Los Amigos Invisibles: Los trabajadores del ritmo

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«Todos los años, nuestro itinerario es, más o menos, igual, nada más paramos en el mes de enero, porque es un mes muy fallido para el espectáculo, pero de febrero a diciembre estamos tocando todo el año, y no nos faltan shows»

Los Amigos Invisibles están estos días girando por España para presentar su nuevo disco, «Commercial». Otro de esos artefactos con el inconfundible sello bailable y disparado de la banda venezolana. Conversamos con Julio Briceño, cantante del grupo.


Texto: JUAN PUCHADES.


Aunque residen en Estados Unidos, son los máximos representantes de la música moderna venezolana –mejor llamarla así, que pop–, una máquina del ritmo que se mueve, desde el disco-funk, por los sonidos tropicales y caribeños con un desparpajo y gracia altamente saludables. Su nuevo disco es «Commercial», otra obra en la que Los Amigos Invisibles despliegan todos sus poderes: un sonido contundente, bailable y adictivo con el que es imposible dejar de mover los pies. Y, trabajadores incansables, se dedican a pasear su divertida –pero inteligente– propuesta por todo el mundo, pues permanecen casi de gira constante. Estos días están presentando «Commercial» en los escenarios españoles, y en un hotel de Barcelona cazamos telefónicamente a Julio Briceño, vocalista del grupo, tras una cierta confusión, pensando que estaba en Madrid y no en la capital catalana… Lo que da pie a la primera pregunta, ¿llega uno a distinguir las ciudades cuando está de gira? «Sí, yo trato de disfrutarlas, sobre todo ciudades como esta, porque, de repente, tienes que tocar en ciudades como Houston, Texas, y, bueno… Ok, vale. No por nada, pero hay ciudades más interesantes que otras, o con más cultura, por decirlo de algún modo».

¿El grupo continúa ubicado en Nueva York?
La banda vive desde 2001 en Nueva York, pero, de dos años para acá, está la mitad en Nueva York y la mitad en Miami. Los playeros estamos en Miami; yo soy playero y estoy en Miami.

¿Cómo es que os fuisteis de Caracas a Nueva York?
En 2001 ya habíamos probado lo que era girar por Estados Unidos a través de Luaka Bop, la disquera de David Byrne, y nos dimos cuenta que podíamos vivir de la música tocando en vivo, lo hicimos y vimos a mucha gente, a muchos de nuestros ídolos hacerlo, ¿por qué? Porque llegabas a tocar a un sitio y veías el cartel de que el día anterior habían tocado los Waylers, y los volvías a ver en Washington, y los volvías a ver en Filadelfia, y los sigues viendo hoy en día. De eso viven los músicos.

¿Os habéis introducido bien en la escena de Estados Unidos?
Fuimos poco a poco, pero sobre todo con el espaldarazo que te da el nombre de David Byrne, pudimos hacer ese circuito, y hoy en día lo hacemos. Afortunadamente, hemos podido expandir nuestro mercado y, por cantar en español, también hacemos Latinoamérica. Todos los años, nuestro itinerario es, más o menos, igual, nada más paramos en el mes de enero, porque es un mes muy fallido para el espectáculo, pero de febrero a diciembre estamos tocando todo el año, y no nos faltan shows, vivimos de eso.

Aunque cantáis en castellano, y vuestra música tiene muchas influencias latinas, el fondo es universal y se puede entender en cualquier lugar del planeta, ¿no?
Claro, fíjate, venimos de una gira por Australia, de nueve ciudades, luego Nueva Zelanda, y te das cuenta de que existe un circuito de world music para tocar, sin ser necesariamente Cesarea Evora o Youssou N’Dour –con mucho respeto para esa música–, que la gente te puede seguir. A veces es el mismo artista el que se pone la etiqueta de «no sirvo para ese mercado». Nos dio risa, porque estuvimos con el promotor de Australia, que quiere llevar a muchos artistas latinoamericanos allí, y lo primero que le piden es billetes de avión en primera clase, y eso ya no es negocio [risas]. Empezamos a girar por el mundo con David Byrne y nos abrió los ojos a que hay que estar dispuesto a tocar en un festival en Dinamarca, en el que nadie te entiende.

