Lo que hay que tener: The Velvet Underground

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«The Velvet Underground’ aparece a menudo como un islote descolgado en el catálogo de la legendaria banda neoyorquina. Fue el primero con John Cale fuera de la formación»

 

The Velvet Underground
«The Velvet Underground»
VERVE, 1969

 

Una sección de LUIS LAPUENTE.

 

Siempre he sospechado que The Velvet Underground son una de las bandas más citadas y menos conocidas de la historia del rock, si es que puede etiquetarse simplemente como rock a la música estremecedora, vanguardista y negrísima que facturó el grupo de Lou Reed, John Cale, Maureen Tucker y Sterling Morrison entre 1967 y 1970 en cuatro extraordinarios álbumes.

De los dos primeros («The Velvet Underground & Nico», «White light/White heat») se ha hablado suficientemente en otros lugares: remito al lector interesado a las interesantísimas notas críticas de Paco Peiró en su excelente libro «La madrugada eterna. Antes y después del ambient» (Futura Ediciones, 1996), y, sobre todo, recomiendo su escucha relajada (en la medida de lo posible) y sin orejeras. Del último («Loaded») se han acentuado sus matices más convencionales –más abiertamente rockistas–, la brillantez de sus piezas más famosas (‘Sweet Jane’, ‘Rock & roll’) y de las menos conocidas (‘New age’, ‘Oh,! Sweet nuthin»), y el carácter de precursor de álbumes como «Transformer» o «Rock’N’roll animal», claves en el desarrollo comercial de la carrera de Lou Reed.

El tercero, «The Velvet Underground», sin embargo, aparece a menudo como un islote descolgado en el catálogo de la legendaria banda neoyorquina. Por un lado, fue el primero con John Cale fuera de la formación, lo que se tradujo en una acusada disminución de la pulsión caótica que caracterizara los mejores momentos de sus predecesores, y que Cale volvería a utilizar, ya en solitario, en obras maestras de la categoría de «Fear» o «Sabotage live». Por otra parte, una vez distanciados del poder corrosivo de Cale, de la turbia ingravidez de Nico y del experimentalismo «cool» de Andy Warhol y su Exploding Plastic Inevitable, The Velvet Underground quedaron convertidos en el fabuloso apéndice creativo de Lou Reed. Esas y probablemente otras circunstancias contribuyeron a delimitar la (falsa) atmósfera relajada de un trabajo más cáustico y devastador de lo que parece a primera vista. Sí, hay colores cálidos y armonías dulcificadas en piezas hoy clásicas como ‘Pale blue eyes’ (una extraordinaria miniatura de contención lírica) o ‘What goes on’, ‘Candy says’ y ‘That’s the story of my life’, pero son solo el reverso menos tenebrista de alucinaciones mórbidas del calibre de ‘Beginning to see the light’, la antesala armónicamente correcta de una pieza deliciosamente desquiciada como ‘The murder mistery’, la etapa azul de un Picasso que inaugurara su época cubista sin previo aviso y en la misma exposición.

Sí, en «The Velvet Underground» se encuentran, magistralmente leídas por Maureen Tucker y Sterling Morrison, casi todas las claves del universo de Lou Reed, las piezas perdidas de un rompecabezas que después alumbraría obras tan controvertidas e infravaloradas como «The bells» o «Street Hassle» y paisajes tenebrosos tan amargos y desesperanzados como «Berlin» o «Metal machine music».

Anterior entrega de Lo que hay que tener: The Beatles.

 

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