La Música de El Mundano: Entrevista con Julio Valdeón sobre su libro American madness

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La Música de El Mundano: Entrevista con Julio Valdeón sobre su libro American madnessAmerican madness no es un proyecto cualquiera. Primero, porque en España, para teclear sobre rock, debes de estar majara. Especialmente, si lo tuyo es la novela. Además, no ignoro que muchos escribas sólo hablan de aquello que los beneficia, esto es, de los escritores que les sirven, glosándolos, para halagarse a sí mismos. Situarte fuera de ese canon, emparentarte con un rockabilly de Nueva Jersey, poco hará por mi reputación, pero es que a estas alturas ya sólo espero, como diría Raúl del Pozo, que ésta sea mala, incluso muy mala, eso es, una mala reputación a prueba de tesinas y  jefes del cementerio.

Además, los libros de este corte se hacen doblemente amargos por falta de apoyos.

Investigar requiere tiempo.

Quien dice tiempo dice paciencia por parte de la editorial, dotes de investigador, dinero para viajes, fotocopias, libros, llamadas telefónicas, etc.

Es un milagro, pues, que American madness exista.

Es uno de esos libros tozudos, empeñados en nacer aun a pesar del entorno.

Y yo, a Springsteen, y a Darkness on the edge of town, se lo debía (me lo debía).”

Así inicia Julio Valdeón Blanco la introducción a su nuevo libro, American madness, dedicado a la creación del Darkness on the edge of town de Bruce Springsteen. Tanto en EFE EME como en mi blog El Mundano –donde Julio colabora semanalmente, los jueves– hemos informado de la inminente edición de este libro. Lo publica Caelus Books el próximo 18 de mayo.

Julio Valdeón Blanco, corresponsal en Nueva York del diario El Mundo, es columnista de varios periódicos de su Castilla y León. También colabora –aparte de en El Mundano– en las revistas Leer y Ruta 66 (Ignacio Julià es el autor del prólogo). Pero sobre todo es escritor. Autor de cuatro novelas, finalista y ganador de varios premios literarios, esta nueva obra supone un cambio de dirección. Y motiva nuestra charla virtual, que comienza por una primera pregunta obvia:

¿Por qué Bruce Springsteen?
Hablamos de un artista clave en la historia del rock, glorioso resumen entre el r&b, rockabilly, etc. previos, y el pop, soul, etc., que nace en los setenta, lírico y abrasivo, sobre el que pesan demasiados malentendidos, azuzados, en buena medida, por su descomunal éxito… Él mismo, al publicar Born in the USA, infló las velas de cierto descrédito, ya sabes, las giras por estadios, las radiofórmulas, las visitas principescas y así, aunque dudo que hubiera previsto el grado de histeria que alcanzaría la ola. Pasto de medios masivos, del último minuto de los telediarios, su legado, a veces, agoniza bajo demasiados tópicos. Del otro lado, desde la trinchera del sector esnob, también abundan las contradicciones. A diferencia de, pongamos, Patti Smith (a la que regaló “Because the night”), Bruce carece de un perfil cool, o sea, apropiado para modernos… Bruce, uy, quita, quita, qué sudoroso, qué poco glamour, qué asco… No encaja en el perfil vanguardista, no sirve como tendencia ni lustra tu lista de lo mejor del año recién fotocopiada del New Musical Express. Sucede con frecuencia. Diego A. Manrique ha contado más de una vez cómo Siouxsie se declaró horrorizada cuando descubrió que “This wheel’s on fire”, que había versionado con los Banshees, la escribió Bob Dylan… Allá ellos. Springsteen, en sus mejores momentos, en discos como Darkness, The river, Nebraska, etc., ha ejercido como gran poeta rock, a la altura, como compositor, de Cohen, Young, etc., y como interprete, del James Brown más atómico o el Presley del especial del 68… Al menos el Bruce del 78, del que escribo.

¿Por qué fijaste tu mirada en Darkness?
Lo obvio sería referirse al Born to run, y quizá sea su obra maestra, pero el momento cataclismático en su carrera le pertenece a Darkness. Es ahí donde encuentra su voz madura, la que resonará durante los siguientes treinta años. Asume la imaginería fordiana; comprime las canciones; habla de la fábrica, los pecados sociales, las relaciones paterno/filiales, etc. Y lo hace reuniendo influencias que ya no le abandonarán, como Hank Williams o Elia Kazan, o Ford, claro, siempre John Ford… Con Darkness reivindicó el gran legado cultural americano (de Sun Records a las Crystals, de “The Searchers” –Centauros del desierto– a James Dean), en unos días en los que si no orinabas sobre la tradición eras un carca, al menos en el mundillo musical, donde veníamos de soportar los taconazos y desplantes de las estrellonas y las cósmicas empanadas del rock progresivo… Quizá en el cine fuera distinto, ahí sí encuentras figuras paralelas a Bruce, pongamos Scorsese, De Niro, Pacino y tal, que en buena medida desempeñarán un papel similar. Por otro lado la gestación del disco fue épica, tras dos años enzarzado en una disputa legal que a punto liquida su progresión. Las presiones eran inimaginables, Los DJs se referían a Bruce como a un bluff, desaparecido en combate, ignorantes de lo que ocurría. Al tiempo, mientras daba conciertos para pagar las deudas y mantener unida a la E Street Band, consolidó su relación con Jon Landau, un personaje sin el cual, nadie lo olvide, sería imposible entender a Springsteen… En medio del caos, acosado por abogados, facturas, etc., Bruce pegó un volantazo, renunció a la exuberante galería delimitada por Born to run, y comenzó a escupir canciones de altísimo nivel (70, aunque sólo 10 entrarán en el disco), que algún día debieran de editarse como corresponden… Si es que antes la industria no se ha ahorcado. Y están los directos: sobre la gira de 1978 descansará la leyenda del directo de Springsteen, con conciertos (Passaic, Winterland, Agora, etc.), que circularán durante décadas entre los coleccionistas como si fueran el Santo Grial, comparables a los recitales de Dylan & The Band del 66, si descuentas el componente lisérgico. Encima, postrimerías de los setenta, el reaganismo acecha a la vuelta de la esquina, Nueva York, donde grabarán el disco, encerrados de marzo del 77 a la primavera del 78, vive sus peores momentos… Todo eso, espero, bulle en el libro.

