Londres ovaciona «200 motels» de Frank Zappa, 40 años después de su censura

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«En 1971, se prohibió de la representación de ‘200 motels’ en el Royal Albert Hall, tras una denuncia por la supuesta obscenidad de las letras de las canciones del espectáculo. Pese a que Zappa acabaría ganando el juicio, la obra no llegó a la escena británica»

 

«200 motels» se representa con gran éxito en Gran Bretaña cuatro décadas después de su censura, en el marco del «The rest is noise». Manuel de la Fuente nos informa.

 

 

Texto: MANUEL DE LA FUENTE
FOTOS: CHRIS CHRISTODOULOU.

 

 

“Era un artista político en el sentido en el que su preocupación era el cumplimiento de la Primera Enmienda”. La frase describe a Frank Zappa y la expresaba el pasado domingo en el Queen Elizabeth Hall de Londres su viuda y gerente del Zappa Family Trust, Gail Zappa. En un debate con el público que se había desplazado a esta sala del Southbank Centre, Gail Zappa reflexionó sobre la obra de su marido y sobre uno de los hechos que trataba de restituir el festival «The rest is noise»: la prohibición, en 1971, de la representación de «200 motels» en el Royal Albert Hall, tras una denuncia por la supuesta obscenidad de las letras de las canciones del espectáculo. Pese a que el músico acabaría ganando el juicio, la obra no llegó a la escena británica. Cuarenta y dos años después, el Southbank Centre llevó por fin a Londres el pasado martes la obra censurada, lo que se vivió como una reivindicación de la figura de uno de los músicos más originales, inteligentes, iconoclastas y transgresores del siglo XX.

Una hora antes del concierto del martes, se celebró una nueva sesión introductoria. En esta ocasión, ya en el Royal Festival Hall, donde tendría lugar el concierto, Gail Zappa apareció acompañada de Scott Thunes, el bajista habitual del músico en los años ochenta, Joe Travers, batería y asesor principal en la gestión, clasificación y preservación del vasto legado de Zappa, y Jurjen Hempel, director de la orquesta. Durante media hora, expusieron su punto de vista sobre la ocasión que suponía el estreno en Gran Bretaña de «200 motels», esa obra represaliada por la estupidez de las élites biempensantes. Se trataba, entre otras muchas cosas, de libertad de expresión, el derecho al que Zappa apelaba constantemente basándose recordando la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos. Una apelación realizada desde el terreno cultural a cargo de alguien que no paró de disfrutar, a lo largo de su vida, con la creación musical. Scott Thunes contó una anécdota maravillosa al respecto: “Un día, mientras estábamos en Florida de gira, nos fuimos a la playa. Llegamos a la arena y Frank desplegó un montón de partituras llenas de notas musicales. Le dije: ‘Pero, ¿qué haces, Frank? Venga, descansa un poco’. Él me respondió, mirando las partituras: ‘Estoy descansando’”.

Tras la charla, llegó el momento de la representación. «200 motels» es un proyecto que Zappa ideó hace más de cuarenta años. El título hace referencia al número aproximado de moteles en los que el músico compuso, a caballo entre los años sesenta y setenta, la música de la obra mientras iba de gira con su grupo, los Mothers of Invention. El proyecto tomó cuerpo de diversas maneras, con la celebración de conciertos (uno de ellos con la dirección orquestal de Zubin Mehta) y una película realizada en 1971. «200 motels» es una obra muy representativa del lenguaje e inquietudes de Zappa. En primer lugar, es una música que surge de diversas influencias, desde Varèse y Stravinsky hasta el doo-wop, de un diálogo desprejuiciado con las diversas tendencias contemporáneas. La música de Zappa transita por todas ellas, con el uso de la orquesta y de un grupo de rock, en una yuxtaposición que nunca suena a impostación.

Por otro lado, el tema de «200 motels» es la reflexión de la vida de los músicos de rock. El lema de la película fue “touring can make you crazy” (“las giras le vuelven a uno loco”), lo que suponía una toma de conciencia del posicionamiento del artista en la sociedad. En un contexto en el que la música rock estaba dominada por las canciones de amor adolescente y tontorrón y por la mitificación de la figura del músico, Zappa crea una obra sobre su propio oficio, sobre las relaciones con los miembros de la banda, con las groupies, con los periodistas musicales y sobre la homogeneización de los espacios cuando los grupos están de gira.

