Libros: «Cartas de mamá», de Julio Cortázar

Autor:

«Los afortunados que no lo hayan leído asistirán a una dura patada en los riñones de esa realidad levemente amarga que se llama vida moderna»

Julio Cortázar
«Cartas de mamá»
NÓRDICA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.
 

 

Siempre me han gustado esos libros de formato mínimo, cuidadas selecciones que ocupan poco más que un cedé; aquellos que en una estantería resultan irrisorios, pero insustituibles en un pequeño cajón, a mano siempre para sentir el pequeño placer de escogerlos y llevarlos en cualquier rincón de la mochila y desear esos momentos de esperas inesperadas que entonces se vuelve hasta gozosa. Es lo que probó Alianza a mediados de los noventa con las maravillosas Alianza Cien y Minibolsillo e intentó poco más tarde Aguilar. Pues bien, una de esas editoriales independientes tan activas y que tanto cuidado ponen en sus volúmenes –Nórdica– ha escogido el formato como marca definitoria. Es evidente que los textos han de ser breves, pequeñas antologías de cuentos sobre todo afines a los países escandinavos, a veces incluso un único relato; pero la selección de los autores y el siempre espléndido diseño de las carátulas hacen que apetezca comprarlos, aunque tengamos ya la obra en casa.

Es el caso de «Cartas de mamá» de Julio Cortázar. Había aparecido ya en «Las armas secretas», quizás el libro del argentino más afín a la cultura pop, no solo por la excelente “El perseguidor”, sino también por la utilización que realizó Antonioni de “Las babas del diablo” para su «Blow-Up». Entre estos dos magistrales textos, no desmerecía la historia de una pareja de argentinos escapados a París. Señala reiteradamente la crítica que el tema del cuento es la culpa, y siendo ello cierto existe también un componente presente como un fantasma: la traición a la identidad. Luis y Laura abandonan su país, su familia, sus amigos, se vacían desde “el olvido de todos sus compromisos sociales”, se despojan de parte de ellos mismos, por eso es justicia casi divina que una presencia le recuerde el barro del que están hechos.

El texto no es más que el desarrollo de uno de los ejes principales de la literatura fantástica: aparece algo que no debería estar ahí, lo prohibido siempre reacio a las presiones para esconderlo. Por ello, aunque se lo ha comparado con «Hamlet» tiene mucho más que ver, a nuestro entender con “La pata de mono”, de W.W.Jacobs; en ambos dos deseos –aunque en Cortázar son negativos– enmarcan la sobrecogedora ambigüedad final.

De la relectura, fructífera siempre en obras de enjundia, y ya conocido de forma anticipada el argumento, sobresalen lo bien escondidas que están las costuras de la trama, desde el primer momento conocemos que en una de las cartas hay un “error ridículo”, pero hasta que llegamos a él, enredando entre autobuses, almuerzos y oficinas, ha pasado medio cuento, a partir de ese momento –y sin que lo perciba el lector– la acción se va a poco a poco acelerando hasta llegar a la esplendida escena final, con un narrador externo que observa a Laura desde los ojos de Luis e interpreta desde él los pensamientos de la desesperada protagonista en la estación de San Lázaro, asustada y esperanzada a la vez. Seguramente muchos los de lectores de EFE EME conocen ya el cuento, los afortunados que no lo hayan leído asistirán a una dura patada en los riñones de esa realidad levemente amarga que se llama vida moderna.

Anterior entrega de libros: “La mujer de sombra”, de Luisgé Martín.

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