de Terry Jones.

 

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