Jorge Drexler: Camerinos, hoteles y aeropuertos

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«No hay peor castigo para mí que irme a un hotel después de un concierto, me quedo como un perro dando vueltas por la habitación»

 

«Bailar en la cueva», el último trabajo de Jorge Drexler, es uno de los discos imprescindibles que nos ha deparado este año. El cantautor uruguayo sigue presentándolo en directo, pero hace un hueco para contarnos de las intimidades de su vida en ruta.

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

Siempre con un pie en España y otro en América, Jorge Drexler no para de viajar. Ahora anda presentando su «Bailar en la cueva»: hasta finales de agosto estará actuando por aquí y en septiembre saltará a Colombia y México. En Madrid, su base de operaciones, se pone al teléfono para responder a este cuestionario de preguntas fijas.

¿Cómo pasas las horas previas a un concierto?
Tengo un ritual: habitualmente intento comer bien, en plan homenaje, porque es un día importante, como si fuera una celebración, un día de fiesta, así que suelo brindar y beber. La segunda parte del ritual es dormir la siesta, yo prácticamente solo duermo la siesta cuando doy conciertos, no consigo incorporarla a mi vida cotidiana, pero sí me he acostumbrado a dormir la siesta antes de los conciertos. Muchas veces, como bebía mucho, ya me iba a dormir la siesta ayudado por el vino. Tras una buena siesta, me levanto y me voy a la prueba de sonido.

¿Cuando ya estás en la sala, esperando la hora de subir al escenario, en qué piensas, cómo pasas esos minutos previos, sueles aislarte?
No, no suelo aislarme, me gusta mucho cantar en vivo y generalmente no tengo momentos de pánico previos a salir al escenario. Espero el momento de salir con muchas ganas, con mucha ansiedad. Salvo que algo vaya mal o se haya complicado, esos momentos previos son de confraternización con los músicos, de no pensar mucho, de estar charlando.

¿Llevas fetiches al camerino, cuáles?
No, han pasado tantos conciertos, tantas cosas, tantas variables que no veo un patrón para algo que suceda y que vuelva a repetirse o cumplirse para que el concierto salga bien.

¿Qué es lo más extraño o peculiar que incluye tu catering?
Siempre pedimos un vino de la tierra. Ese es el grado mayor de exotismo que tenemos en el catering. En Paraguay nos dijeron «no se lo recomendamos», y en Brasil también, y nos ponían vino argentino.

¿Qué es lo que nunca debe faltar en tus camerinos?
Un baño, que a veces falta en algunos lugares, aunque parezca mentira. En realidad nos ha faltado de todo y en todas las situaciones, pero lo que más consumimos en los camerinos es cerveza.

¿Tienes alguna superstición relacionada con el directo y lo que lo rodea?
Más allá de la siesta, no.

¿Cómo son tus pruebas de sonido? ¿Siempre participas o dejas que algún músico pruebe sonido por ti?
Me gustan las pruebas de sonido, para horror de mis músicos. Soy un poco temido por los equipos de trabajo porque suelo hacer pruebas de sonido largas. Pero es que las uso para ensayar, soy muy malo para ensayar, no ensayo mucho las giras y termino fijando las cosas en las pruebas de sonido, la gente que trabaja conmigo lo sabe. Me gusta ensayar en las pruebas porque la situación sonora es real, no es como una sala de ensayo, que no tiene nada que ver. Me parece mucho más útil terminar de ensayar en las pruebas de sonido, aparte de que así ya vamos en caliente al concierto, porque ya llevamos un par de horas tocando.

¿Los conciertos con el repertorio cerrado, dejan lugar a la improvisación durante las canciones?
Siempre hay lugar para la improvisación, en todos los conciertos, siempre hay una parte en que el repertorio se abre, de hecho en el orden mismo de nuestros temas pone «abrir repertorio». Es bastante abierto, la verdad, tocamos con mucha libertad. Y cuando voy solo con la guitarra hay conciertos que son enteramente abiertos, a demanda del público, una gira que hice que se llamaba «Cara B», que se grabó, era sin repertorio fijo.

