Libros: «Aprendiz de kung-fú», de Francisco Nixon

Autor:

«El ex Australian Blonde y La Costa Brava, no solo escribe canciones pop que algunos admiramos sin reservas, sino que es un narrador más que solvente»

francisco-nixon-16-04-14

Francisco Nixon
«Aprendiz de kung-fú»
CHELSEA EDICIONES

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

 

Quienes frecuentamos, aunque sea de tanto en tanto, el blog de Francisco Nixon (Fran Fernández), sabemos de las buenas maneras literarias que se gasta, de lo amable y cuidado de su prosa, del fino humor que despliega constantemente, de ese detenerse en aspectos cotidianos y desarrollar pequeños pero deliciosos artículos que tienen mucho de relato. Sabemos de su comentar lecturas, conciertos o discos, de ese pensar en voz alta diferentes aspectos de su oficio musical o de su gusto por sacarle punta a las anécdotas de su día a día. Sí, el ex Australian Blonde y La Costa Brava, no solo escribe canciones pop que algunos admiramos sin reservas, sino que es un narrador más que solvente: claramente tiene talento para juntar letras.

Los textos que reúne en este «Aprendiz de kung-fú» parten de diferentes lugares: su mencionado blog o colaboraciones en revistas impresas o digitales. Son, por tanto, piezas desordenadas escritas en distinto tiempo, pero que juntas conforman un volumen que engancha, con el que disfrutas tanto cuando recoge conversaciones escuchadas al azar como cuando reflexiona alrededor del indie, la poesía o el compromiso musical. Pero también cuando se adentra en lo personal (aunque cualquier texto suyo lo es), como en sus experiencias y dudas como compositor o cuando recuerda aquel experimento tocando en domicilios particulares o relata una visita al museo Thyssen para ver la exposición antológica dedicada a la obra de Edward Hooper. Mención especial a ‘Champán para todos’, un recuerdo a Sergio Algora (su compañero en los felices La Costa Brava) que también es homenaje en el que no obvia el humor.

Tras la lectura de «Aprendiz de kung-fú» queda la sensación de haber tenido acceso a algo tan valioso como singular y especial: un libro que el mundo debiera conocer y que, no lo dudo, podría haber acabado impreso en una colección de literatura al uso y no necesariamente en esta de la voluntariosa Chelsea Ediciones, dedicada a recoger textos de músicos. Sobre todo porque estamos ante un músico, claro que sí, pero, también, ante un espléndido escritor con vida propia, aunque igual él mismo no se lo termina de creer. Un libro el suyo que si hubiera que puntuar, se haría con un diez con facilidad.

Anterior crítica de libros: «Es un decir», de Jenn Díaz.

Artículos relacionados