Jorge Pardo: El maestro, entre el jazz y el flamenco

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«A los talibanes del jazz y el flamenco, tanto críticos musicales como programadores de festivales, les ha costado mucho admitir nuevas tendencias porque son dos parcelas de la sociedad que son bastante conservadoras»

 

Es todo un mito del encuentro del jazz con el flamenco (o al revés…). Uno de los grandes músicos de nuestro país, que ha colaborado codo con codo junto a leyendas como Camarón o Paco de Lucía.

 

 

Texto: FERNANDO NAVARRO.

 

 

El pasado enero, Jorge Pardo se convirtió en el primer español en recibir el prestigioso premio de la Academia francesa de jazz como mejor músico de jazz europeo. Después de más de tres décadas al pie del escenario y haber tocado en los cinco continentes, el ilustre saxofonista y flautista madrileño recibía un galardón que le acredita como uno de los compositores e intérpretes más aclamados fuera de nuestras fronteras en los mundos del jazz y el flamenco, que desde que se inició en los garitos de Madrid allá por los setenta unió sin prejuicios y con verdadera vocación artística.

Siendo un chaval, entró en contacto con el jazz en diferentes salas de la capital junto a Pedro Iturralde o Vlady Bas al tiempo que fue apadrinado por Paco de Lucía. A Pardo se debe la flauta que se escucha en «La leyenda del tiempo», el legendario álbum grabado por Camarón en 1979 que revolucionó el flamenco, incomprendido por muchos en su día y ahora uno de los más vendidos de la historia. Pero, más allá del acompañamiento, su carrera en solitario no ha hecho más que situarse entre las más respetadas de nuestra música mientras que ha podido participar en homenajes a Miles Davis o grabar con maestros como Chick Corea. Tras declarar su independencia, gestiona ahora su propio destino discográfico a través de su web.  Nuestra charla tiene lugar en la sede de la Fundación Autor en Madrid, donde el músico impartirá unas clases magistrales de composición de jazz entre jóvenes artistas.

¿Te sientes más reconocido fuera que dentro de España?
Sí es cierto que, si no a nivel popular, las instituciones me ignoran bastante. Cosa que parece que no pasa ahí fuera. De todas formas, cuando te alegras cuando te lo dan, tendrías que cabrearte cuando no te lo dan. Tan justo como injusto es recibirlo como no. Así que tampoco me lo tomo como algo personal.

¿Crees que es porque no se valora el jazz?
Es obvio que en este país hay menos tradición en este tipo de música. Pero ya no solo el jazz. Ya sabes que yo también me dedico al flamenco y tampoco se reconoce tanto. En fin, no sé por lo que es pero las instituciones oficiales están por otra labor.

¿Y qué ves más marginado, el jazz o el flamenco?
Esa es una buena pregunta. Pero no sabría contestarla. Parece que también está nominación de este premio en Francia es un premio de jazz y es curioso porque yo no soy un artista de jazz al uso. Obviamente, es una de mis referencias musicales, pero hay cantidad de otros músicos de jazz que lo hacen propiamente dicho. Lo mío es más bien un invento más personal.

Y este premio como lo ves como una culminación o como una mayor responsabilidad para el siguiente trabajo.
Lógicamente, lo que hacen los premios es que, de cara a la opinión pública, te da ese respaldo. Te pone a las miradas de un público generalista, no tan especialista. Obviamente, estás más expuesto de la opinión general y no tanto de tu público. Siempre he dicho que doy gracias de no ser un personaje muy popular porque de esta manera se trabaja mejor en la sombra. Así que ahora voy a tener que trabajar a media luz.

¿Te ha salido más trabajo que antes?
Más que antes imposible porque trabajo de sol a sol y todos los días del año, bien sea componiendo, en conciertos, estudiando o con más actividades. Trabajar más, no lo creo. Este premio, en todo caso, te pone un poco más en el foco de atención.

La Fundación Autor te ha invitado a dar unas clases magistrales de composición de jazz entre jóvenes músicos. ¿En qué consisten exactamente las clases?
Cuento, principalmente, mi experiencia musical. Intento transmitir a la gente que viene algo más que una fría información musical, que se puede encontrar en cualquier sitio, como internet. Intento inculcar a los artistas que vienen que busquen su propio camino, que hagan caso a los grandes maestros de la música y que sean valientes para expresar su propia opinión y tener su propia voz.