¿Cómo preparas los repertorios de cada concierto y en qué momento decides qué vais a tocar?
Terminamos de armarlos en el momento antes de salir, lo que pasa es que suele haber una matriz fija que se va adecuando a cada ciudad. Me gusta que haya una diferencia en cada concierto, que haya algo que pasa ahí y que no pasa en ningún otro lugar. Así que lo terminamos de armar con el tour manager, que lleva una impresora, en el camerino antes de salir.

¿Cómo reaccionas en escena ante un fallo de alguno de los músicos, ante una entrada a destiempo, por ejemplo?
Depende de la magnitud. Mi amigo el jazzero Ben Sidran me dijo una frase genial: «Lo importante en jazz no es equivocarte, porque te vas a equivocar siempre, sino cómo sales parado del error, cómo utilizas un error a tu favor». Si un músico se equivoca y sale bien parado, a mí no me importa, lo que no me gusta es cuando el fallo genera desconcierto en sí mismo y es irreparable. Pero el nivel de músicos con los que trabajo, no tienen fallos irreparables, por lo general.

Si algo ha salido mal en un concierto, ¿te reúnes luego con la banda para hablarlo? ¿Eres de echar broncas a los músicos?
Sí, soy de reunirme, pero no utilizo la bronca salvo que lo sucedido sea realmente grave. Pero habitualmente, ya te digo, mi situación escénica incluye un porcentaje de errores y un porcentaje de imprevistos. Mira, cuando toco solo con la guitarra, un imprevisto, un teléfono que suena, la sirena de una ambulancia, unas campanas de una iglesia contigua o un niño que llora es lo mejor que te puede pasar en determinado momento, siempre y cuando no esté sonando todo el tiempo. Pero un accidente puntual de ese tipo, algo que se cae, una puerta que se golpea, casi siempre son incorporados en el concierto y casi siempre aportan al concierto. Aportan diferencia, pasa algo, lo incorporas y, primero, la gente ya tiene la sensación de que estás luchando contra las inclemencias de la circunstancia; y segundo, que eso es único, que eso que pasó ahí es circunstancial y no pasó otras veces, con lo cual le da mucha originalidad al concierto desde el punto de vista del público. Lo mismo puede pasar con los errores, si alguien se incorpora y sale bien parado, es mejor que si no comete un error.

Si una noche notas que el público no entra en el concierto, está algo frío, ¿qué haces para motivarlo?
Hablar, sé que es un error, pero soy muy vulnerable a lo que percibo de la sala, con lo que eso tiene de bueno, que cuando el público encaja y entras en un diálogo es una espiral muy poderosa que no sabes dónde puede terminar. Y con lo que tiene de malo que a veces una mala interpretación tuya de lo que pasa en la sala termina bloqueándote. Lo que hago cuando pasa eso es bajar la pelota al piso, tomarme un tiempo y hablar, no hablar de eso específico, pero sí ponerme en fase con el público, y eso muchas veces con las canciones es más difícil que hablando y haciendo al público responder alguna cosa, que se rían, que hagan algo que les pides, entablando un ritmo con ellos.

¿Qué tiene que haber pasado para quedarte con la sensación de haber ofrecido un buen concierto?
En sí la sensación de haber ofrecido un buen concierto es una entidad… Es difícil de responder. Lo que tiene que haber pasado para ofrecer un buen concierto es que no me haya salido del riel de la concentración, no del riel del repertorio, sino del de la concentración, no haber estado pensando ni por un minuto que tengo ganas de salir de ahí. Cuando un concierto va mal tienes ganas de irte. Una cosa del sistema parasimpático: si sudo mucho no anda bien el concierto, y si el concierto va bien, por más que me mueva, que baile, que corra de un lado a otro, salgo seco. Es algo de control del sistema autónomo. Es curioso, y los músicos lo saben, si me ven sudando, empiezan a preguntar: «¿qué pasa, qué pasa?»

Qué sensaciones tienes cuando el concierto acaba, en qué piensas, ¿te recluyes solo durante un rato?
Si el concierto ha salido mal, sí, me encierro un rato, solo, para quitarme eso de encima. Si el concierto ha salido bien, soy la persona más amistosa del mundo [risas], soy sociable y simpático.

