DISCOS
«Es entonces cuando salen las mejores obras, las que comentan un momento vital y lo hacen fusionando belleza y verdad, que vienen a ser lo mismo»
La Bien Querida
LBQ
SONIDO MUCHACHO, 2025
Texto: CÉSAR PRIETO.
¡Qué gran disco ha hecho La Bien Querida! ¡Qué espléndida ocasión de presentarnos en él a Ana Fernández Villaverde! Un octavo álbum, tras los aires latinos de Paprika y, ahora, que en el título aparecen las siglas de su alias, ha volcado el corazón en quien es ella como nunca antes lo había hecho. Así desarrolla el principio, “Ni bien ni mal”, un paseo reflexivo con un leve crescendo y arreglos que levantan la canción y la hacen flotar. Es un arranque del disco bellísimo y una puesta a punto con esperanzas de futuro. También es una indagación en sí misma “Bar Dixie” —el bar de Madrid donde desayuna cada mañana—, una recreación y enumeración de sus gustos personales. Bajo un ritmo matemático y una melodía esplendorosa, se desarrolla cierta frialdad, placeres sensuales, colores, naturaleza, y sobre todo el amado.
Un amado que en “Murdaka” —una delicia el inicio de piano— ya no está, y lleva a la inevitable pregunta: ¿cuándo se va el amor, que era la vida, qué nos pasa? Como en “Si está bien”, de Los Planetas, pero con el esfuerzo hecho para levantarse. El piano y las cuerdas dan la intimidad que necesita la canción. También la presencia del desamor aparece en “Podría haber sido”, con sus preguntas al amado que se aleja y un futuro que ya no les pertenecerá. Arabescos en los arreglos para una canción que funciona con una simple acústica en la primera parte para, en la segunda, imaginar posibles pasados.
Hay dos temas que beben y se encharcan en técnicas literarias. “Naufragio” es una alegoría cuyo término de comparación es un barco que embarranca, como las vidas, con un final recitado impresionante en el que confluyen todos los sentidos y la constancia en la repetición causa la angustia que se describe. El final emite señales de un teléfono estropeado. Relacionada con ella está “S.O.S”, que se enmarca en un extraño carpe diem en el que el yo poético es una voz femenina, cosa inhabitual. Es un pedacito del Renacimiento con una percusión casi de procesión.
“Como un perro” comienza con unos deliciosos punteos de guitarra eléctrica, un riff lento, con sabor a los grupos donostiarras de los años noventa, que al final se convierte en eléctrico. Sencilla también es “Un milagro”, con unas leves cuerdas para una canción de amor de voz más íntima y perfecta en su simplicidad. En este mismo rango encontramos “Una estrella”, dedicada a su hija, de preciosa melodía que comienza siendo minimalista y poco a poco va rodeándose de arreglos acariciantes, acogedores.
También hay amor pleno en “Como te amo yo”, que en su estribillo se asemeja a un clásico de Manuel Alejandro de nombre parecido. Y es un elogio, porque en ambas la reiteración del amor pleno se da de la única manera posible, aunque en la de La Bien Querida el fondo es más minimalista, pero también más intenso. Queda la única de factura algo más tropical, con una ambientación de salsa —“Noche de bodas”— que define lo que es ese amor perfecto, pero incomprendido, y parece una canción de la Fania en manos de alguien que la coloca en dejes europeos.
La Bien Querida habla de cosas de la vida, de cosas bonitas y sencillas, esas que no cuestan dinero —como el amor—, pero te dan trocitos de felicidad. Sin más pretensiones. También comenta en entrevistas que en la música se ha perdido naturalidad, que las imperfecciones transmiten más. Y que el disco es «una unión perfecta de mi yo artista con mi yo real». Sí. Es entonces cuando salen las mejores obras, las que comentan un momento vital y lo hacen fusionando belleza y verdad, que vienen a ser lo mismo.
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Anterior crítica de discos: Sharon Van Etten & The Attachment Theory, de Sharon Van Etten.