Lichis: Canciones de posguerra (1)

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“Tengo esa sensación de haber aterrizado, de estar ya con los pies en la tierra y asumiendo las consecuencias del salto y del cambio”

 

En los ocho años que han pasado desde que acabó La Cabra Mecánica, Lichis ha publicado dos discos en solitario: “Modo avión” y el recién publicado “Mariposas”. África Egido habla con él de sus nuevas composiciones, el tiempo que quedó atrás y lo que idea para el futuro.

 

Texto: ÁFRICA EGIDO.

 

Acabó con La Cabra Mecánica hace ya ocho años y, desde entonces, Miguel Ángel Hernando «Lichis» ha trabajado a conciencia en su reinvención. En 2014 publicó «Modo avión» (2014), un álbum impecable que abría una nueva etapa que transitaba ya por nuevos paisajes sonoros. En este 2017, Lichis ha vuelto a batir sus alas con «Mariposas», un epé de cinco temas concebidos como adelanto del que será su segundo álbum de estudio.

Una charla con Lichis es como un cóctel transparente de teorías y sensaciones que él mismo vierte sin filtro. El día que Madrid se cubrió de nieve, Lichis presentó sus «Mariposas» y, con ellas como testigos, conversamos sobre su pasado y su presente, e incluso tuvimos tiempo de especular sobre el futuro.

 

Tras publicar «Modo avión» contabas que te sentías como si acabases de lanzarte de un avión, sin paracaídas. ¿Llegaste abajo sin estrellarte?
Aterricé felizmente. Quedé colgado de la rama de un árbol y caí bien. Tengo esa sensación de haber aterrizado, de estar ya con los pies en la tierra y asumiendo las consecuencias del salto y del cambio, que han sido las que esperaba. Es apasionante, porque ya sabía que esto era empezar de cero. A mi alrededor existía la percepción de que el bagaje anterior iba a ser una ayuda o un colchón, pero yo nunca lo vi así, y así ha sido la realidad. Así que estoy ahí, empezando ahora de cero y contento.

 

«Modo avión» abrió una nueva etapa de tu carrera a la que te costó mucho llegar. Tres años después, ¿estás contento con el resultado de aquel primer vuelo? ¿Hay algo que cambiarías?
Cambiaría voz. Me pasa siempre cuando grabo la voz. Tengo muy buen oído musical pero eso no quita para que yo cante sin técnica. Me he preocupado de estudiar otras cosas pero nunca me dio por estudiar canto y ha sido un error por mi parte. Me pasa siempre, escucho los discos, oigo mi voz y… ¡uf! Escucho los desafines, escucho las cosas… Voy estando más contento, porque se acerca cada vez más a la forma en la que imaginaba la voz en mi cabeza. En los aires más tranquilos y más calmados se acerca más al country, cuando rompo me voy acercando más al blues… Creo que va tomando forma la masa informe que había (risas).

 

Siempre estás estudiando nuevos instrumentos, ¿por qué nunca trabajaste la voz? No sé si te apetecerá hacerlo ahora…
Quizá sí. Creo que el problema es una cuestión cultural. Pasé mi adolescencia en los ochenta, cuando existía esa idea estúpida de adquirir cultura sin ir a la universidad, esa idea de que la universidad es una trampa mortal, igual que la música, que hay que aprender sin profesores, de manera autodidacta. Creo que me contagié de aquella atmósfera y empecé a tocar así. Nunca he tenido profesores de música. Aprendí a tocar una partitura porque no me quedaba más remedio. Me llamaban de trabajos como bajista en los que tenía que prepararme el repertorio en el mismo día y no me daba tiempo a memorizarlo, así que un buen día empecé a decir: «Ah, vale, esto es un pentagrama, aquí está el do…».

 

En este disco optas por la autogestión. ¿Por qué ese camino tras tantos años trabajando con multinacionales?
Lo tenía decidido desde el disco anterior, pero la que entonces era mi mánager insistió en que tenía que ir a una multinacional. Yo ya tenía claro que para mí trabajar en una multinacional no tenía ningún sentido. Ni yo tengo mucho que ofrecerles ni ellos nada que ofrecerme a mí, y para qué voy a ir a una multinacional para ofrecerles un disco que he pagado yo, que les voy a tener que comprar a ellos para vender en los conciertos, para tener una distribución de trescientos discos en FNAC, si llega… No tiene sentido.

