La puerta, de Manel Loureiro

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LIBROS

«La tensión creada en las primeras páginas de un thriller es esencial, y aquí cada palabra está medida»

 

Manel Loureiro
La puerta
Planeta, 2020

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

La mejor escena es la que abre el libro: dos operarios del servicio de mantenimiento de un parque eólico van a reparar, un día de lluvia densa, unos aerogeneradores que se han estropeado en la cima del monte Seixo. Embarrado y casi intransitable, el camino les deja en una cima donde hallan el cadáver de una joven y una vela, ambas aún calientes. El monte gallego posee un misterio ya de por sí, la Porta do Alén una construcción megalítica que los expertos consideran que servía a los antiguos habitantes de la zona para el traslado de sus jefes fallecidos hasta el más allá. Por supuesto esta puerta va a tener un papel fundamental en la novela.

La tensión creada en las primeras páginas de un thriller es esencial, y aquí cada palabra está medida, recortada para potenciar la acumulación de angustia; pero es evidente que este nivel es imposible de mantener en toda la obra, es por ello que en ocasiones está obligada a desinflarse, no se puede mantener un clímax eterno. Es en estos momentos de placidez cuando el estilo también decae. Aunque cierto es que a una novela de estas características no se le exige que el lenguaje sea cuidado por sí mismo, sino que sirva para crear intriga. Y esto sí que lo consigue.

Entra en danza entonces la facción investigadora: la agente de la guardia civil Raquel Colina ha pedido el traslado a Viascón, un puesto perdido en la Galicia interior, en las faldas del monte. Allí ha contactado con Ramona Valengo, una menciñeira que consigue curaciones milagrosas. Su hijo Julián tiene una enfermedad por la que ha sido desahuciado. Con la introducción de estas piezas queda listo el tablero de juego para la partida.

Los elementos se desplazan lentamente: la casona rural en la que se instala Raquel, con un ala derecha prohibida porque está sin reformar y es peligrosa, un guardia civil jubilado que sabe algún secreto, antiguas fotos, contactos con historiadores, bosques…

Tras el uso del lenguaje y la facilidad del narrador para crear intriga, el segundo factor de calidad en un thriller es la estructura, que las cosas sucedan en un orden y con un ritmo que permita al lector el descanso, pero que de golpe lo asalte con un sobrecogimiento, que no se solapen hechos, pero que tampoco se demoren y, pese al final, algo tópico, Loureiro lo consigue con creces. Tanto, que este cronista se imagina que no tardarán mucho en ser comprados los derechos cinematográficos, puesto que la historia los está pidiendo a gritos.

Anterior crítica de libros: Balmoral. Loquillo, por un instante, la eternidad, de Javier Escorzo.

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