La descongelación de Alejo Stivel

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“Cuando canto, saco el látigo y me hostigo, como una procesión en Semana Santa”

 

Seis años después de su debut en solitario, Alejo Stivel lanza su primer trabajo de canciones propias desde la disolución de Tequila. Sobre su carrera y sus nuevas composiciones habla en esta entrevista con Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.

 

Paradójicamente, Alejo Stivel nos habla por teléfono de su nuevo disco mientras da de comer a sus gatos, como si los felinos reivindicasen la victoria de formar parte del propio título, “Yo era un animal”. Es la vuelta a la composición del excantante de Tequila, que llevaba casi treinta años sin escribir canciones propias, abducido por las múltiples producciones que han pasado por sus manos. Ahora ha vuelto a pelearse con el folio en blanco y ha grabado el resultado con su banda habitual (Julián Kanevsky, Chilo, David Salvador) y colaboradores como M Clan, Fernando Montesinos, El Niño Bruno, Luis Prado, Pete Thomas o la estrella invitada, Al Perkins. Un disco mezclado por Carlos Raya y masterizado en Nasvhille por Richard Dodd del que nos habla, además de reflexionar sobre otros momentos de su carrera.

 

Alejo, ¿cuánto tiempo llevabas sin escribir, y qué te ha empujado a volver a hacerlo?
Llevaba mucho tiempo sin escribir, demasiado. Me han empujado las ganas. Cuando saqué el anterior (“Decíamos ayer”) tenía más ganas de hacer un disco que de otra cosa, pero si me ponía a componer iba a tardar un año, así que elegí unas versiones de mis temas favoritos y les hice unos arreglos. Puse toda mi carne en el asador, pero no es lo mismo que componer canciones, es otro nivel de compromiso. En este momento mi necesidad máxima era hacer un disco con cosas que quería contar. Fue duro, había perdido un poco la forma. Tuve la famosa angustia del papel en blanco, pero una vez terminado y atravesado el desierto fue un final muy feliz, porque ese caminar por una habitación a oscuras, sin mapas, sin manual, sin una técnica artesanal para hacer canciones, le dio frescura a las canciones. Me salió directo del corazón y no pasó mucho por el cerebro y la técnica aprendida. Si yo hubiese seguido componiendo estos años y tuviera una técnica probablemente no sonarían tan frescas como suenan. Lo pasé mal, pero fue un premio, al final.

 

Y después de tantos años, ¿te has reconocido a ti mismo en la escritura de canciones, o te has sorprendido?
Sí, muchas veces he terminado una canción, la he dejado, y después he dicho: “Joder, ¿qué es esto?”. Hay un poco de eso, sí.

 

Es como si hubieras tenido esa capacidad “congelada” durante todo este tiempo, y la hubieses vuelto a descongelar. Por ejemplo, el single ‘Yo era un animal’ nos devuelve a un Alejo enérgico, muy conectado al sonido que tenías en Tequila, pero quizá también en la historia que cuentas. ¿Es un guiño a esa época?
Es un guiño a esa etapa y hacia mi vida. Quien más, quien menos, todo el mundo ha pasado por etapas de este tipo, más o menos animal o salvaje. Como tú bien dices, creo que hay un punto de congelación, estuve congelado como Walt Disney. De todos modos, la percepción de la gente es mucho más “tequilera” que como yo lo siento. Es rock, es mi voz pasada por el tamiz de los años, pero al haber estado congelado he mantenido una frescura. Puede que la actitud sea muy parecida, con un acercamiento al canto y a la composición más fresca. Hay cantantes que con el tiempo se van solemnizando, imitándose a sí mismo, perdiendo la cosa natural. Creo que eso lo mantengo por el tiempo que no lo he practicado. Pero este tipo de producción no es como la de Tequila, la instrumentación tampoco. En otros temas he tocado palos que no había tocado, más country, más románticas, medios tiempos… ¡En Tequila no había casi medios tiempos, eran todas rápidas!

 

 

Eso es cierto, y en este disco la mayoría superan los cuatro minutos, hay un desarrollo diferente. Aunque también hay cierto aroma a Tequila en ‘Tocar y tocar’, donde cantas sobre tu pasado en Argentina y tu viaje a España. ¿Dibuja un puente de quién fuiste a quién eres?
Totalmente, pero es una letra sobre el pasado, y en Tequila no había demasiado pasado, en general eran letras menos personales, más adolescentes. ‘Tocar y tocar’ tiene una cosa autobiográfica. La sitúo en una dictadura, creo que esa letra nunca habría podido estar en Tequila, en su época. Musicalmente puede ser… pero es un medio tiempo.

