Libros: «Te espero dentro», de Pedro Zarraluki

Autor:

«El calado de las historias se encuentra básicamente en los personajes, demoledores en su desvalida ingenuidad»

pedro-zarraluki-12-06-14

Pedro Zarraluki
«Te espero dentro»
DESTINO

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Llevaba años el barcelonés Pedro Zarraluki –tantos como veinticinco– sin abordar la publicación de cuentos de nueva factura, tras tiempos de novela y de premios prestigiosos, y si es cierto que esta reciente colección de once relatos pierde respecto a su corpus anterior ese desparpajo costumbrista y ese humor esperpéntico, ello sirve para dar paso a textos muy pulidos sin llegar a ser preciosistas y realmente conmovedores sin apretar en el drama. Cierta ternura, cierto desasosiego traspasa a unos personajes que no saben que su pecado original es el tiempo que les pesa. Quizás un buen prólogo al conjunto hubiera sido ‘Teoría del saltamontes’, con esa Marcelina que no se ha enfrentado nunca a una ficción y que no logra asumir la técnica de la elipsis en una película. Seguramente porque en su vida tampoco hay elipsis.

El calado de las historias se encuentra básicamente en los personajes, demoledores en su desvalida ingenuidad. Ahí está Sonia, inquieta, que busca en la luz de un bar ya muy de noche unas cucharadas de leche condensada; la opresión familiar hacia un adolescente que es iniciado en el sexo por la bodeguera del barrio; la extrañeza de Antonio, separado, que se siente un extranjero en su antiguo hogar; la desazón de Clara, que busca cobijo en la literatura como salvación, pero que se ve desbordada por los misterios de sus nuevos vecinos…. Ahí está también ese espléndido retrato de la portada – Pedro Gallo, ‘Mujer buscando un pasaje’– que como Clara busca la solución en algo ajeno a ella. Sin cargar las tintas, Zarraluki abre grietas, grietas en la vida de los personajes y en el lector, que puede observar la cara oculta, lo que ocurre en espacios cerrados, allí donde estas vidas anónimas son más inmunes por ser más abiertas.

Dos relatos son piezas de especial asfixia emocional. En el primero “La historia en un rincón”; alguien entra en una tienda de postales antiguas, entre la curiosidad y la burla, y de repente se tiene que enfrentar a un fantasma de su propio pasado. En el segundo, el que da título al conjunto, un hermano acude a ver a su madre enferma y en la conversación con su hermana se apuntan sutiles brasas de un fuego antiguo, los elementos de una tragedia griega que ya no es posible. Si en ellos está presente el «horror vacui’» en mayor medida es debido a que el tiempo –el verdadero protagonista– se presenta con más amplia pulsión, y la soledad es un calmante que anestesia pero embota a la vez.

Poco más se puede decir de la construcción de los relatos, sin aristas, aparentemente calmos pero llenos de fuerza; no hay apenas sorpresas, no hay verdaderos dramas, se intentan esquivar; son eso sí, pequeños pedazos de vida cercanos a las historias de Chejov, John Cheever o Alice Munro. Como en ellos Zarraluki abre en palabras la extrañeza de lo real, la realidad de lo extraño en el hombre.

Anterior crítica de libros: “Estrategias sobrenaturales para montar un grupo de rock”, de Ian Svenonius.

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