Loquillo convence a su legión de «creyentes»

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«Se mezclan las camisas y el cuero, las camisetas del logo del Loco con los tatuajes, los chicos exultando juventud con niñas bien arregladas, las melenas jóvenes y las calvas. Parecen ser los herederos de un fenómeno fan prácticamente inexistente en el rock»

Arancha Moreno asistió al primero de los dos conciertos que Loquillo ofreció en Madrid y nos cuenta lo que allí se vivió.

 

Loquillo
9 de mayo de 2014
La Riviera, Madrid

 

 

Texto y foto: ARANCHA MORENO.

 

 

“Madrid, ¡aquí me tenéis!”, rugió Loquillo a modo de saludo a su entregado público madrileño. Fue la primera de las dos noches en las que el rockero catalán agotó las localidades de La Riviera en la capital, a la que llegó para dar fe de su lustroso directo. Y tanto que lo hizo.

El directo «El creyente», recién publicado, cobró la misma vida en Madrid que mostró en su registro en Granada, con un repertorio muy similar, en el que los temas del siglo XXI se posaban entre los éxitos de décadas pasadas. En unos y otros, el cantante se mostró seguro, cómodo en los tonos graves, disfrutando cuando deseaba recitar y sacando las uñas cuando deseaba mostrar a la fiera.

Parece que el rockero, ante un público entregado, y con una banda que entiende cada uno de sus gestos, se vino aún más arriba de lo que salió. Sabe el Loco que al público se le conquista por las canciones tanto como por la actitud, y él nunca pierde la pose. Acomete con la misma garra temas como ‘Memoria de jóvenes airados’, ‘La nave de los locos’ y su mítico ‘El rompeolas’, donde el personaje da un paso más. En medio del escenario, Loquillo se enciende un cigarro, y se lo fuma lentamente, calada a calada, dejando que el público cante los tramos de la letra que llevan grabados a fuego. En medio del tumulto, una muleta ondea una bandera negra, la de un pirata que lleva más de treinta años dirigiendo un buque corsario sin miedo a naufragar.

Sólido y certero, el Loco se paseó por el escenario, dejando espacios para los solos de Jaime Stinus –su director musical– e incluso “cediéndole los honores” a su otro fiel, el guitarra Igor Paskual, que cantó el tema ‘Spanish bombs’ mientras su jefe le daba un puñetazo de aprobación en el hombro. Un rato después, el músico asturiano se apropiará de su particular boa para encarar enloquecido ‘Carne para Linda’, uno de los temas favoritos de la banda, a juzgar por cómo lo defienden en directo.

El Loco dice que no es “de los que habla en los conciertos”, pero sí quiere pedir algo a su público: “en vuestra vida sed siempre políticamente incorrectos”, apunta, antes de abordar ‘Political Incorrectness’. Tras él sonará ‘Voy de negro’, que más que un tema, parece un concepto estético: del capitán al último marine, todos allá arriba visten de riguroso oscuro.

El directo de La Riviera es un tobogán de ritmos: caben desde ‘Cruzando el paraíso’, un tema que al Loco siempre le recuerda a su admirado Johnny Hallyday, hasta el nostálgico ‘Cuando vivías en la Castellana’. Entre medias, grandes hits como ‘Cuando fuimos los mejores’ y el siempre coreado ‘Feo, fuerte y formal’.

Y bajo el escenario, se mezclan las camisas y el cuero, las camisetas del logo del Loco con los tatuajes, los chicos exultando juventud con niñas bien arregladas, las melenas jóvenes y las calvas. Todos ellos, en conjunto, bien parecen ser los herederos de un fenómeno fan prácticamente inexistente en el rock, el de comulgar con un músico tanto como para llevar cartulinas con mensajes escritos para él. Algo hay dibujado en una pancarta azul que arranca la sonrisa del Loco, que manda un elegante beso a los portadores del misterioso mensaje. En algún otro lugar de la sala, invitados ilustres disfrutan del show, entre ellos el futbolista Xabi Alonso, con el que el Loco se fotografiará más tarde en los camerinos.

Cuando suena ‘El ritmo del garaje’, cientos de voces parecen robar el micrófono al Loco, que guarda silencio para escuchar al público entregado. No parece sorprenderle una reacción que ha visto cientos de noches, la que le revalida para seguir contando con una legión que no se cansa de él.

En la recta final de la noche, la chaqueta negra del capitán se ha vuelto brillante, y con ella reivindica su famoso ‘Rock and roll actitud’. Es entonces cuando el cantante decide sorprender a los presentes invitando a su “hermano de sangre”: “Poeta, compositor y decano de la facultad de Zaragoza… ¡Gabriel Sopeña!”, anuncia. Y aparece efectivamente el poeta, compositor y decano de la facultad de Zaragoza, que ha escrito muchas de las grandes letras del Loco, y que confiesa que es “muy emocionante tocar ahí 23 años después”. Y con la guitarra española en la mano, participa en una aventura en la que abordan, entre otros, el clásico ‘Rock and roll star’.

Sabedor de que a la noche le queda un suspiro, Loquillo presenta a la banda de la que tan orgulloso se siente: Igor Paskual, Josu García, Santi Comet, Laurent Castagnet, Alfonso Alcalá y Jaime Stinus. Con ellos afronta la madre de todos los clásicos: el ‘Cadillac solitario’, en el que vuelve a desgarrarse gritando a su «¡nena!», con los brazos abiertos en cruz. Una imagen que bien podría parecer un abrazo al público que está de su lado. Sabe que no le abandonan. Y él no piensa darles motivos para que eso suceda.

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