 

Es cierto que hay rock and roll, pero también hay baladas (‘Lo que hiciste hoy’), medios tiempos (‘A tus pies’, ‘Contigo’), una canción contra la violencia de género (‘Ni una menos’), un tema con toques más country… Diría que hay variedad en este regreso.
‘A tus pies’ es muy medio tiempo lento, ‘Contigo’ es radicalmente diferente, es una canción acústica, medio country, como ‘Dos en una’, una canción de amor… Después está ‘Lo que hiciste hoy’, una canción muy romántica, aunque se trate de una pelea terrible. Creo que algunas pueden recordar algo a Tequila, pero básicamente porque es mi voz, y es una referencia muy clara.

 

Parece que el disco esconde muchas cosas más que el rock and roll que se muestra en el single.
Sí, elegí ‘Yo era un animal’ porque me parecía que tenía que liderar el disco, pero si las condiciones acompañan sacaré otro que muestre las otras facetas del álbum. No me propuse nada, me fue saliendo así. Cuando produzco a los artistas les digo que me gustaría tener cuarenta canciones para elegir las diez que van en el disco. En este caso no obedecí a las órdenes, las que compuse son estas.

 

Entonces, ¿no tenías más balas en la recámara que estas once canciones?
En realidad son diez, porque ‘La biblia y el calefón’ estaba compuesta desde hace mucho, la hicimos con Joaquín (Sabina) cuando grabamos “19 días y 500 noches”. La hicimos para un programa de televisión de mi cuñado, en Argentina, que se llamaba así, y esa fue la sintonía del programa. De hecho, allí fue incluida en el “19 días y 500 noches”. Aquí no se entiende la mitad de la letra, porque Joaquín la escribió con términos argentinos, y habla del programa, además. En Argentina es un tema muy conocido, no solo por el disco, sino porque era un programa que veía todo el mundo. Mi cuñado murió hace unos años y me pareció un bonito homenaje incluirlo en el disco.

 

Por cierto, en el tema ‘Rubia’, hay un guiño a las quinientas noches de Sabina.
¡Muy bien! Hay gente que no lo ha pillado. Hay varios: “Rubia, solo Dios sabe que sería yo sin vos” (“God only knows what I’d be without you”, de los Beach Boys). Los hago para mí. Hay alguna frase que de repente aparece, de una canción que uno ha oído tantas veces que te cae de maduro. ‘Rubia’ me encanta.

 

Es la única canción íntegramente tuya, porque las demás compartes autoría. ¿De qué te has encargado exactamente?
El noventa por ciento de las letras son mías, y las músicas son compartidas. Como no toco ningún instrumento, toco la guitarra pero bastante mal, en algunos casos puedo componer solo, pero en otros me gusta juntarme con amigos y empezar a tirar de ritmos, acordes… y yo voy haciendo las melodías encima, y después las letras. ‘Rubia’ es la única que hice solo.

 

 

‘Ni una menos’ la has grabado con Miss Bolivia. ¿Cómo es poner palabras y voz a algo tan complejo como la violencia de género?
Es bastante difícil. Nunca pensé componer algo así. Es un tema tan trágico, tan delicado, que convertirlo en una canción pop de tres minutos corre un riesgo de trivializarlo muy grande. Pero un día vi un texto que escribió la hija de Cristina Kirchner, Florencia, sobre una manifestación en Argentina que se convocó con el hastag #niunamenos. La movieron unas periodistas, no sabían qué repercusión iba a tener y se acabaron juntando cien mil personas, en pleno invierno y un día de lluvia constante, era muy duro estar soportando ese clima. La noche antes de la manifestación, Florencia Kirchner escribe un texto en su Facebook, y empieza con esa frase terrible, y dura, irónica y cruel, muy brutal, con la que empiezo esa canción: “El día que te vayan a violar no te pongas minifalda”. Yo leí esa frase y fue como si me hubieran dando un electroshock, quedé muy impresionado por el poder de síntesis que tenía esa frase. No sé, sentí que tenía que hacer una canción. Ya veré cómo me queda, si la veo digna o no, pero la hice. La mostré a mi entorno y todos me dijeron que les parecía buenísima, que reflejaba mucho lo que pasaba, que estaba hecha con mucho respeto. Decidí llamar a Miss Bolivia, no la conocía pero la vi por Youtube y aluciné, creo que aporta al tema muchísimo, aunque sea solo unos segundos. Me parece brutal cómo la eleva.

 

Hay más voces invitadas en este disco, como Guada Álvarez, o Carlos Tarque, que hace los coros. ¿A qué se debe?
Sí, y Ricardo toca alguna guitarra. No hice dúos porque no quería pedir ayuda, este disco era para que yo lo tirase para adelante. Las dos colaboraciones femeninas son de gente que no es conocida aquí, no fue por cuestión de marketing para vender más discos.

 

Entre las colaboraciones hay una muy destacada, la del guitarrista Al Perkins (Rolling Stones, Bob Dylan, The Byrds). ¿Cómo ocurrió?
Es el gran inventor de la steel guitar para el rock and roll. Es un instrumento básicamente de country, y él fue quien lo metió en el rock and roll con los Rolling Stones, con los Byrds, con Dylan, cantidad de gente que era más de rock que de country. Un icono total. Yo quería meterla en dos canciones, vi que aquí había gente muy buena también aquí, pero primero se lo propuse a él, y es un honor contar con él en el disco.

