“Lady Bird”, de Greta Gerwig

Autor:

CINE

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“Una película maravillosa, tan sencilla, tan compleja y tan real como la vida misma”

 

 

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“Lady Bird”
Greta Gerwig, 2017

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

A Greta Gerwig la conocíamos como actriz y coguionista habitual del director de cine independiente Noah Baumbach. Juntos nos trajeron las maravillosas “Frances Ha” (2012) y “Mistress America” (2015), relatos divertidos a la par de amargos y capaces de representar de manera sutil el desasosiego y precariedad a la que se enfrenta la juventud actual. En “Lady Bird”, su primer filme como creadora única, Gerwig es capaz de mantener aquello que tanto nos interesaba de las películas mencionadas (lo inestable de la identidad, lo complicado de encontrar nuestro lugar en el mundo) al tiempo que crea un universo de referencias verdaderamente único y propio.

Christine (Saoirse Ronan) es una estudiante de último curso de una escuela católica que quiere dejar la aburrida Sacramento por la interesante Nueva York. Christine tiene una relación de amor-odio con su madre (Laurie Metcalf), basada en la fuerza de carácter y la pasivo-agresividad que las hace casi iguales. Christine comienza a interesarse por chicos (Danny y Kyle, interpretados respectivamente por Lucas Hedges y Timothée Chalamet), trata de hacer nuevas amigas y ha de enfrentarse a las diferencias socioeconómicas existentes entre ella y sus compañeros de clase.

Pero Christine también pide a su familia, amigos y profesores que la llamen “Lady Bird”, en lo que no es sino un gesto más en la búsqueda de la propia identidad que es la película, una identidad que nunca está realmente creada, sino que se construye con todos y cada uno de los momentos y situaciones en las que el personaje se encuentra. Así, al canalizar y mostrar un proceso tan reconocible como el del permanente autoconocimiento, la angustia y desconcierto adolescentes (adornados con inteligencia, sentido del humor y un cierto cinismo como fachada) de “Lady Bird” resuenan mucho más allá de su edad y situación concreta, permitiendo que resulte identificable aunque su experiencia no se parezca a la de la audiencia. Además, la película nos ofrece una relación materno-filial muy alejada de la noción de mujeres traumatizantes o castrantes tan presente en la historia del cine, un tipo de relación (la de madre e hija) rara vez vista en pantalla y que aquí nos recuerda que el amor no es fácil y que requiere de cuidados, atención y esfuerzo.

Por mucho que “Lady Bird” odie Sacramento, el espacio y tiempo del filme se construyen casi como una carta de amor a la ciudad del norte de California, compuesta a partir de tonos azulados y rosáceos que crean un ambiente de sentimiento y memoria, casi de recuerdo, convirtiendo la historia de Christine en la nuestra propia. “Lady Bird” es, si hubiera que resumirlo en pocas palabras, una película maravillosa, tan sencilla, tan compleja y tan real como la vida misma.

 

Anterior crítica de cine: “Black Panther”, de Ryan Coogler.

 

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