Kamikazes enamorados (2004), de Quique González

Autor:

OPERACIÓN RESCATE

«Buscaban un disco básico, puro, orgánico»

 

Después de tres discos dentro de la industria, Quique González se embarcó en la gira Peleando a la contra y emprendió el camino de la autoproducción con un disco minimalista titulado Kamikazes enamorados. Por Javier Escorzo.

 

 

Quique González
Kamikazes enamorados
VARSOVIA!!! RECORDS, 2004

 

Texto: JAVIER ESCORZO.

 

Si tuviésemos que buscar un símil cinematográfico, en 2003, la figura de Quique González remitía, inexorablemente, a la de Gary Cooper en Solo ante el peligro. Él mismo se encargó de resumir su situación en un comunicado que difundió en abril de aquel año. Sobre su relación con las discográficas, admitía que «con el primer disco se pasaron para decir que íbamos a vender 400.000 discos (vendimos 5.000). El segundo lo grabamos en una habitación de cuatro metros cuadrados en casa de Carlos Raya, se lo dimos hecho. En el tercero, el director artístico de la compañía solo dejó dos botellas de champán en el congelador. Todos los gastos de grabación corrieron a cargo de mis royalties; es decir, yo pagué por un disco que, como los otros, ahora es propiedad de gente a la que ni siquiera conozco. ¿Alguien estaría dispuesto a pagar por algo que nunca va a ser suyo?». Desencantado por las experiencias que había vivido con la industria, pero tan entusiasmado como siempre con su oficio, el madrileño decidió seguir su camino en solitario. Ante él acechaba el peligro, pero, a diferencia de Gary Cooper en el western, Quique no estaba solo: tenía a su lado a un puñado de músicos dispuesto a acompañarle en cualquier aventura que quisiera emprender, además de un grupo cada vez mayor de seguidores que le seguía con fervor religioso.

Esto último lo había comprobado en la gira Peleando a la contra, en la que recorrió España en su propio coche, sin más compañía que la de su guitarra, su teclado y la cantante Rebeca Jiménez (su pareja de entonces, que le ayudaba con la organización y el merchandising). Mientras ofrecía aquellos conciertos se puso a trabajar en sus nuevas canciones junto a su inseparable Carlos Raya y José Nortes en La Cabaña, el estudio de este último. Buscaban un disco básico, puro, orgánico. Querían desnudar las canciones, dejarlas en su mínima expresión para que brillasen en su forma más esencial.

 

Las canciones

Kamikazes enamorados se abría con la canción que le daba título, una pieza a piano y voz que parecía tratar sobre una relación sentimental, aunque también se prestaba a segundas lecturas sobre la nueva etapa que estaba iniciando su autor («juégatela un poco, valiente», cantaba alguien que lo estaba apostando todo, literalmente, a una sola carta). La guitarra acústica era la que guiaba “Piedras y flores”, bien apuntalada por la mandolina y el pedal steel, mientras que el violín era el protagonista principal de la hermosísima “Palomas en la Quinta”. Rebeca Jiménez cantaba a dúo con Quique en “Calles de Madrid”, en la que había una alusión a Sabina («cantando alguna de Joaquín»). Y fue precisamente el flaco de Úbeda el que reconoció que “Te lo dije” tenía el aroma del mejor Bob Dylan. No terminaban ahí las relaciones entre los dos artistas, pues por aquellos meses Quique fue invitado a abrir una serie de conciertos que iba a ofrecer Sabina, pero que finalmente no llegó a celebrarse. Para cerrar el círculo, Pancho Varona, fiel escudero del poeta andaluz desde los tiempos de Viceversa, cantaba en un par de canciones.

La segunda parte del disco se mantenía en las mismas coordenadas de austeridad instrumental, pero ralentizaba más todavía el tempo de las canciones. Aquí estaban los temas más desnudos e introspectivos, como “Polvo en el aire” o “Deportado” (esta última fue escrita después de un viaje de Quique a Cuba en el que se le cayó el mito de la revolución castrista, de ahí el «yo quiero rodar películas sin polis»). Tras la instrumental “Siesta en la frontera” llegaba el latigazo acústico de “Suave es la noche”, el corte más enérgico de todos, que encerraba una crítica mordaz a la industria musical. Después, “Dos tickets” y “7/6” recuperaban la instrumentación desnuda y el tono ensimismado, antes de cerrar con la segunda pieza instrumental, “Nana” (como la primera, compuesta por Carlos Raya).

 

Cuidada autoproducción

A pesar de tratarse de una autoproducción a la que se le podría presuponer cierta escasez de medios, el sonido era excelente gracias al buen hacer de los músicos, especialmente Carlos Raya y José Nortes, productores del disco, que hicieron de la necesidad virtud (también participaron Basilio Martí, Eduardo Ortega, César Araque y Toni Jurado). Y qué decir del formato físico, presentado en un lustroso cuadernillo de cartulina diseñado por Fernando Maquieira (que también era el autor de las fotos). Varsovia!!! Records —así bautizaron a la discográfica que crearon para lanzar el álbum— se estrenaba con poderío, tanto en las formas como en el fondo. Y si el álbum era excelente, la gira de presentación no le anduvo a la zaga, con unos inolvidables conciertos en formato trío (Quique piano, guitarra y voz, Carlos Raya guitarra, mandolina y pedal steel, y Edu Ortega violín y guitarras). Algunas de aquellas canciones se incluirían posteriormente como bonus de la primera edición de su siguiente disco, La noche americana.

A pesar de los evidentes riesgos asumidos, la apuesta resultó ganadora y, poco a poco, Quique fue llegando a un público cada vez más numeroso hasta situarse en la merecida buena posición de la que disfruta hoy en día. Ahora no es menos nuestro, sino más de todos. Pero en 2003, cuando se publicó Kamikazes enamorados, seguir a Quique era diferente a seguir a cualquier otro artista: conocías el secreto, formabas parte de la aventura. Comprar sus discos era especial. Afortunadamente, todavía lo es.

Anterior entrega de Operación rescate: XO (1998), de Elliott Smith.

 

 

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