 

De hecho, “Yo era un animal” lo has producido aquí, pero lo has masterizado en Nashville. ¿Por qué?
El mastering es un proceso muy importante pero mucho menos que la producción. Es el aderezo, la sal y la pimienta, y la producción son los elementos. Lo hizo Richard Dodd, yo ya había trabajado con él un par de veces, con M Clan y en alguna otra ocasión, pero ahora se ha especializado en mastering, está en primera línea mundial. Cuando terminas el disco es como ponerle la guinda.

 

“Estaba metido en la rueda de la producción hasta el cuello. Si hubiese elegido los discos que me apasionaban, hubiese hecho quizá la mitad de los que hice”

 

Después de tanto tiempo produciendo para otros, ¿cómo has llevado lo de producirte a ti mismo?
Es como hacerte un selfie, lo borras y haces otro. La parte de la música me es muy fácil porque he producido más de doscientos, pero cuando canto saco el látigo y me hostigo como una procesión en Semana Santa. Si soy objetivo, llevo bastante tiempo sin cantar y me tengo que exigir mucho a mi mismo para quedar contento de cómo sale. El productor hace sufrir mucho al cantante. En otras facetas estoy muy experimentado, no tengo problemas para dirigir una grabación, pero sí he estado muchos años sin cantar. Pero bueno, el cantante ha hecho un trabajo que me ha dejado conforme.

 

Entre tus más de doscientas producciones hasta la fecha hay auténticos éxitos de mercado. Pero, sean o no exitosas, ¿cuáles destacarías, y por qué motivos?
Son como hijos, es difícil elegir una sobre otra, pero si me pones un revólver en la cabeza coincide con los exitosos, porque por algo lo fueron, fueron trabajos bien cumplimentados, por los artistas y por mí. Ahí donde se produce una alquimia mágica, donde todo sale bien, el público responde, aunque hay discos muy buenos que hice y no funcionaron, por falta de promoción o porque algo fallaba al defenderlo… Tengo que nombrar “19 días y 500 noches” de Sabina, “Usar y tirar” y “Sin enchufe” de M Clan, también estoy muy orgulloso de “Vestido de domingo” de La Cabra Mecánica. Son tantos… Hice un disco muy bonito con Kelvis Ochoa, es un artista cubano que estaba en Habana Abierta, fue su primer disco en solitario. Él es un gran compositor y un gran cantante, y el disco que hice me encanta.

 

Como productor, y mirándolo desde el presente, ¿serías capaz de defenderlos todos?
Rotundamente no (ríe). Mi faceta de productor ha cambiado, ahora estoy tan centrado en mi faceta de artista que solo voy a producir cuando haya algo muy apetecible, que realmente me apasione. En el momento en el que estaba antes yo tenía una estructura muy grande, estaba metido en la rueda de la producción hasta el cuello. Si hubiese elegido los discos que me apasionaban, discos que yo compraría, hubiese hecho quizá la mitad de los que hice. Pero yo era un productor profesional que estaba metido en una industria con empleados que comían de lo que yo producía, bastantes empleados, con una estructura, un estudio, una productora… tenía una empresa de producción y yo producía, con el mayor respeto por el artista y los clientes, que son las compañías de discos. Quería que cada disco quedase lo mejor posible para no defraudar y porque mi nombre iba impreso, refrendando esa producción, pero hay muchas producciones en las que no me apasionaba el artista, encargos profesionales que yo hacía de la mejor manera. Es como un arquitecto al que le encargan diferentes cosas: una vez hace una casa de la que se siente muy orgulloso y otras veces las hace lo mejor que puede, para que quede todo el mundo contento, pero no lo recuerda con tanto cariño.

 

Al trabajar con gente tan diversa habrás aprendido muchas cosas, sobre todo a nivel humano.
Sí, y lo he pasado muy bien. Las grabaciones con M Clan, que son mis colegas, Carlos es como mi hermano, han sido una fiesta, como ir de excursión con tus compañeros de colegio, y además hemos hecho discos buenísimos que han vendido. Con Joaquín (Sabina) la experiencia fue fabulosa, un tío con un nivel cerebral descomunal, ya se sabe. Aprendí mucho y lo pasé muy bien.

 

No has abandonado del todo la producción, pero, ¿cuáles van a ser tus próximos pasos musicales?
Si aparece una producción que me afecte de manera brutal, la aceptaré, pero ya no estoy en la rueda. Mi prioridad es mi disco, del que estoy súper contento y orgulloso. Quiero que la gente sepa que este disco existe, que estoy aquí de nuevo. Lo presentaré en vivo, tengo una banda fabulosa, la misma del disco. Tengo el ciento veinte por ciento de mi energía puesta en eso. La gira será el primer trimestre del 2018, tengo que dejar que el disco se conozca un poco y la gente lo vaya interiorizando.

 

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