 

Muchas bandas indies sí trabajan con multinacionales, ¿ellos sí las necesitan?
Sí, muchos grupos indies se han ido a las multinacionales y puedo entenderlo. Algunos de estos grupos han empezado a ser fenómenos masivos y en ese momento han mirado sus contratos, han ido a hablar con su contable y han dicho: “¡Dios mío, tío, qué está pasando aquí, habíamos cedido un cincuenta por ciento de derechos de autor de conciertos por salir en Mondo Sonoro!”. Y en este momento buscan una multinacional, porque algunas ofrecían contratos leoninos pero bastante más ventajosos que los que ofrecían las independientes. Yo ahora no tengo ese nivel de aceptación masiva por parte del público que me haga necesitar la gestión de una multinacional. Ahora no lo tengo, ojalá lo tenga algún día. En ese momento quizá me lo planteo o contrato a cinco o seis personas a trabajar en ello.

 

¿Alguna “multi” quería publicarte nuevo disco?
Sé que había intereses de ficharme por parte de Warner, pero nunca había planes concretos, todo era un poco vago, estaba todo en el aire… y yo venía ya de una experiencia un poco quemante de lo de La Cabra. Llegó un momento en que quedamos como buenos amigos y preferí caminar por mi lado. La distribución con Warner del disco anterior también la hice por quitarme el mal sabor de boca que me quedé con La Cabra. Pude saludar a un montón de gente, recuperar amistades… y quitarme rencores y tonterías de la cabeza. Si ha sido para eso, está bien. En un año vuelvo a recuperar la propiedad de «Modo avión», así que todo está bien.

 

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“Para ser creativo tienes que estar como un niño, estás totalmente indefenso emocionalmente”

 

Y en este proceso de tomar las riendas de tu música, has vuelto a montar tu propio estudio de grabación. ¿Ya está listo?
Sí, lo tenía en Barcelona, cogí los restos del naufragio en Barcelona y construí una balsa en Madrid. Lo monté en mi casa. Encontramos una casa con una buhardilla muy grande, con techos muy altos, que era toda la superficie de la casa, y lo he montado allí. Empecé a hacer producciones de otros grupos, que es un trabajo que me gusta muchísimo, aunque también es muy absorbente.

 

¿Pensaste producir tú mismo «Mariposas»?
Al principio sí, pero luego pensé que estaría bien tener ayuda, y al final delegué en Álex (Olmedo). Álex es un buen guitarrista y teclista, como músico tiene un gran nivel, compone, canta… pero como arreglista es brillante, y me venía bien ese trabajo de productor arreglista, un poco de George Martin. Además, producirse a uno mismo es bastante tortuoso.

 

¿Grabarás con él la segunda parte del disco?
Aún no lo sé. Álex ahora tiene mucho trabajo, incluso había pensado grabarme yo algunas canciones, y hacer como en «Hotel Lichis»: grabarme yo baterías, bajos y guitarras.

 

¿Es que la creación de la segunda parte está aún en el aire?
Sí. Las canciones de este disco estaban acabadas hace ya unos meses, y el resto ya era ponerme a componer contra natura para juntar un álbum. Y me dije: «No me apetece, no veo que esto esté tan redondo como para meter aquí cinco canciones que terminarán siendo de relleno».

 

¿Por qué no esperar a que saliesen más canciones?
No me apetecía esperar. Tenía ganas de soltar esto, que ya estaba pulido, ya tenía forma, ya se había maquetado. Acabo dos producciones este mes y ya me quedo estos meses para coger los quince o veinte bocetos que tengo ahí hasta dar con cinco temas que merezcan la pena y grabarlos.

 

¿No echas de menos la visión externa de un productor?
Yo no soy un productor de sentarme en la mesa y empezar a tocar previos y ecualizaciones… no soy técnico de sonido. Por eso me gusta trabajar con un buen técnico, que ya te aporta ideas a ese respecto. Necesito más ayuda a la hora de completar las canciones, porque lo que antes era para mí un canal abierto, un grifo abierto del que empezaban a brotar cosas y cosas, y yo me dedicaba a podar, ahora ha cambiado. Ahora es un hilillo más finito. El grifo está algo oxidado y a veces necesito la ayuda de una mano fuerte para abrirlo. Y en ese proceso me ayuda mucho que vengan César (Pop) o Álex… Estoy más centrado en completar las canciones, porque ahí empiezo a atascarme más.

