La cara oculta del rock: El paréntesis motorizado de Bob Dylan

Autor:

 

«Era una historia similar a la de James Dean, un accidente de tráfico pone fin a una prometedora carrera de una estrella en su punto más alto y eleva al personaje a la categoría de mito»

 

El accidente de motocicleta que Dylan sufrió en Woodstock, el 29 de julio de 1966, sirvió tanto para que se alejara de la sociedad como para alimentar su propio mito y verse sumido en los más variopintos rumores: ¿se estaba desintoxicando?, ¿estaba muerto?, ¿sufrió el accidente de verdad?

 

Una sección de HÉCTOR SÁNCHEZ.

 

En tan solo cuatro años, a Bob Dylan le había dado tiempo a erigirse como la voz del pueblo a través de sus canciones protesta, a ser tachado de traidor al enchufar su guitarra a un amplificador y a editar siete joyas con forma de elepé. Era 1966 y la carrera de Dylan parecía no tener frenos. Algo parecido le pasó a su motocicleta la mañana del 29 de julio de 1966 mientras conducía por Woodstock. Así recordó el cantautor el accidente que sufrió cuando tenía veinticinco años: “La rueda de atrás se bloqueó, creo. Perdí el control y me fui dando bandazos de un lado a otro. Lo siguiente que recuerdo es que me encontraba en un lugar del que nunca había oído hablar, Middletown, creo, con la cara llena de cortes, así que me quedaron algunas cicatrices, y con el cuello roto por las claras. Vi pasar ante mí toda mi vida”.

Aunque han trancurrido casi cinco décadas, el misterio que rodeó a este accidente sigue intacto. Antes de que tuviera lugar el suceso, Bob Dylan y su mujer, Sara, acababan de salir de la casa del mánager Albert Grossman. Bob conducía su Triumph 500 con intención de llevarla a un taller mientras su esposa le seguía de cerca montada en coche. El cantante admitió que perdió el equilibrio en Striebel Road pero el lugar donde sucedió el accidente también resulta confuso. Independientemente de dónde sucediera, Dylan acabó mordiendo el polvo bajo su moto y estuvo a punto de llamar a las puertas del cielo.

Siempre se dijo que, en ese momento, la vida del cantautor pendía de un hilo, sin embargo, hay razones para sospechar que la gravedad del incidente se exageró un poco. En lugar de llamar a una ambulancia o a la policía, Sara cogió el cuerpo de su marido y lo volvió a llevar en el coche hasta la casa de los Grossman. Aunque lo más lógico hubiera sido acercarse hasta el hospital más cercano, Sara condujo desde ahí hasta el consultorio del doctor Ed Thaler en Middletown. Desde el hogar de los Grossman hasta Middletown, la mujer tuvo que realizar un trayecto de una hora por caminos sin asfaltar; demasiado para un hombre que se encontraba entre la vida y la muerte.

A partir de este día y durante más de un año, Dylan desapareció totalmente de la escena pública. ¿Qué había sucedido con él? Los medios de comunicación decían que había quedado desfigurado e incluso corrieron rumores que le dieron por muerto. Era una historia similar a la de James Dean, un accidente de tráfico pone fin a una prometedora carrera de una estrella en su punto más alto y eleva al personaje a la categoría de mito. Sin embargo, a diferencia del icono del cine, Bob Dylan quedó tocado, pero no hundido. El resultado de la caída fueron varias vértebras, contusiones y la necesidad de llevar un collarín. Sin embargo, el dolor profundo para el cantante fue más emocional que físico: “Eso me dejó fuera de combate por un tiempo… Y seguí sin sentir la gravedad de aquel accidente hasta al menos un año después de aquello. Me di cuenta de que había sido un accidente de verdad. En el sentido de que pensaba que me iba a levantar y a volver a lo que había estado haciendo hasta entonces… Pero ya no podía”. Hasta la fecha, Dylan había estado llevando una vida todoterreno y vivir ese golpe le hizo reflexionar: “¿Qué cambió? Bueno. Me limitó. Es difícil hablar del cambio, ¿sabes? No es el tipo de cambio que uno pueda expresar con palabras… Más allá del cambio físico. Tenía una vértebra rota. Vértebras cervicales… Y no hay mucho más que decir. No quiero hablar más de ello”.