David Byrne, que se enamoró de vosotros, de vuestra música.
Sí, fue cuando tenía la disquera, se enamoró de nosotros. Nosotros, en la banda, siempre lo decimos, si eso no hubiera pasado seguro que yo estaría trabajando en un bar, o en una tienda de discos, luchando para que eso no desapareciera.

Vamos, que os cambió la vida.
Completamente, totalmente, gracias a él esto acabó siendo una profesión para nosotros.

¿Seguís en contacto con él?
El guitarrista sobre todo, David se ha despegado de la disquera, pero el gran mensaje que nos deja, sobre todo cuando lo lees en entrevistas, o cuando ves su tour, es que no ha parado de girar.

Entremos en «Commercial», vuestro nuevo disco, que, por cierto, se ha llevado un Grammy. ¿Sientan bien los Grammy; en general, sientan bien los premios?
Ya pensando en el capitalismo salvaje –porque todos tenemos que sobrevivir y pagar las cuentas–, sí que sienta bien. La verdad es que, a lo mejor, desde el punto de vista artístico, no te importa nada, porque realmente haces un disco porque quieres y porque quieres que salga bien y tenga las mejores canciones, el mejor «feeling», que a ti te guste y que a la gente le guste, pero si a eso le sumas que te lleva a un Grammy, ¡oye! No nos lo esperábamos, porque fíjate que estuvimos hasta dos semanas antes del premio, «quién va, quién no va»… porque como ya habíamos perdido cuatro antes, más de la mitad de la banda estaba en como «que a mí no me interesa. Vamos a perder dinero», porque el viaje se lo tiene que pagar uno. Yo sí fue uno de los que dije «sí quiero ir», porque además va muchísimo músico que tal vez sólo los ves por televisión, y los ves esa noche y puedes tomarte unos tragos con los tipos y te cagas de la risa, y pierdes y te vas al hotel con tu jeba [chica]. Al final, te emborrachaste y jugaste en el casino y, la verdad, no lo pasaste mal, pero esta vez pasó todo esto y además ganamos.

En el disco habéis contado con tres productores distintos, ¿eran necesarios para lo que buscabais?
No, vamos a hablar otra vez de la situación económica: Hoy en día, para Los Amigos Invisibles es imposible decirle a un productor nos vamos a encerrar tres meses y vamos a hacer el «Dark Side of The Moon». Es imposible.

¡Estaría bonito, un «Dark Side of The Moon» de Los Amigos Invisibles!
¡Estaría bellísimo! Estuvimos cerca, no lo comparo, pero «The Venezuelan Zinga Son» es un disco que me da ese «feeling», ahí había presupuesto, pero hoy en día estamos de independientes y no tenemos esa elasticidad, pero tenemos la herramienta de internet, donde no tienes que estar en el estudio oliéndole los pedos al productor y él a ti durante horas y más horas, sino que tratamos de producir una canción como nosotros la vemos, como producto final, y mandamos a postproducir a gente que le tenemos mucha confianza y respetamos. Eso lo estamos haciendo tanto con Los Amigos Invisibles como con nuestros proyectos paralelos, mandamos a postproducir y lo que trae de vuelta el productor es increíble, es como si lo hubieses tenido en la sala, pegado cuatro gritos.

¿El productor trabaja sobre la grabación que le enviáis?
Sí, le mandas toda la sesión. Por ejemplo, en el disco anterior, que lo hizo todo Dimitri From Paris –en este hizo cuatro tracks–, de repente él abrió cosas de la sesión que yo había rechazado porque la voz no me gustaba, y luego veo que fue esa toma la que usó. Y desde afuera, es como que ves una pintura y dices, «oye, ese color que le puso ahí quedó bonito». Yo le aconsejo a los músicos que trabajen así, con internet es lo mejor que se puede hacer, el postproducir, la figura del postproductor, porque te va a dar un  color a la canción que tú después de haberla escuchado ciento veinticinco veces, no lo habías visto.