¿Se hace muy cuesta arriba, tras vaciarse en escena, quedarse a esperar el «besamanos» del público?
Primero, nunca entendí lo de vaciarse en escena, yo me lleno, si ha salido todo bien salgo del escenario lleno. La mejor manera de darlo todo, es salir lleno del escenario, no sé cómo explicarlo, pero es así. Es como que salgo curado del escenario, sin contracturas, sin dolor de cabeza, es una experiencia realmente muy poderosa para mí. Todo esto sucede, por supuesto, si el concierto ha ido bien. Si ha ido relativamente bien, me gusta saludar a la gente después de los conciertos, no concibo escaparme del teatro mientras el público está dentro, como hacen algunos amigos. No concibo aislarme después de un concierto, soy una persona con una compulsión social después de un concierto.

¿Es fácil dormir después de un concierto o la adrenalina dura durante horas?
La adrenalina dura durante horas, no hay peor castigo para mí que irme a un hotel después de un concierto, me quedo como un perro dando vueltas por la habitación.

¿Sueles salir de fiesta, a desparramar un poco por la ciudad tras un concierto?
Sí, sistemáticamente. Ahí es donde armamos el disco «Bailar en la cueva», viendo lo que nos pedía el cuerpo después de un concierto, y nos pide movimiento. Es la única oportunidad que tenemos de hacer ejercicio: bailar, nos gusta mucho bailar con la banda.

¿Cómo vives los constantes desplazamientos, se hacen duros, da pereza ponerse en funcionamiento y hacer carretera, aeropuertos, vuelos…?
Al principio es maravilloso: el primer vuelo de una gira, los primeros días. Me gusta mucho viajar. Tienes que pensar que soy padre de familia con tres hijos, en edades diversas, entonces el único momento de silencio y tranquilidad que tengo para mí mismo es adentro de un avión, y lo disfruto. He escrito discos enteros, como «12 segundos de oscuridad», en una avión. Disfruto mucho de viajar, no me puedo quejar, pero después de un tiempo se vuelve agotador, pero no es el desplazamiento en sí, el desplazamiento siempre produce un vacío, y puedes leer, escuchar música, ver una película, lo que te agota más es hacer y deshacer maletas.

 

«Con el paso de los años me he dado cuenta que es más fácil y más rápido hacer una maleta que ha sido desarmada previamente que ir sacando una prenda y dejarlo todo adentro hecho un despelote»

 

Si un día, por la razón anímica que sea, te da mucha pereza enfrentarte a un show, ¿qué haces para darte ánimos y tirar adelante?
En realidad no hago nada, tengo una confianza enorme en la adrenalina, la adrenalina y los opiáceos endógenos hacen el trabajo solito: sales al escenario, y solo del susto, se te van todas las tonterías.

¿Hay noches en las que acabas muy descontento de algún concierto? ¿Qué se siente en esos casos?
Siempre hay, cada cuatro o cinco conciertos, uno que lo pasas mal, pero eso no quiere decir que el concierto vaya mal, es una sensación propia.

¿Prefieres hoteles modernos y funcionales o de aire clásico? ¿La banda y tú os alojáis en el mismo hotel o tú buscas uno de más nivel?
La banda y yo siempre nos alojamos en el mismo hotel. Una gira para mí tiene mucho de viaje de fin de curso, soy un solista, aparece mi nombre en el cartel, pero realmente funcionamos como una banda, tengo una relación musical y personal con los músicos con los que trabajo. Para que te hagas una idea: con la mitad de los que subo al escenario he compartido piso, y es muy importante para mí la convivencia en gira. Me gustan los hoteles peculiares, las cadenas estándar son un mal necesario cuando quieres ir sobre seguro y las horas que pasas ahí dormir bien, tener una garantía de determinado nivel. Pero siempre son más lindos los hoteles peculiares, cuando te encuentras con un promotor que te dice, «mira, este hotel igual no tiene todas las estrellas que se pedían en la gira pero tiene tal característica, está en tal barrio o tiene tal jardín».

¿Intentas acondicionar la habitación en cuanto llegas, desparramar tus cosas como si estuvieras en casa?
No, no confundo mi casa con un hotel, no intento generar un espacio doméstico en un hotel. Habitualmente lo que sí hago es sacar la ropa de las maletas, porque, con el paso de los años, me he dado cuenta que es más fácil y más rápido hacer una maleta que ha sido desarmada previamente que ir sacando una prenda y dejarlo todo adentro hecho un despelote.

