Libros: «Una historia violenta», de Antonio Soler

Autor:

«La combinación química de las tres personalidades es una bomba de relojería, de efecto retardado además»

antonio-soler-05-02-14

Antonio Soler
«Una historia violenta»
GALAXIA GUTENBERG

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Esta es la historia de tres amigos, Ernestito, Mauri y una voz narrativa que parece asumir su voz desde fuera del tiempo; tres amigos que descubren el mundo y lo hacen iniciando senderos diferentes, Ernestito desde la rabia, Mauri desde la altivez y el narrador desde una sensibilidad extrema. La combinación química de las tres personalidades es una bomba de relojería, de efecto retardado además.

El lector, eso sí, se ha de armar de buena paciencia, pero cuando logra asimilar el estilo, sortear el nerviosismo que provoca una lectura que parece siempre en ángulo muerto, pero que acaba siendo extrañamente cálida, entiende los canales que ha escogido el autor malagueño. Los tres compañeros de juego habitan viviendas que parecen residenciales, con un pequeño jardín, cerca de unos bloques con muchachos desgreñados y lejanos ya de unas chabolas al lado del río. El cabo de la calle lo cierran unos desolados Pabellones Militares donde los tres amigos asisten a una revelación entre lo temido y lo deseado. Esta es la geografía, límites bien cerrados, apenas nada más que ancle la novela en referencias conocidas aunque son reflejo de la perspectiva malagueña del autor; tampoco el tiempo se libra de la inconcreción, a no ser por alusiones a ciertos modos de vida cercanos a esa frontera entre los sesenta y los setenta.

Son estas relaciones familiares visitadas constantemente y el aire pueril –obsesivo, repetitivo– lo que dan a la novela un trote de carrusel: el 600 de don Guillermo, el fuerte de juguete, la máquina de picar, las patas de pollo hervidas, cuentos de Alí Babá, las primeras televisiones, los grabados de una Biblia no salen de sus páginas sin que vuelvan a aparecer al cabo de pocos momentos, pero es este último aspecto el que liga con el personaje más fascinante de la obra, Tusa, misteriosa y lúbrica y angelical, germen de un infantil desasosiego ante el sexo latente que se va ligando de manera sutil con crueldades acrecentadas gradualmente y con cierto regusto social que, en todo caso viene a ser secundario.

En la figura del narrador, siempre parece escaparse algo, no en vano se trata de una perspectiva infantil, y sin embargo el final está perfectamente anudado en esta mezcla de violencia y sensualidad; en él la morosidad narrativa sí resulta extremadamente impactante –imprescindible– en el ánimo de esa conciencia lectora que aquí ha de ejercer activamente su papel para dar con las claves de una historia sórdida, sí, pero no esencialmente triste. Simplemente fue la envidia.

Anterior crítica de libros: “Máscara”, de Stanislaw Lem.

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