Los días pasarán, de Flecha Valona

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DISCOS

«Queda patente que el grupo tiene, bajo su unidad, una soberbia amplitud de criterios y que a cada escucha va creciendo más»

 

Flecha Valona
Los días pasarán
ESMERARTE, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Flecha Valona tiene nombre de una clásica ciclista belga, aunque ellos son de Jerez de la Frontera. Tras su primer elepé, Running in a circle, se estrenan ahora en castellano y con molduras un tanto más sureñas, aunque no del todo. Una primera escucha los deriva, en ese cóctel equilibrado de referencias que han encontrado, hacia la década de los setenta. Cuando uno se adentra en el disco escuchando “Los días pasarán”, se enfrenta a fraseos tajantes, melodías bien marcadas, cierto aire épico, estribillos hechos con escuadra y cartabón, coros en primer plano… Cuando acaba, te das cuenta de que se trata de una maravilla de canción.

También lo es “Qué te puedo dar”, una historia de amor entre indigentes medida en su melodía, equilibrada y perfecta, y con un plus de intensidad. Una intensidad que va acrecentándose a medida que discurren las canciones finales y que ya es patente en el impresionante muro de sonido de “El despertar de mayo” —alegoría de la represión sufrida por el pueblo colombiano en mayo de 2021— o en el fondo instrumental, medido y denso, de “Piedra o papel”, dedicado a la memoria de Víctor Jara en un recorrido por su vida.

Y, entre medio de esta línea de impulso, se cuelan temas de muy distinto calado. “El límite”, por ejemplo, goza de ese aire flamenco que hemos destacado, toda esa horquilla que en los setenta iba de Los Puntos a Dolores y que intentaba llevar el pop más comercial a aires del sur. Lo proclama a las claras su impresionante guitarra final. Una guitarra que en “Nadie te quiere ya” adopta aires más hispanoamericanos, de música fronteriza mexicana o de ese rock argentino que tanto ha influido en el nuestro.

Por otro lado, “La capital” está muy cercana a los cantautores de aquellos años en su sintaxis y su letra —de contenido más lírico—, el juego entre la voz principal y los coros o el uso de instrumentación, que recuerda a Aguaviva y a otros grupos de folk que a veces tiraban hacia lo progresivo. También componentes folk tiene “La fiesta de las melodías”, donde los teclados abren espacios que derivan hacia Celtas Cortos o a las gaitas de Galicia, aunque la melodía y el tratamiento de las voces se acercan de manera provechosa a CRAG.

Para cerrar el círculo, “La profecía” hubiera sido un éxito en el repertorio de Nino Bravo, porque lo que queda patente al escuchar el disco es que el grupo tiene, bajo su unidad, una soberbia amplitud de criterios y que a cada escucha va creciendo más. El vocalista y compositor Ezequiel Martínez parece que ha encontrado, aunque desemboque en el cauce donde fluyen tantas músicas, una voz propia llena de optimismo, de ganas de vivir y referencias musicales que esponja el disco con agua clara y fresca.

Anterior crítica de discos: Ytilaer, de Bill Callahan.

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