¿Cómo escuchas música durante las giras… cds, mp3, Spotify o Deezer?
Tengo un pequeño altavoz por bluetooth, que lo pongo apenas llego al hotel, eso sí lo hago. Me pasa algo en los conciertos: dejo descansar los oídos un par de días después de los conciertos, los conciertos son muy exigentes con los oídos, a veces tienes mucha información y cuesta escuchar música con auriculares, así que escucho música en la habitación con estos altavoces. Cuando voy de viaje, prefiero leer, y si escucho música la escucho en Spotify o en mp3.

¿Grabas todos los conciertos? ¿Sueles escucharlos?
No, ni los grabo ni me gusta escucharlos. Ahora, de vez en cuando lo hago con una finalidad profesional, para ver cómo suena, a ver qué está pasando. Entiendo que los conciertos pertenecen a una situación y no es la situación de escucha reflexiva posterior.

¿Prefieres interpretar los temas cada noche en vivo o pensar cómo plasmarlos en un disco, que es lo que permanecerá?
Son dos instancias diferentes. Sí te puedo decir una cosa: componer no me aporta felicidad espontánea, tocar en vivo sí. Es una actividad mucho más feliz tocar en vivo, mucho más que escribir. Escribir es como ir al psicólogo, es una actividad en la que escarbo dentro de mí y me vuelvo muy mala compañía durante un tiempo. En cambio, cuando estoy en vivo, si las cosas van saliendo bien, como te digo, soy la persona más sociable del mundo, y cuando estoy escribiendo trato de aislarme porque me vuelvo muy mala compañía, nadie te diría que ir al psicólogo es una experiencia linda, quizá escribir es más importante que tocar en vivo, pero disfrutable es tocar en vivo, me encanta.

Hay músicos que hacen de las giras casi una ruta gastronómica, con los restaurantes que quieren visitar en cada ciudad, ¿eres de esos?
Los españoles, sobre todo. Y sí, se me pegó, es de las cosas buenas que se me pegaron en España. Mira, en cada ciudad que llegamos, llamamos al «dealer» correspondiente de aceite de oliva, o de naranjas o de tomates, muchas veces vienen al hotel, abren un coche y nos sacan las botellas de aceite de Jaén; en Murcia la última vez compramos tomates, y siempre que vamos a las regiones vitivinícolas compramos vino. Además, siempre tratamos de compaginar la llegada a la ciudad con una comida. Pero, ¡es que es un privilegio tan grande salir de gira y poder tomártelo así! Muchas veces invito yo, porque cuando vamos de gira es una celebración, entonces, ¡me vengo arriba, y termino invitando a toda la banda a comer! [risas.]

¿Qué te pasa por la cabeza cuando suspendes por fuerza mayor, por enfermedad?
No he suspendido nunca por enfermedad. Bueno, una vez me quebré una pierna y hubo un par de conciertos que aplazamos. He tenido que inyectarme corticoides decenas de veces antes de cantar y he cantado con la voz muy destruida, pero realmente es un recurso final. Siempre me he opuesto a suspender conciertos cuando, por ejemplo, no iba bien la venta de entradas, siempre he querido hacerlos de cualquier manera. No tiene que haber cosa más triste que suspender un concierto, es una experiencia horrible, frustrante. Siempre prefiero hacerlos, incluso prefiero hacerlos mal que no hacerlos.

¿Qué te parecería encontrarte en la situación de algunos artistas anglosajones, que pueden ser equis tiempo artistas residentes en una ciudad, tipo lo que sucede en Las Vegas?
Es maravilloso ser músico residente en una ciudad, y tiene que ser espantoso ser músico residente en Las Vegas. Bueno, no lo sé, Las Vegas me produce una mezcla de fascinación y horror, pero imagínate que, por ejemplo, te dijeran «vas a ser músico residente en Río de Janeiro», ¡ehhh, ehhh, ehhh, eso es otra cosa! De hecho he sido músico residente en Río de Janeiro, he tocado una semana entera y es una experiencia increíble. O te dicen que eres músico residente en San Sebastián, claro, sí, allí voy encantado. Depende de la ciudad. La experiencia de ser músico residente es maravillosa, desarrollas una relación con el teatro, al segundo día ya no pruebas sonido, es todo mucho más fácil, vas directamente a tocar. En Buenos Aires he sido músico residente de tocar cuatro o cinco días seguidos en un sitio, y es realmente increíble.

