¿Lo quieres más oscuro, Trump?

Autor:

COMBUSTIONES

«Considero de primero de urbanidad que los candidatos pidan permiso a los dueños de los derechos editoriales, y que esperen a recibirlo»

 

Desde su atalaya neoyorquina, Julio Valdeón se marca una columna sobre rock and roll y propaganda, un último esprint hacia las elecciones estadounidenses del 3 de noviembre. Y habla de Neil Young, John Fogerty y Leonard Cohen.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

 

«Cada vez que pinchan “Rockin’ in the free world” u otra de mis canciones en sus mítines espero que escuche mi voz. Recuerde que es la voz de un ciudadano estadounidense que paga sus impuestos y que no le apoya». La carta, dirigida a Donald Trump, la firmaba Neil Young. El canadiense es una de las muchas estrellas mosqueadas por el uso de su obra en los actos electorales del actual presidente. A John Fogerty tampoco le gusta que Trump use “Fortunate son”. Una canción que denuncia a quienes «eludían servir a nuestro país porque tenían acceso a privilegios políticos y financieros» y a los ricos que «no pagan la parte de los impuestos que les corresponde». Trump evadió el reclutamiento en tiempos de la guerra de Vietnam gracias a los contactos paternos. Y tiene recurrido ante el Tribunal Supremo la orden judicial para hacer públicas sus declaraciones de impuestos. En opinión de Fogerty, el hecho de que «avive las llamas del odio, el racismo y el miedo mientras reescribe la historia reciente es una razón más para estar preocupado por el uso de mi canción».

La lista de agraviados por el uso interesado de sus tonadas va desde REM, Guns N’ Roses y Village People hasta Bruce Springsteen, los Rolling Stones, Tom Petty, Adele, Rihanna, Elton John, George Harrison, Queen, y Phil Collins, además de Leonard Cohen, Prince y Pavarotti. Para ser justos, cabe asumir que las canciones dejan de pertenecer a su autor una vez publicadas. Todos, incluido el ínclito Trump, tenemos derecho a interpretar las obras de arte ajenas como mejor nos plazca. Solo faltaba que el escritor susurre a nuestro oído la marcial exégesis de sus metáforas. Pero los actos electorales son pura mercadotecnia. Los diseñan y ejecutan técnicos, gurús y asesores. Gente que cobra un buen dinero por su trabajo. Considero de primero de urbanidad que las maquinarias propagandísticas de los candidatos pidan permiso a los dueños de los derechos editoriales, a los compositores y escritores, y que esperen a recibirlo.

A todo esto, cabe añadir las características, especialmente problemáticas, de un bufón como el señor Trump. Alguien armado de una oratoria corrosiva. Al que no cabe asimilar dentro de la pendencia política convencional en las democracias liberales. Trump, capaz de ponerse en modo autoayuda, o sea, en plan «esto del coronavirus es una cuestión de ánimo», justo después de haber abandonado el hospital tras recibir un tratamiento en fase experimental, con 225.000 compatriotas muertos. Trump, que no tiene problema para insinuar que Joe Biden es un pederasta, que retuitea propaganda conspiranoica de los QAnon, que ordenó separar a los niños de sus padres en la frontera, que tacha de enemigo del pueblo a la prensa, que contemporiza con los neonazis y otros supremacistas en el país del KKK. Trump, o sea, más allá de afinidades o diferencias ideológicas, es, debiera de ser, el enemigo. Lo contaba el otro día donde un amigo y lo repito aquí. Esto va de Cormac McCarty en La carretera. De cuando el padre agoniza y el niño, aterrorizado, suplica que no le deje, y el padre responde que tiene que seguir, que debe vivir, porque debe mantener vivo el fuego. Esto va de un mínimo de decencia, respeto a los valores de la democracia estadounidense y, ay, autoestima.

Cuando el otro día, en el cierre de la convención republicana, sonó (dos veces seguidas) el “Hallelujah” de Cohen, los administradores de su legado recordaron que previamente habían rechazado conceder el permiso. Con una elegancia que habría deleitado al propio Cohen abrían la puerta para que Trump use “You want it darker”. Un himno apropiado para un tipo siniestro.

Anterior entrega de Combustiones: Springsteen y la E Street Band cabalgan de nuevo.

Artículos relacionados