¿Y qué significa el jazz para ti?
Yo me enamoré del jazz, de jovencito, porque vi una libre expresión de la música, en la cual el intérprete se adueña de la composición y es capaz de imponer su sello. Eso me enamoró, porque en las estructuras convencionales de la mal llamada música clásica te tienes que ceñir completamente o casi completamente a la partitura. En el jazz, el intérprete la moldea a su gusto y me encanta. Es un canto a la libertad. Hoy en día, el jazz ha venido un poco más a las formas de conservatorio y hay una cierta rigidez.

Bueno, de hecho, es casi más una actitud. Por ejemplo, Miles Davis, como tantos grandes músicos de jazz, venían de una formación de conservatorio pero apostaron por esa libertad expresiva.
Muchos de ellos eran músicos formados y otros no. Pero la formación académica no tiene nada que ver con el conocimiento. ¡Ojo! Los músicos de flamenco como de jazz no siempre tenemos formación académica. Muchos hemos adquirido el conocimiento de los grandes maestros con los que hemos compartido escenario y hemos bebido.

Tú comenzaste en Madrid en una escena muy activa entre los que estaban Pedro Iturralde, Ricardo Miralles o Vlady Bas, entre otros. ¿Qué queda de esa época?
Es una escena que cambia continuamente. La ciudad que conocíamos ayer no es la misma que la de hoy ni será igual que la de mañana. Los rincones donde los jóvenes hace unos años inventábamos nuestras pequeñas hazañas no son los mismos rincones donde ahora los jóvenes inventan. Es un cambio constante y me congratulo de que sea así. Cada generación fabrica su propia ética y sus propios escenarios.

Por tanto, no eres nostálgico.
Ser nostálgico es inevitable porque es una característica humana, pero hay que sacudirse de la nostalgia.

En aquellos años existía una discográfica rompedora como Nuevos Medios, donde te diste a conocer. Al frente estaba un hombre de la envergadura de Mario Pacheco. ¿Crees que faltan referentes en la industria de este tipo?
Siempre lo he dicho: Mario era el jefe de la compañía pero, más allá de ser un industrial, era un artista. Era el artista principal de Nuevos Medios. Era un personaje irrepetible. Hay compañías independientes y pequeñas por sacar adelante en lo que creen. Son pequeños héroes que luchan contra los molinos de viento y muchos enemigos. Llevan su labor a cabo, y no quiero mencionar nombres, y están intentando ocupar el lugar de Mario Pacheco, que es irremplazable.

¿Cuando mezclabais el flamenco y el jazz os acusaban de herejes o locos?
Sí, pero también combinado con una gran parte de cariño de la afición. No me he sentido nunca apartado por parte de los flamencos o jazzistas. Pero sí es cierto que los talibanes de un lado o de otro, tanto críticos musicales como programadores de festivales, les ha costado mucho admitir nuevas tendencias porque son dos parcelas de la sociedad que son bastante conservadoras.

 

«Si eres abierto y respetuoso, puedes entrar en cualquier entorno musical pero, si quieres profundizar, tienes que cultivarte un poco»

Un ejemplo ilustre es el de «La leyenda del tiempo». Participaste en este álbum ahora clásico de Camarón, pero no entendido cuando salió en 1979.
No quiero presumir de eso pero es un poco la historia de mi vida. Años después de participar en un disco así, te dicen: “Joder qué bueno es el disco que hiciste”. Eso fue hace veinte años pero nadie lo entendió en el momento. De hecho, es una cosa que le ha sucedido a mis grandes maestros. No solo a Camarón. También a Paco de Lucía. Cuando comenzamos con el sexteto, era puesto un poquito en cuarentena el invento. Y Camarón se quejó siempre con cierta amargura simpática de que la gente no le entendía “sus cosas”. Ya no solamente por «La leyenda del tiempo», sino también por el tipo de cante. Incluso hoy algunos flamencólogos dicen que cantaba bien para cantes fiesteros, pero para cante flamenco no sabía cantar.

Sobre Camarón corre tanta leyenda y pasión que a veces se tiende a olvidar el análisis de su obra con detenimiento. Tú que estuviste cerca de él, trabajaste con él, ¿qué tipo de músico consideras que era?
La leyenda se fabrica en torno a un personaje que tenía muchos ángulos y vértices, que traían mucha literatura. Él tampoco se escondió a eso. Pero en el fondo era un tipo mucho más normal de lo que se ha dado a demostrar. Era un gran músico, sin formación académica ni titulación, pero era un gran aficionado. Un gran porcentaje de su actividad psíquica estaba dedicada a la música, otra a su familia y a pasárselo bien. Escuchaba mucha música y tenía una capacidad de aprender digna de mencionar. Rompía con eso de que con el flamenco se nace porque él aprendía y lo estudiaba.