 

¿Ese atasco tiene ver con la edad?
Sí, supongo que eso es cuestión de la edad, porque empiezas a exigirte más, pierdes frescura a la hora de componer. Lo que antes era “¡Venga, tira!”, ahora es un proceso más tortuoso.

 

¿Crees que con los años se pierde intensidad emocional para crear?
Creo que también tiene que ver con pagar las consecuencias de lo que supone tener siempre el grifo abierto. Para ser creativo tienes que estar como un niño, estás totalmente indefenso emocionalmente. Y seguramente si no tienes a alguien a tu lado que te comprenda, que te apoye, o sepa de qué va esto es complicado. Y hay mucho buitre y mucho hijo de puta por ahí suelto. Cuando compones estás desnudo, estás indefenso. Quizá de joven tienes más energía para reponerte de todo lo extra musical, de todo lo que tu trabajo puede llegar a afectar a tu vida. De mayor te das cuenta de que tu corazón no aguanta tanto. Entonces es un tira y afloja. Tienes que encontrar el momento en el que desnudarte, encontrar con quién estar a gusto para hacerlo… Creo que tiene un poco que ver con esto.

 

Parece que el disco anterior cerraba una puerta y este abre una ventana. «Modo avión» miraba al pasado y «Mariposas» apunta al presente. ¿Es así?
Sí, «Modo avión» suponía iniciar un camino nuevo hablando de lo que dejaba atrás, es el tono general del disco. Y esto lo veo más como una visión de un paisaje de posguerra. Desde mi guerra particular hasta la guerra que he visto fuera, que ha sido el estallido de la burbuja del bienestar y del éxito económico de este país. Nos hemos dado cuenta de que nos parecíamos más a Polonia que a Alemania. Que aquí ha caído una bomba que no ha destruido edificios ni ha matado a personas, entre comillas, porque ha destruido mucho, ha destruido muchas vidas. Este paisaje de posguerra es el hilo conductor de estas canciones.

 

 

En este álbum te asomas a ver qué ocurre en ese paisaje, y hablas de tu relación con lo que ocurre fuera. ¿Tocaba mirar más allá?
Sí, quizá ahora tengo un punto más de observador. En el anterior disco estaba observándome a mí, mirándome en el espejo. En este ya miro un poco más desde fuera. También ayuda la experiencia de haber formado una familia. He tenido otro hijo y, aunque sigo luchando todavía por ver más a mi hija, he conseguido verla más… Todo esto me ha hecho recuperar la inocencia. Yo salía mucho por la noche, me gustaba salir porque recuperaba ese lado espontáneo que perdía, que no tenía de manera natural, y la noche me ayudaba a soltarlo. Los niños me han devuelto eso, la espontaneidad y la inocencia. Parece un tópico, pero es verdad.

 

Y sin inocencia, no hay creación…
Exacto, y eso también me ayuda a ver las cosas desde otra óptica. Sé que hay un bastión, un lugar en el que me hago fuerte y un lugar que tengo que proteger también y es mi realidad. El resto ya es algo con lo que toreo, y eso me permite estar de observador.

 

En «Mariposas» vuelves a hablar de la felicidad, un concepto que se esconde hasta en el título del disco. ¿Tanto te preocupa la presión social por la felicidad?
¡Es que nos bombardea constantemente! A diferentes generaciones, desde la más joven a la mía, que estoy más cerca de los cincuenta, nos ha empapado la idea de vernos a nosotros mismos como pequeñas empresas. Trabajamos como pequeñas empresas, ofrecemos todo el rato una imagen de nosotros mismos. Hemos cambiado la comunicación por publicidad, y eso es algo muy neoliberal que viene de los yupis de los 80. Cada día es más machacante, está en todas partes… Una sociedad que ha creado tantas víctimas, encima te dice que no te victimices, que la culpa de tus problemas la tienes tú, que no la tienen los demás, y hace eso además de negarle el dolor y el auxilio al herido. Es monstruoso porque empapa nuestra manera de comunicarnos, nuestra manera de entender el trabajo, las relaciones sociales, el arte y, sobre todo, la política. Cuando veo todos los mensajes que hay desde Podemos a Vox, en toda esa franja, no veo más que frases y eslóganes vacíos, que parecen esconder mucho detrás pero que no esconden nada, y que mantienen ese constante mensaje, si no es el del odio, el de la felicidad. Nosotros somos el bastión del bienestar o el caos. O estás 24 horas feliz o eres una persona tóxica, inservible. Reconozco que seguramente esté obsesionado con ello, pero es que lo percibo a todas horas en el mundo que veo.