¿Qué estuvo haciendo Bob Dylan en este periodo de tiempo de reclusión? Durante las seis primeras semanas del accidente, permaneció en Middletown, lo que le otorgó un poco de tranquilidad a la hora de recuperarse, como dijo Selma Thaler, la esposa del doctor: “Aquí podía vivir con algo de anonimato. Resultó que los vecinos tenían una hija adolescente que lo reconoció, (pero) nadie lo molestaba como seguramente hubiese sucedido en (Woodstock)… Quizá el hecho de que nosotros tuviésemos diez años más que él le hizo rememorar sus años de la infancia. En la casa había tranquilidad y él se encontraba a gusto aquí. Sus amigos podían venir a visitarlo siempre que quisiesen. Nadie vigilaba a nadie… Podía estar solo. No sé si pasaba el tiempo escribiendo, pensando o qué es lo que hacía, pero seguramente era algo que estaba fuera de su rutina cotidiana y aquello le proporcionó un poco de paz”.

La gravedad del accidente sigue siendo un misterio. En ocasiones, se ha considerado que se exageró el daño que Dylan pudo sufrir. Incluso se llegó a insinuar que no existió un accidente como tal. Las malas lenguas dijeron que en ese periodo de silencio y durante su estancia en Middletown, lo que en realidad Bob Dylan estaba haciendo era someterse a un proceso de desintoxicación. El doctor Ed Thaler fue tajante al pronunciarse al respecto: “No vino aquí por ningún motivo relacionado con la desintoxicación”. El suceso también coincidió en un momento convulso entre el artista y su discográfica, Columbia Records, cuyo contrato iba a expirar. Por esa época, la editorial Macmillan le pidió al cantante el manuscrito de la novela “Tarántula”. Además, a Dylan le esperaban varios meses viviendo en la carretera debido a la enorme gira que Albert Grossman había previsto y que el músico  se vio obligado a cancelar (exceptuando contadas actuaciones, no volvería a salir de gira hasta 1974). El accidente se consideró muy oportuno ya que alejó al Bob Dylan de las presiones a las que se encontraba sometido y le permitió hacer borrón y cuenta nueva. El director del documental “Don’t look back” (1967), D.A. Pennebaker sostuvo esta teoría: “No parecía estar particularmente en peligro. Hasta cierto punto, el accidente le brindó un periodo que utilizó para descansar de los traumas que hubiese podido sufrir”.

Más allá de rumores, hipótesis y leyendas urbanas, no hay duda de algo que sí que Dylan realizó durante su periodo de reclusión: se reunió con los miembros de The Hawks, antes de llamarse de The Band, y en los sótanos de una casa conocida como Big Pink, situada en una colina de West Saugerties, esta alianza se dedicó a tocar y grabar canciones como lo harían unos colegas aficionados a la música que acaban de comprar instrumentos. Así recordó Rick Danko, el bajista de The Band, esta época: “Bob venía cada mañana después de dejar a los niños, preparaba una gran jarra de café, liaba unos canutos, y se sentaba en la sala y se ponía a escribir canciones. Hacia el mediodía nos despertaba, preparaba otra jarra de café, liaba algunos canutos más, y nos íbamos abajo a tocar las canciones”. Varias de estas grabaciones, conocidas como “las cintas del sótano”, quedaron recopiladas en el primer disco pirata de la historia, “Great white wonder”, y hubo que esperar hasta 1975 para que parte de esas canciones fueran publicadas de manera oficial bajo el nombre “The basement tapes”.

Este divertimento en el sótano demostró que, después del accidente, aunque Dylan se mantuvo aislado de la vida pública, no estuvo en silencio. Volvería a dar señales de vida con el lanzamiento del álbum “John Wesley Harding” en diciembre de 1967. Si antes había sido vapuleado por electrificarse, Dylan volvía a sus orígenes musicales en un momento dominado por el “Sgt. Pepper’s” de los Beatles y la psicodelia. Bob Dylan había vuelto y, como de costumbre, podía seguir haciendo lo que le viniera en gana.

Anterior entrega de La cara oculta del rock: Las mentiras de los Jackson 5.

Artículos relacionados