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Pero el concierto del pasado martes no era una revisión sin más de «200 motels», sino la presentación de la obra en su versión orquestal, siguiendo las indicaciones que había dejado Zappa. La estructura fue diferente, pero manteniendo las constantes expresadas por Zappa en la película. Así, tras la obertura, se daba paso a ‘Centerville’, el tema que muestra a los músicos llegando a un pueblo cualquiera, el típico pueblo estadounidense con “iglesias y bares”. La obra continuaba en el Royal Festival Hall mostrándose tan libre y dispuesta a romper cualquier estereotipo como hace cuarenta años. Los músicos de la BBC Concert Orchestra y de la Southbank Sinfonia no se limitaban a tocar, ya que tenían que estar atentos a lo que pasaba en el escenario. Igual que los coristas de la formación London Voices, que disparaban los flashes de las cámaras Polaroid en el número de la periodista interesada solo por los aspectos más livianos de los músicos de rock, o que blandían penes de plástico mientras cantaban ‘Penis dimension’.

Una gran pantalla situada en la parte trasera del escenario iba indicando los títulos de las distintas piezas, mostrando además algunas partituras escritas a mano por Zappa. Así sucedió, por ejemplo, cuando llegó el momento de ‘Can I help you with this dummy?’, uno de los fragmentos recuperados para este «200 motels», que ayuda a comprender el sitio que ocupa Zappa en la música contemporánea, un músico que excede las etiquetas del rock y de la alta cultura para dinamitar esa frontera que se ha establecido entre cultura popular y elitista. El interés de Zappa es el de educar al público, que no se acomode con música fácil, que fuerce su imaginación frente a los intentos de las instancias industriales y gubernamentales que intentan adocenar la cultura. Para Zappa, no hay idea que no se pueda expresar ni palabra que no se pueda decir, y quien se escandalice por ello tiene que asumir su problema. Así es como el martes se asistió a un concierto audaz, con Scott Thunes haciendo el papel de Jeff y representando a un músico que recibe la visita de la mala conciencia que la insta a pecar. O el concurso en el que las groupies y los músicos discuten sobre qué palabra usar para referirse al pene.

El final llegó, tras ‘Penis dimension’, con ‘Strictly genteel’, una de las obras que siempre acompañaron a Zappa. En este caso se trata de versión con letra como en la película, una letra que empieza diciendo que Dios debería apiadarse de los ingleses por la comida tan mala que tienen. El público llegó a esta broma encantado, divertido, sin moverse del asiento. “¿Qué diría Frank de la comida inglesa hoy en 2013?”, le habían preguntado a Gail el domingo. “Bueno, ha mejorado, tenéis muy buenos restaurantes”, respondió sin poder aguantar la risa. ‘Strictly genteel’ fue el colofón perfecto, como tantas veces en el repertorio de Zappa. La orquesta dejó de tocar y llegó la ovación atronadora. Los casi tres mil asistentes que abarrotaban el Royal Festival Hall se levantaron de inmediato, aplaudiendo y gritando sin parar durante quince minutos. Los músicos salieron varias veces al escenario, y también Gail Zappa, ante las peticiones de los asistentes. Se había sellado el reconocimiento de Londres a una música maravillosa, tras más de cuatro décadas de profunda y reaccionaria sordera.

Se producía así una rehabilitación merecida, una deuda con uno de los episodios más infames de la música del siglo XX. El caso de «200 motels» derivó en los años setenta en un juicio surrealista, con la corte británica pidiéndole a un músico norteamericano que explicara el sentido de expresiones como “posturas provocativas”, pero no sería la única ocasión en que se viviera un enfrentamiento similar: en los años ochenta, Zappa insistiría en su vocación de firme defensor de la libertad de expresión en plena era Reagan, defendiendo ese derecho frente a los senadores, congresistas, empresarios y fundamentalistas religiosos que estaban dispuestos a acabar con cualquier tipo de expresión cultural que les resultara incómoda. Años después, su ejemplo como músico permanece como un artista adelantado a su tiempo, como alguien empeñado en educar al público con la música y la cultura, en poner en valor la Primera Enmienda y la defensa de la libertad de expresión, en estos tiempos de ataque a los derechos fundamentales en todo el mundo. También en el mundo más civilizado.

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