¿Se puede dar el caso de que el productor, por email, os diga, «creo que aquí tenéis que grabar una guitarra de nuevo, o allí hace falta una línea de bajo»?
Sí, eso pasó. Uno de los postproductores fue Enrique González, un amigo venezolano que ha trabajado mucho con músicos italianos: En la canción ‘Como sabes tú’, que es como new wave, no había solo de guitarra y nos pidio de vuelta «necesito un solo de guitarra, Cheo [Pardo, guitarrista del grupo], de esos gritones, estrambóticos, en esta parte», vale, habló con el guitarrista y le pidió lo que quería.

Qué manera de trabajar más curiosa.
Increíble, de verdad, lo único que se extraña en ese momento es la cinta de dos pulgadas, que como músico uno ha podido vivir la transición de la cinta a lo digital y hay una gran diferencia, el público no lo siente, pero el músico sí.

Otro productor del disco, en la canción ‘Mentiras’, es Cachorro López, ¿el proceso fue el mismo?
Igualito. No hicimos más canciones con Cachorro porque era el más caro de todos [risas]. Con él hubiésemos hecho todo el disco.

¿No había descuento por no teneros físicamente en el estudio?
No, y mira que le preguntamos: «Cachorro, ¿y si te damos cuatro temas?». «No, igual». Por nosotros no fue [risas]. Estamos maravillados con esta manera de trabajar, nos encanta, porque todos tenemos libertad. La banda tiene la libertad de decir «este tema va por acá», y, bueno, también como eres disquera independiente y eres A&R, pues confías mucho en tus gustos como banda, y luego se lo das al productor y tal vez el productor te puede decir «esta canción es maravillosa sin batería», y tú la escuchas y dices, «¡coño, si es así, sin batería¡», bueno, el baterista que vaya y se joda [risas].

¿Qué crees que ofrece este disco con respecto a los anteriores de Los Amigos Invisibles?
A mí me parece que es más conciso, por ser más corto, yo fui unos de los que quiso hacer un disco más corto, porque antes hacíamos discos muy largos, y no todo lo que compones es bueno, no todo lo que compones lo tocas en vivo. Y hay tanta música saliendo hoy que el que lo escucha, a lo mejor, no tiene tiempo de decir, «guau, 18 canciones», ¡ya va! El último disco de Massive Attack, que es fantástico, son diez tracks y te juro que cuando termina lo pones otra vez, le das al play de nuevo. Eso era lo que estábamos buscando con «Commercial».

Lo que hay son esos «comerciales», que dan título álbum, que son en algunos casos anuncios falsos, y en otros músicas breves que sirven como introduccción o dencanso entre canciones, no sé qué idea os ha movido con esto.
Sobre todo que escuchamos de todo, yo escucho mucho reggae y dub, pero sé que Los Amigos no podemos hacer un disco completo de reggae y dub, en la banda gusta mucho República Dominicana, donde se sigue haciendo el merengue, cada vez más rápido, por eso salió  el ‘Merengue killa’, porque veníamos esos días de República Dominicana. Y como también habíamos hecho una gira por las islas del Caribe, donde se está haciendo zoca calypso, ¡pero a doscientos diez! ¡Una vaina loca! Mientras el hip hop cada vez está más lento, los ritmos del Caribe cada vez están más rápidos. Y quisimos darle ese aire, no vamos a hacer un disco completo de hip hop, de merengue o de dub, pero esas influencias están ahí.

¿Estás al tanto de los nuevos ritmos que se mueven en Latinoamérica?
Sí, y en todo el mundo, por ejemplo, el guitarrista, el tecladista y yo somos melómanos enfermos. ¡Ya hay problemas en el matrimonio! [risas]. Imagino que a lo mejor también te pasa a ti.

Sí…
Aquello de «¡Juan, no más discos!». Yo le he dicho a mi jeba, «así me conociste, así soy, no me da la gana de cambiar». Es una pasión.

