Libros: «Eres el mejor, Cienfuegos», de Kiko Amat

Autor:

«El protagonista es un cuarentón, crítico musical de una importante cabecera, que no se quita las camisetas de grupos compradas en los ochenta»

Kiko Amat
«Eres el mejor, Cienfuegos»
ANAGRAMA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Varios motivos conductores de la reciente novela de Kiko Amat refuerzan estructuras o  técnicas que ya habían aparecido en las tres anteriores, y forman todas así un corpus aún escaso pero coherente: en primer lugar, la presencia como fondo de la música pop –el protagonista es un cuarentón, crítico musical de una importante cabecera, que no se quita las camisetas de grupos compradas en los ochenta–, después, el constante exilio de la historia principal para que el patetismo del fresco tenga más alcance; como final, el humillación de marioneta de los personajes.

En esta ocasión el centro que arrastra, a su pesar, a las vidas perdidas, náufragas, es el 11-M, una explosión política –en su sentido primigenio– que se cruza con la crisis personal de Cienfuegos, hilarante en el periódico, en su matrimonio, en sus paseos, si su dibujo no resultase especialmente cruel y sangrante, Kiko Amat lo trata a patadas hasta su ilusoria –o irónica o real, que todo puede ser interpretado– redención final en que resulta a su pesar el gran héroe de los movimientos de protesta. Un héroe mediático, por supuesto. Viene a ser, pues, como la contrafigura de los protagonistas de Frank Capra, un  “Meet John Doe” neurótico, o como si las novelas de Evelyn Waugh hicieran realmente pupa.

La galería de secundarios es realmente una “troupe” circense, su jefe ,“ese imbécil” lo suelen llamar, su mugriento amigo Eugenio Cuchillo, el dúo de electrónica pirada Defensa Interior, quizás se salve la fotógrafa Juana Bayo, una María Magdalema que le limpia el sudor. La trayectoria vital de Cienfuegos es, al fin y al cabo la que recoge todo este museo, su pasado de escritor promesa y su feliz matrimonio que concluyen en una escena patética, catarsis, emocionante, en que el protagonista deviene humano, demasiado humano: un llanto incontenible, por todo, en la plaza del Raspall de Gracia.

Al fin y al cabo en el final Cienfuegos es un caballero medieval que lleva su grial a la princesa, solo que no es la selva de Brocelandia, es la Barcelona de madrugada.

Anterior entrega de libros: “El edificio”, de David Monteagudo.

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