DISCOS
«La música de Los Baches es actual como la que más, pero bebe de todo lo hermoso que han dado los tiempos pasados»
Los Baches
Los Baches
AUTOEDITADO, 2025
Texto: CÉSAR PRIETO.
Los Baches es un grupo de Barcelona que hace más bonita a su ciudad cuando suben a un escenario. La ha hecho más bonita siempre, porque son históricos y algunos de ellos han coincidido en Los Soberanos, una banda que rescató los sonidos de los años sesenta de manera divertida y vitaminada.
Vamos a sus componentes, uno a uno. La voz se reparte, porque todos, en uno u otro momento, se acercan al micrófono. En las guitarras, tenemos la prestancia de Emmanuele Di Marzo y Albert Valero; al bajo, la elegante seguridad de Pablo Jiménez; y —¡cuidado!—, a la batería a Carlos Mariné, que ha estado en Los Munstang, Los Catinos o los Sirex, toda una leyenda de los años sesenta que aún le sigue dando a las baquetas con precisión de metrónomo y fuerza de temporal.
La música de Los Baches es actual como la que más, pero bebe de todo lo hermoso que han dado los tiempos pasados. Tiene algo de las ilusiones sesenteras, de la energía melódica de la nueva ola, incluso se atreven con ritmos jamaicanos en la refrescante “Celine” o en “Jamaica”. En la primera; con un inicio similar al “Flamenco” de Los Brincos y unas voces cercanas a los Beatles; en la segunda, con una batería plena y vientos que ofrecen alegría y felicidad.
Ya la apertura del disco y de sus conciertos con “Un buen principio” da el tono, acogedor, efectivo, hermoso. Son las sensaciones que ofrece una mañana en la que se escucha la canción que nos emociona. Hay, en el disco, como veremos, dos bloques de canciones. Las que se desarrollan en inglés, y las que oímos en castellano, que salen de la mano de Pablo Jiménez. Las primeras, poseen marcados aires sesenteros, mucho Liverpool y un poco de California; las segundas salen de la new wave, de Costello y Nick Lowe, y están hechas con escuadra y cartabón. Ni falta ni sobra nada.
“Desde un rincón” nos asalta inesperadamente. ¡Qué canción más emocionante! Y sencilla. Alguien que, en un hotel, al pasar unos días de vacaciones, se fija en la chica de sus sueños entre risas y bellezas. Siempre en la distancia. Hay tanta frescura que es difícil no imaginarse en esa situación, arrasado en la distancia por la que en sueños es nuestra chica. Entre las canciones en nuestro idioma también está “Todo va muy bien”, un elogio de la amistad, de las charlas sobre música, libros o cualquier otra cosa. Puedo asegurar que Pablo es experto en eso.
Entre las que están en inglés, encontramos la perfecta placidez de “Julie burning”, el más perfecto cruce que se ha hecho nunca entre los Beach Boys y los Beatles. No llega a los dos minutos, pero uno querría que durara eternamente porque va perfumando la estancia en la que se escucha. Pasa un poco de esos dos minutos “It is love”, levemente psicodélica, levemente deudora de la costa oeste, moldeada con la arcilla de las mejores baladas y con unas impresionantes armonías. “Younger” aumenta la potencia—con su sección rítmica a piñón— y despacha a gusto la energía de las guitarras para conformar la imagen de un grupo versátil, que tanto le da a las emociones como a la musculatura.
De la parte anglosajona también destaca “Mother of all”, mucho más folk, llena de divertimento y disfrute, con un estribillo que se viene arriba. De cuando los Beatles, sobre todo Ringo, se decantaban por hacer eléctrico el country. De la parte más cabaretera de los mismos Beatles bebe “Mrs. Jam”. Incluso se permiten cantar en italiano “L’uomo di poliéster” —Emmanuele es italiano—, adaptarlo al ritmo beat que hacían, por ejemplo, Equipe 84, y añadirle un solo maravilloso.
Los Baches, a pesar de todo lo explicado, no son retro. Son un grupo con canciones sencillas y emocionantes, con armonías trabajadas y resultado impecable. Con cosas sencillas, porque nada más se espera de ellos. Solo que embelesen. Y lo saben hacer muy bien.
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Anterior crítica de disco: Life, death and Dennis Hopper, de The Waterboys.