Pese a la falta de presupuesto, habéis contado con algunos colaboradores en el disco: Natalia Lafourcade, Jorge González (de Prisioneros), Funky-C (de Los Tetas), Argenis Brito (de Sr. Coconut). ¿Son amigos?
Sí, a Jorge González lo conocimos en un festival en México y conocía a la banda y todo fue también por internet. Eso también nos gustó mucho. Por ejemplo, con Natalia yo soy muy fan, bueno, más que fan soy «groupie» de Natalia, no sé si conoces su último disco.

No, por aquí no llegan sus discos, pero he investigado un poco por internet…
Ok, busca el último en internet, «Hu hu hu», maravilloso, pana [amigo], es como la Björk latinoamericana, pero sin gritos. Te juro que te va a encantar. Somos fans de Natalia, le ofrecimos el tema, dijo que sí, se lo mandamos y entonces fue como que nos quedamos en ascuas esperando a ver qué te mandaba y cuando te mandaba eso… Escuchar ahí la voz de tus ídolos le da otro color al disco, que a mí, como cantante, me encanta, fíjate que en el disco canta dos canciones Mauri [Arcas], que es el percusionista, pero, claro, después de tantos años trabajando juntos, la voz nos sale igual. Pero que el disco no tuviese el mismo cantante me encantó. Ya es un problema mío de cantante, y lo he hablado con muchos cantantes, que no nos soportamos mucho la voz.

¿En serio?
Sí, pasa en las grabaciones, eso lo he hablado con otros cantantes, y hace poco se lo leí al cantante de Depeche Mode, el tipo dice «llevo veinticinco años de carrera artística y todavía no soportó mi voz». En nuestro disco me encanta que haya otros cantantes, otros colores, además es la moda de las colaboraciones.

En vuestras letras, hay mucho humor, dobles juegos, ¿os gusta la diversión?
Sí, la banda se hizo desde un principio para divertirse y hemos tratado de dejar eso claro en nuestras canciones, sí, tal vez podrías decirme, «¿se diviertien cuando llevan dos semanas girando y parándose a las cinco de la mañana?». En la tarima sí, quizás lo menos divertido es pararse a las cinco de la mañana, pero hay que hacerlo y me encanta el trabajo que hacemos, y por algo lo hacemos, pero sí, en la música y en la tarima lo ves reflejado.

En vuestro sonido siempre ha habido una raíz muy clara del funk y de la música disco de los años 70, ¿cómo surgió ese camino, que parece poco habitual, y desarrollarlo a lo largo de casi veinte años?
Sí, fíjate que cuando arrancamos en Venezuela, de chavos [chavales], ni siquiera con Los Amigos Invisibles, cada uno arrancó con bandas de rock, y en el momento de juntarnos con Los Amigos tuvimos esa discusión filosófica, sobre todo con un amigo cercano a la banda, que era manager de una banda que empezaba a ser muy famosa en Venezuela, Zapato 3 –de rock, como de rock dark–, y él nos decía, «coño, ustedes son buenos músicos, pero deberían de estar haciendo otra cosa», nos introdujo a Prince y nos abrió los ojos en que Latinoamérica es muy bailadora, pero no necesariamente teníamos que ser una banda de merengue o una banda de salsa, sino que estaban todos estos ritmos que podíamos explotar, y la verdad que fue como si viéramos una luz al final del túnel, porque, además, estábamos para divertirnos ¡y estábamos en bandas como The Cure o The Simiths! Y Caracas no es Londres, tal vez se parece en que el agua es transparente, pero el resto es muy distinto, el clima, las jebas… como tenemos verano casi todo el año las mujeres andan siempre como con muy poca ropa [risas]. Es muy picante, y el venezolano es muy de piropo y todo el día está haciendo chistes, pana, todo el día. Dicen que tenemos una crisis pero somos uno de los países que más se ríen.