 

En tu anterior trabajo te escorabas en el rock de los setenta, el country y el blues. Ahora, aun rescatando algo de aquello, te has abierto más, y aparecen trazas de tu pasado. ¿De dónde viene el cambio? ¿Grabar en Nueva York determinó el sonido de aquel disco?
Si hubiera tenido presupuesto me habría ido a Nueva York otra vez, pero no podía. Aquí he trabajado de una manera más tranquila. Allí sentí presión por el escenario y los compañeros de viaje. Aquello era grandilocuente. Iba a grabar con gente que había trabajado con Johny Cash, Bob Dylan, Tom Waits, Elvis Costello… Fue una presión muy bonita. Allí me sentí muy bien tratado, ellos no me miraban de la manera que yo les miraba a ellos, y ese respeto me gustó mucho. Aquí he trabajado en un ambiente más casero, más tranquilo, con los amigos… Y sí, creo que hay algo en las canciones que me está reconciliando más con el pasado.

 

¿Sigue sin gustarte lo que ves cuando miras al pasado?
Parece que el pasado se empeña en que le tome manía, porque las constantes referencias, indirectas o directas acerca de La Cabra y todo eso es un coñazo absoluto. Me están haciendo odiar aquello que dejé precisamente para no odiarlo. Supongo que ahora estoy descubriendo que quizá había confundido el abandonar esa etapa con abandonar algunas cosas que sí son aprovechables en este nuevo viaje, que formaban parte de mí… No tiene por qué ser La Cabra, pero puedo recuperar cosas de ayer. La Cabra ni si quiera era yo, era un personaje, era una huida hacia delante, nunca terminé de ser yo.

 

¿Qué te daba tanto miedo mantener vivo de aquella etapa?
Quizá he tenido bastante miedo al tipo de lenguaje que utilizaba. No en cuanto al lenguaje, no voy a ser pejiguera o moralista, pero sí a lo que pasaba con las canciones. En la historia personal de la lucha por la custodia de mi hija, en ese proceso, vi como todo lo que había sido jugaba negativamente en mi contra, y cómo todo eso se aprovechó y explotó para arrebatarme algo importantísimo para mí, y eso ha sido una experiencia muy castrante. Ahora sí me veo preparado para no tener que avergonzarme por esas cosas, pero en ese momento llegas a tener una sensación de culpabilidad, cuando te cae esa lluvia de mierda encima. Eso afecta a la hora de escribir y de plasmar. Ahora empiezo a sentirme más libre, y puedo escribir ‘puta’ en una canción y no pasa nada. O puedo soltar un taco, o tener mala hostia como la que tenía antes y meterme con todo el mundo y no pasa nada.

 

Este epé arranca con ‘No soy París’, un corte cuyo hilo conductor recuerda al ‘Antihéroe’ de «Hotel Lichis»: lo que desde fuera esperan de uno frente a lo que uno es. ¿Tiene algo que ver?
Sí, es eso. Compuse esa canción yendo a una actuación en Yecla. La escribí en el tren. A menudo pienso que debería viajar más en tren, porque el tren me ayuda mucho a escribir, es un sitio increíble, puedes ir leyendo, escuchando música, hablas con un desconocido… Y sí, tiene que ver con esto que se espera de ti y qué esperas tú de ti.

 

¿La presión de lo que lo demás esperan de uno acaba por arrebatarte libertad? ¿Ocurre cuando uno alcanza el éxito?
Sí, no puedes evitarlo. Con La Cabra fue el único momento de mi vida en que viví ese éxito. El otro día fui a una entrevista y me pusieron ‘Iluso’ como nexo con lo que hacía antes. Pero después de ese tema hubo otros dos discos diferentes, ¿por qué no se cuenta? Hubo un momento en que yo iba a tocar en el que me di cuenta de que daba igual que hubiera hecho cinco o seis discos después de ‘La lista de la compra’, porque ya está: la gente no quería más. En ese momento tenía que haber sido valiente y haber dicho: se acabó. Y aun así hubiera seguido arrastrando durante algún tiempo todo aquello, pero ya habrían pasado quince años y estaríamos en otra pantalla del juego.

 

¿Es difícil salir de esa rueda?
Hay algo vital que la gente no conoce (…)

 

*Mañana, miércoles 5, segunda parte de la entrevista a Lichis.

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