Los extraños, de Jon Bilbao

Autor:

LIBROS

«Si alguna virtud destaca en el nuevo libro de Jon Bilbao es su matemática literaria perfecta»

 

Jon Bilbao
Los extraños
IMPEDIMENTA, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Si alguna virtud destaca en el nuevo libro de Jon Bilbao es su matemática literaria perfecta. La estructura está trabajada con tal maestría que cada frase está en el lugar indicado del puzle, cada acontecimiento sucede cuando tiene que suceder y, una vez leída, advertimos que sería impensable en cualquier otro lugar y que era absolutamente necesario. Otra virtud: el convencimiento de que hay un misterio en la historia, un misterio que al final se hace tangible, sin llegar a definirse, pero que durante toda la novela te aborda, sin que aparentemente haya nada escondido. Quizás provenga de las luces que aparecen en el cielo y se desplazan por él en las primeras páginas, directas a la mandíbula. Ha de tener muy clara la andadura de la novela el escritor si en la introducción coloca un episodio tan llamativo.

Con estos materiales de construcción, la novela entra en el ambito de esos relatos iceberg, aquellos en los que lo invisible es el décuplo de lo mostrado, como Una vuelta de tuerca, de Henry James, o “Casa tomada”, de Julio Cortázar, con el que tiene puntos de conexión bastante más materiales. Katharina y Jon pasan el invierno en una casa que los padres de él poseen en el pueblo asturiano de Ribadesella. Las cosas no van del todo bien en la pareja, pero deciden tácitamente establecer una tregua —rota también en ciertos momentos— porque aparece un primo de Jon, Markel, y Katharina, sobre todo, decide dedicarse a ser buena anfitriona. Con Markel llega Virginia, que no es su pareja, sino una asistenta que la ha puesto su padre, que había emigrado a Santiago de Chile, donde viven. Una llamada a los padres de Jon sanciona la invitación: son primos y debe agasajarlos.

El problema es que deciden quedarse más de lo que una visita debe cumplir. Por unas cuestiones o por otras no acaban de arrancar hacia su siguiente escala, Madrid. Poco a poco, van ocupando diversos territorios de la casa, y el día que hacen sesión de fotos antiguas, Markel, que se reconoce en una, parece asaltar los recuerdos de Jon y hacerse con ellos. Un día, aparecen unos perros que son de la pareja visitante. A Virginia los perros le resultan molestos, la inoportunan.

Progresivamente, el desorden se va acumulando. No solamente el físico, que descubren al entrar en la habitación de sus invitados, dentro del orden y de la rutina que han establecido dentro de casa también parece esconderse un cierto desarreglo, una tensión con piel de equilibrio. En este sentido, la narrativa de Jon Bilbao es paralela a la de Cristina Fernández Cubas.

Una narración, como la de la autora barcelonesa, llena de metáforas justas, que no se dejan ver pero pintan la escena con exactitud. También de símbolos que son evidentes sin ser tópicos. Tormentas o relación con el trabajo dicen mucho más de lo que dicen sin resultar un recurso fácil. Porque no es una novela fácil, es una novela que, sin que haya nada especialmente inquietante, resulta del todo inquietante.

Anterior crítica de libros: Los Negativos. ¡Bony es Dios!, de Àlex Oró.

Artículos relacionados