Aunque no vives allí, ¿sigues la escena musical venezolana, cómo es?
Sí, la sigo, el reggaetón es el jefe de lo que es la música popular, pero hay mucha gente haciendo muchas cosas interesantísimas en su casa y en bandas. Pasa algo interesante y al mismo tiempo triste, la industria discográfica desapareció por completo en Venezuela: Universal puede ser manejado por dos personas, Sony sabemos que son tres personas. Lo único que sacan es lo que van a vender seguro, ya no firman con artistas locales, y en paralelo se ha desarrollado una escena muy interesante a nivel indie, de eletrónica, de bandas de rock, que es, «bueno, no tengo que hacer música para pegar, porque nadie me va a firmar»; entonces están haciendo la música que les da la gana. Y están saliendo cosas interesantísimas, entre ellas Bacalo Men, a muchos de esos artistas los estamos tratando de sacar en compilaciones que hemos publicado con la disquera.

¿Con la vuestra, con Gozadera?
Sí, con Gozadera.

¿La discográfica también tiene su base en Estados Unidos?
Sí, con base en Estados Unidos y Venezuela, y desde Venezuela estamos tratando de ayudar a los músicos, sobre todo con compilaciones, porque en la disquera no tenemos la infraestructura como para apoyar a un músico con su disco completo. Entre todos los chavos que están haciendo cosas interesantes, estamos tratando de ayudarles con estas compilaciones.

Hombre, a ver si salen esos recopilatorios también en España.
Bueno, está un poco difícil. El mercado del disco está fatal, no se está vendiendo nada, y para sacar un disco tienes que darle el mínimo de apoyo y trampolín para ver qué hacer.

Los Amigos Invisibles comenzasteis en el año 1991, es decir, el año próximo cumpliréis veinte años, ¿hay cuerda para rato?
Sí, vale, yo creo que sí. Igual te estoy diciendo esto y el año que viene nos disolvemos y tú te cagas de la risa. Pero sí, hay planes, estamos poniendo fechas para lo que vamos a llamar «las convenciones invisibles», porque por primera vez la banda estamos separados en distintas ciudadeas, que eso sí nos pasa por primera vez en diecinueve años, pero hay intención de seguir trabajando, de seguir componiendo, de seguir sacando discos, de seguir girando y de seguir abriendo mercados, como Australia, que hemos ido varias veces, y este último viaje pudimos salir de allí con un contrato para volver en octubre a los festivales. Oye, es nuestro trabajo, es lo que hacemos, y creo que el «feeling» de la banda de seguir es porque nos encanta lo que hacemos y no nos vemos haciendo otra cosa. Es como veía en un festival en Adelaide, en Australia, que veía a Skatalites, y yo puedo ser como los Skatalites, pana, a mí me ponen una tarima y yo me lo gozo, y gozamos todos.

Sin embargo, algunos componentes del grupo tenéis proyectos paralelos, el tuyo es Chulius and The Filarmonicos.
Sí, y José Luis [Pardo], DJ Afro, y Mauricio, Maurimis, y con el tecladista no he hablado de su proyecto, pero hace seis meses me dijo «voy a hacer una ópera rock», yo le dije «¡bienvenido, dale!». Pero tengo que preguntarle cómo va eso.

¿Son proyectos que mantenéis al margen del grupo, en los tiempos muertos de Los Amigos?
Sí, completamente, por ejemplo ahora, estoy un poco engripado y quiero estar mejor para los shows, pero después de que cuelgue contigo voy a tomar algo y me pongo a escribir porque tengo ya el segundo de Chulius and The Filarmonicos casi listo para salir este año.

¿A España hacía tiempo que no veníais, no?
Sí, como cuatro o cinco años, desde la gira con Tony Manero.

La Fundación Tony Manero está, musicalmente, muy próxima a vosotros.
Sí, bastante, tengo que llamarle ahora.

¿Qué se va a encontrar la gente en vuestros directos?
Un set imparable, lo hemos desarrollado como si fuera un DJ pero con la banda en vivo, hemos desarrollado hora y media, hora y curenta de show, sin parar, buscamos que el show sea una pista de baile, y nos vamos a pasear por todo nuestro repertorio basándonos en el disco nuevo.


Estas son las fechas de los próximos conciertos españoles de Los Amigos Invisibles:
14-IV Vigo. El Ensanche.
15-IV La coruña. O Tunel.
16-IV Tenerife.  Dreams.
17 -IV Valencia. Woody.


Desde aquí puedes acceder a la web del grupo.

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