¿Crees realmente que se puede llegar a entender el mundo del flamenco desde fuera? ¿Se pueden compartir esos códigos no viniendo de esa cultura popular como en tu caso?
Es un tópico, pero si quieres aprender de algo, si quieres saber la receta para conocer algo, es amándolo. Tienes que entregarte a ello. Es obvio pero es así. El jazz se ha academizado más y el flamenco está en vía de eso. Pero si quieres aprenderlos tienes que amarlos e ir a los rincones donde se producen. Y dedicarle tu tiempo. Al igual que en la Universidad te haces con apuntes, material, dedicas horas de estudio, aquí igual te tienes que ir a un bar durante horas o a una venta andaluza. Tienes que entrar dentro de ese círculo con una mentalidad nada invasora, con una mentalidad receptora.

Tú los has hecho tanto en el jazz como en el flamenco pero, ¿en cuál entorno te sientes más cómodo?
En todos. De hecho, hace relativamente poco, fui a Perú y me perdí en medio de la selva amazónica. Me recibieron en una tribu y el jefe me pidió que tocase para ellos. Toqué con ellos. Me sentí igual de cómodo. Lo que demuestra que la comodidad en el aspecto del arte es tu propio espíritu. Si eres abierto y respetuoso, puedes entrar en cualquier entorno musical pero, si quieres profundizar, tienes que cultivarte un poco.

También se te recuerda mucho por tu trabajo junto a Paco de Lucía al que has nombrado antes como un maestro. ¿Cuánto te marcó?
Durante dieciséis años, hemos desayunado, comido, cenado juntos. Hemos desarrollado una actividad como hermanos. Él era el mayor. Hemos trabajado como banda pero en una ambiente colaborador y comunicativo en ambas direcciones. He bebido de él de una manera intensa.

¿Crees que gente como Paco de Lucía o Camarón podrían estar entre los grandes creadores del mundo de la música? ¿A la altura de un Miles Davis o Bob Dylan?
Entramos en un terreno personal porque es algo que creo firmemente. Me nombras a Dylan o Davis y son americanos. ¿Quiénes nos lo venden? América. Igual que los americanos nos venden un Winston y Coca-Cola, te venden sus monstruos. Eso no quiere que en Tanzania, Perú o Brasil haya gente igual de buena y válida. Lo que pasa es que se han construido los mitos. Pasas a ser mito cuando la comunicación se dispara a través del mundo entero y de los grandes escenarios del mundo y entonces eres capaz de convocar a cientos de miles de personas y entonces te conviertes en mito. En virtud de una gran calidad, claro que sí, pero también en virtud de un gran aparato. Nadie más que ellos pueden moverse en ese aparato propagandístico. Paco es muy grande pero no creo que en Estados Unidos sepan qué hace. Nosotros sí sabemos lo que hacen Bob Dylan y Mick Jagger. Si hubiera nacido en Cincinnati, igual diríamos que menudo disco se marcó en el 60.

¿De todos los músicos que has conocido cuál es el que más te ha impresionado?
Me impresionó mucho un concierto de Charles Mingus. Pero también tener a Camarón cantando a tu lado un fandango se te ponen los pelos de punta. Es una experiencia única. Partiría una lanza en favor de muchos artistas desconocidos para el gran público. En Etiopía estuve hace poco y disfruté muchísimo del etio-jazz que tiene una raíz africana tremenda.

¿Con qué anécdota te quedas después de tantos años de carrera?
Hay un montón pero ahora te digo una en Brasil. Termino una gira con Paco de Lucía en Río de Janeiro. Soy muy jovencito y no tengo obligación de volver a casa porque estoy soltero. Me quedo allí y contacto con Paulo Moura, el gran saxofonista brasileño. Me invita a ir a diferentes gafilleras, salones de baile públicos principalmente ocupados por mulatos. Voy al centro, que aparentemente es peligrosísimo. Voy solo, yo blanquito y con ojos azules, pero no siento el peligro por ese extraño pasaporte que te otorga la inocencia. Y disfruto de las orquestas increíbles de Paulo Moura, esos sambaos de Río, sesiones que se me quedaron grabadas en mi corazón.

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