“La materia de la que están hechos los sueños”, artículo de Diego A. Manrique

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Durante años los buscadores de discos de 78 revoluciones han impedido que grabaciones de blues, folk, country, jazz… se perdieran definitivamente. A raíz de la publicación del segundo volumen de “The stuff that dreams are made of”, que reúne “algunas de las máximas rarezas discográficas de los años veinte”, Diego A. Manrique, en su blog de “El País”, dedica un artículo a este asunto.

“Sin desmerecer los valores intrínsecos -estamos ante poderosa música rural grabada de un tirón, sin cortes ni añadidos- creo que la serie está pensada para honrar la mitología de los coleccionistas, en su faceta más aristocrática: los buscadores de las placas que giran a 78 revoluciones por minuto”, dice.

“Para las disqueras y, seguramente, también para los artistas, las pizarras eran un producto de temporada con fecha de caducidad, un retrato de un momento pasado”.

Los buscadores de placas de 78 visitaban “los barrios donde habitaba el público potencial de la música en cuestión, determinar qué vecinos estarían dispuestos a vender y convencer a los renuentes. El precio no solía ser un problema: las placas usadas no eran muy valoradas, especialmente tras la aparición de los microsurcos”.

“Tras los locos del jazz, entraron los fanáticos del blues. Luego, los amantes del hillbilly, el primitivo country. ¡Los ateos que suspiraban por las joyas del gospel! Más tarde, los paladeadores de las grabaciones étnicas: cada minoría que se instalaba en Estados Unidos llevaba su música y alguien se ocupaba de comercializarla. En tiempos más recientes, se revalorizó el frívolo pop de la Prohibición (como el que se escucha en Boardwalk empire)”.

“La historia de la música popular sería otra -y más pobre- sin el activismo de estos entusiastas, que muchas veces cruzaban la línea roja de la legalidad”, recuerda Manrique.

Desde aquí puedes acceder al artículo d eDiego A. Manrique “La materia de la que están hechos los sueños”.

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