Cuando una gira ha terminado, ¿cuesta afrontar los días inmediatos, romper con la dinámica de la gira y ponerse a otras cosas?
Sí, mucho, cuando una gira es larga, en mi casa saben que al acabar soy un inadaptado social y hormonal, tengo todavía la melatonina dando vueltas. Tardo muchos días en volver, todo el mundo lo entiende en mi casa, son pacientes conmigo, tengo la suerte de compartir profesión con mi mujer, que es una gran ventaja al reinsertarte tras una gira. Sí, es horrible, y el jet lag es terrible, sobre todo porque trabajo mucho en América Latina, que son muchas horas de vuelo y de diferencia horaria, y demoro una semana en reinsertarme.

¿Quién te diseña la ropa de escenario?
Debo confesar que no tengo un diseño pensado ni dirigido por un profesional, uso ropa que me compro yo. Para contarte una anécdota de esto: el traje que llevé a los Oscar, me lo pagué, y en la alfombra roja me preguntaban «¿quién te viste?»; y decía, «bueno, desde que tengo cinco años, me visto solo». Y esa es mi política en general, recuerdo que en alguna gira me han dado ropa para los músicos, pero no diseñarla, han sido empresas que nos han dado ropa y que les hemos agradecido mucho. Pero yo me compro mi propia ropa.

¿Exiges que los miembros de tu banda vistan de determinada manera?
En las giras de algunos discos, sí. En otras hay sugerencias, sobre todo tratamos de evitar alguna camisa en particular que se pone algún músico [risas], se habla de eso, pero son sugerencias más que exigencias.

¿Escribes canciones durante las giras, cómo es el proceso en esas circunstancias? ¿Dónde sueles escribir o pensar en una canción: en los hoteles, en ruta?
Es muy raro que escriba en una gira. Una gira es muy absorbente y es otro tipo de vida, es una vida expansiva, social, a veces de tedio de las carreteras, pero sobre todo es de compartir, llegamos a una ciudad y si tengo la alternativa de ir a tomar algo con los músicos en Santiago de Chile o quedarme escribiendo en el hotel, salgo a tomar algo.

Tienes que elegir: ¿seguir girando el resto de tu vida o escribir una única canción perfecta que te satisfaga al cien por cien y que se instale en la memoria colectiva?
Puestos a elegir, uno siempre aspira a escribir una canción que sea la más bonita que has escrito en tu vida, es una aspiración. Te mentiría si dijera que no me interesa escribir una canción que me marcara y que marcara a la gente que la escucha, eso es lo que uno está buscando siempre, pero también te mentiría si digo que tengo pensado algún tipo de jubilación, no la tengo, voy a tocar mientras pueda. Tocar para mí no es un desgaste: no hago yoga, toco. Tocar me hace mucho bien, físicamente, de manera concreta y directa.

 

Estas son las fechas de los próximos conciertos de Jorge Drexler:

24/06/2014. Banyoles – Festival Aphonica
03/07/2014. Madrid (Teatro Circo Price) – Veranos de la Villa
04/07/2014. Torreperogil, Jaén -Festival Un mar de canciones
11/07/2014. Valencia (Jardines de Viveros)
19/07/2014. Barcelona -Festival Bona Nit
29/07/2014. Salamanca (Patio del Colegio Fonseca)
30/08/2014. Barañain, Navarra (Auditorio)
09/09/2014. Bogotá (Colombia) – Teatro Julio Mario Santo Domingo
10/09/2014. Bogotá (Colombia) – Teatro Julio Mario Santo Domingo
11/09/2014. Medellín (Colombia)
18/09/2014. México D.F. (México) – Teatro Metropolitan
17/10/2014. Castelldefells (Teatro Plaza)
25/10/2014. Sevilla (Teatro de la Maestranza)

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