Kraftwerk, una máquina del tiempo

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“Los cuatro —cada uno de ellos tras su mesa de mezclas— se mostraron incorruptibles, hieráticos, simétricos, inmutables”

La gira de los alemanes Kraftwerk pasó por las Noches del Botánico de Madrid agotando las localidades y dando buena cuenta de la potente (y visual) propuesta electrónica industrial de su directo. Allí estuvo Sara Morales.

 

Kraftwerk
Noches del Botánico, Real Jardín Botánico de Alfonso XIII, Madrid
23 de junio 2018

Texto y fotos: SARA MORALES.

 

Como a bordo de una nave intergaláctica, nos dispusimos a dejarnos llevar. Un viaje por el tiempo y el espacio, surcando fronteras dimensionales que, a golpe de electrónica industrial —por momentos muy dream— iba a transportarnos por un universo plagado de color, impacto visual e hipnotismo sónico.

La propuesta retrofuturista de Kraftwerk se mantiene impoluta. Ellos, que desde 1970 andan creando secuencias musicales imposibles moldeándolas hasta llevarlas a la sinfonía, no solo no se hallan desfasados sino que han encontrado en este siglo XXI un lugar mejor para sus composiciones. Ahora, la tecnología ya sí está a la altura de la creatividad musical de los germanos; ahora, a la vanguardia de su sonido sí puede acompañarle una imagen perfecta que engrandezca el momento. Por eso, si no fuera porque tener delante a estos cuatro padres de la electrónica ya es de por sí un lujo sin precedentes, sus visuales y puesta en escena bastarían para cautivar al alma más dispar de la corriente más lejana.

 

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“Desde su distante y gélida posición, comenzaron a disparar los bombazos más esperados y aclamados de forma ininterrumpida”

Los cuatro —cada uno de ellos tras su mesa de mezclas— se mostraron incorruptibles, hieráticos, simétricos, inmutables… Tras ellos, todo un universo multicolor del que nos hicieron partícipes de un modo interactivo al ofrecernos unas gafas 3D que completara la experiencia visual de forma tremendamente extraordinaria. Frente a ellos, un público variopinto, heterogéneo y sin edad, se entregaba ávido a un concierto que abrió con los cuatro temas principales de su álbum de 1981, «Computerwelt, —’Numbers’, ‘Computerworld’, ‘Homecomputer’ y ‘Computerlove’— y cerraba casi dos horas después, todavía abrasivo, con ‘Boing- Musique non stop’, del «Electric Café» de 1986.

Cuando parecía que nos íbamos acomodando en una zona de confort creada a base de las instrumentales iniciales, las imágenes technicolor y la agradable noche madrileña del recién estrenado verano, llegó el bloque de la nostalgia para perturbarlo todo. Pero una perturbación tan exquisita y selecta que nos recordó por qué Ralf Hütter y compañía siempre serán un antes y un después en la historia de la música.

 

 

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«Una perturbación tan exquisita y selecta que nos recordó por qué siempre serán un antes y un después en la historia de la música»

 

Arrancaba así la cara más pop de la cita y, desde su distante y gélida posición, el cuarteto alemán comenzó a disparar los bombazos más esperados y aclamados de forma ininterrumpida, sin tregua: ‘The Manmachine’, entre anagramas rojos y negros; ‘Spacelab’, con un novedoso y espectacular juego audiovisual en torno a un geolocalizador que, desde el espacio, nos traía hasta Madrid y el punto exacto del concierto; la imperecedera ‘The model’, que sonó fiel y sensiblemente pop, pero tan recia como siempre, con unas visuales encantadoras sobre modelos vintage en blanco y negro; y una ‘Neonlights’ desbordada de un brillo cromático que tintineaba synthpop.

Aquel disco, el que encierra estos cuatro temas —»Die Mensch—Maschine», 1978— continúa siendo uno de los trabajos más referenciales de Kraftwerk. Quizás por asequible en mitad de la presión eléctrica que los caracteriza, quizás por pionero en un tiempo en que la electrónica todavía estaba en pañales y ellos encontraron la forma de darle una salida democrática. Es, junto al mítico «Autobahn» (1974), cuya canción principal vendría justo después en el repertorio de la noche, los álbumes que propiciaron la concepción de la electrónica moderna tal y como la conocemos hoy.

 

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“Un encuentro para el romanticismo krautrock donde cuatro robots de antaño continúan sonando contemporáneos y necesarios”

Entre incómodas y alarmantes interferencias, arrancaba ‘Radio-activity’ que, poco a poco se fue acomodando en un dream más sereno y agradable, concatenando a la perfección con ‘Electric cafe’ y con la magia que impone el pasado gracias a la clásica ‘Tour de France’, y una versión XL de la misma, con imágenes antiquísimas de la competición ciclista. ‘Tee’, la pasional ‘Die roboter’ acompañada de sus habituales avatares, ‘Aerodynamik’ y ‘Planet of visions’ nos encaminaron al final de una cita esperada y multitudinaria, que se había saldado con todas las entradas vendidas desde hacía semanas.

Un encuentro para el romanticismo krautrock donde cuatro robots de antaño, que en su día supieron adelantarse a su tiempo, continúan sonando contemporáneos y profundamente necesarios.

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