¿Cómo encuadras esta obra respecto a tus libros anteriores?
Obviamente supone un cambio de registro. Hasta ahora había publicado novelas. Seguiré haciéndolo, claro, las iré combinando con ensayos. Me seducía, además, el reto de escribir sobre rock and roll emulando, con humildad, los paradigmas que presiden esto tipo de libros en EE.UU. No aspiro a que la crítica literaria lo comprenda mucho. En España, escribir sobre rock equivale a llorar. Lo normal en un escritor es largar sobre otros escritores, con preferencia, como explicó Mailer, por aquellos que más te convienen, en los cuales puedes subsumir tu estilo e ideas; segundo, porque sufrimos la incomprensión de una intelectualidad sorda, la misma, un suponer, que a día de hoy todavía opina que La Movida fue un invento, que no dejó nada… Cómo va dejar algo, cómo iban a enterarse ellos, si todavía consideran al rock una suerte de acné juvenil, una banalidad… Claro que antes era peor: al menos ya nadie cree que se trate de un Caballo de Troya diseñado por el imperialismo para sorber el coco de los jóvenes…

¿Qué diferencias y novedades aporta tu libro en comparación con los otros dedicados al Boss?
No hay ninguno, que yo sepa, dedicado a un periodo tan concreto de su biografía, a uno de sus discos y la gira subsiguiente (aunque, ojo, en los primeros capítulos me remonto a los orígenes, para así entender bien que ocurrirá en 1977/78). Está el de Geoffrey Himes sobre el Born in the USA, pero se trata más de un breviario, de un manual de bolsillo. Los de Dave Marsh, siendo magníficos, abarcan la totalidad de su obra, son mucho más panorámicos. Quizá el precedente más obvio, salvando las distancias, sean los brillantes ensayos que Greil Marcus dedica a discos como The basement tapes, a canciones como “Like a rolling stone”, etc. O, saliéndonos del rock ‘n’ roll, los que Ashley Kahn dedica a A love supreme y Kind of blue. Con el debido respeto, eh, y todas las distancias. Un orgullo personal es que el libro está escrito con intención de estilo, con prosa poética, que conjuga lo analítico y las metáforas, algo infrecuente en este tipo de artefactos… Otra de las diferencias del libro es la abrumadora cantidad de fotografías (bastantes inéditas) que presenta, y el hecho de conjugar fotos al estilo de los libros más lujosos con un texto que se pretende serio, algo poco habitual en los libros ilustrados.

¿Quién te ayudó en la preparación y elaboración?
La lista es larga. Salvador Trepat, de Point Blank, fue insustituible. Puso a nuestra disposición sus contactos, compartió fotos, corrigió el manuscrito, etc. Jimena Castillo, editora de Caelus, y su marido, Javier, que lo diseñó, fueron capitales. Y también, claro, los americanos, Jon Landau, al que entrevisté, su biógrafo, Dave Marsh, que me invitó a su casa y a la radio, fotógrafos como Frank Stefanko (autor de las portadas de Darkness y The river), Eric Meola (portada de Born to run), escritores como Jim Cullen, Eric Flannigan, músicos como Doug Yule (de la Velvet Underground), cineastas como Thom Zimmy (que cuando lo visité trabajaba en los vídeos de la que ojalá sea la caja del treinta aniversario de Darkness…), periodistas legendarios de Asbury Park como Stan Goldstein, Lou Cohan, fundador del fanzine Thunder Road, o Charles R. Cross, que fundara Backstreets… y, claro, Bob Crane, de la Bruce Springsteen Special Collection, que puso a mi disposición la inmensa mayoría de artículos de la época, y Bob Benjamin, amigo personal de Bruce y manager de Joe Grushecky… La lista sigue, es muy larga, y con todas estas personas guardo eterna gratitud. Sin ellas, no hubiera existido el libro.

La idea del clip en Youtube para promover un libro es bastante novedosa, al menos para mí.
Fue una iniciativa de Caelus, la editorial, a través de un amigo suyo que es un artista. Me parece una muestra de agradecible entusiasmo que apuesten por otras formas de publicitar nuestro trabajo. Además, “Racing in the street”, la canción que ilustra el vídeo, es insuperable, y de añadido se ven imágenes del concierto del Capitol, otra de esas joyas perdidas que alguien tiene que añadir al canon del rock ya. El libro incluye un póster de su actuación ahí en 1978…Y no nos importa, de verdad, que sean en blanco y negro.

Aquí puedes ver el vídeo promocional del libro.

Puedes seguir a Adrian Vogel desde El Mundano.


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