Israel Fernández: «El flamenco es la música que vamos a transmitir»

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«El flamenco para mí es una forma de vivir y también una forma de fe»

 

La pasada semana el cantaor cerró la primera edición de la Bienal Flamenco de Madrid con las canciones de su disco más reciente, Por amor al cante (2024), y un repaso a su obra. Hoy charla con Carlos H. Vázquez sobre su forma de sentir el arte, la vida y este género del que ya es embajador.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: CARLOS REVERTE “RUFO”.

 

Se presenta Israel Fernández antes de cantar por tarantos (“La señorita”), al calor del reducido público de una peña flamenca: «Yo, dentro de la afición, del amor y la devoción que le tengo al flamenco desde que nací, de chiquitito… Son cosas que se nacen con ellas y después se mejoran». Se hace el silencio. El artista, sentado junto al guitarrista Antonio el Relojero, continúa: «Voy a cantar con toda mi nobleza, admiración y cariño a ustedes, con toda la humildad y el respeto que tengo por ustedes». Olés. Aplausos después. Pero son contenidos. Le toca ahora al maestro hacer sonar su guitarra, y entonces calla hasta la madrugada. Solo al cantaor se le escapa un olé.

Israel Fernández clausuró la primera edición de la Bienal Flamenco de Madrid el pasado 6 de junio (en el auditorio del Parque Enrique Tierno Galván), con la misma entrega con la que asume cada recital. «Es un regalo, una bendición», cuenta, agradecido a la afición, a la música y a la organización. En su voz se intuye algo más que gratitud: la responsabilidad del que sabe que canta por todos: «Uno siempre tiene esa responsabilidad por el flamenco y el público», responde el entrevistado por vía telefónica. A pie de escenario, el simbolismo de una noche así pesa, pero no abruma. Israel lo convierte en esperanza: «Esperemos que tengamos un día bonito y disfrutemos». Porque él canta creyendo. Y cree cantando.

¿Qué relación tienes tú con el escenario?
Para mí el escenario es un refugio donde yo me libero y me siento libre, y donde realmente siento mi corazón. El escenario es una parte de mi vida, desde pequeño, desde siempre.

¿Quién te enseñó a escuchar antes que a cantar?
Mi familia, mis abuelos, mi madre… Siempre he escuchado mucho flamenco, desde chiquitito; me he criado en ese ambiente. Mi madre cantaba con la guitarra en la casa y yo siempre estaba escuchado. En realidad, he escuchado más que cantado.

¿Qué es lo primero que recuerdas haber cantado?
Recuerdo que escuchábamos, por ejemplo, a Rafael Farina, Porrina de Badajoz (José Salazar Molina), Camarón… Eso era por parte de mi padre. Yo he escuchado más Camarón, Parrita (Vicente de Castro) o Los Chichos, los más modernos. También he escuchado más cantes de la Niña de los Peines (Pastora Pavón), Antonio Mairena (Antonio Cruz García), Manolo Caracol… Eran los primeros cantes que hacía por ahí.

 

«Para mí el escenario es un refugio donde yo me libero y me siento libre»

 

¿En qué momento te diste cuenta de que lo tuyo iba más allá de cantar?
Es una cosa que he hablado conmigo mismo desde chiquitito también. Creo que uno no es muy consciente de esto hasta que ya se hace más mayor, que es cuando se da cuenta; para mí cantar era como un juego y yo jugaba cantando, hasta que la cosa ya no era tanto un juego sino mi vida.

¿Fue a tu tío al que le grabaste una primera cinta?
Era un tío, sí. Esa cinta que le grabé cantando, ¡dónde estará! Ojalá la encuentre, porque me encantaría escucharla ahora. Yo se la grabé a él para que la tuviera en la prisión. Se la grabé en un casete antiguo de estos que grababan, de doble pletina.

¿Qué te mantiene unido al flamenco?
Todo. Escucho música todos los días, estoy conectado con el flamenco a través de ella.

¿Y cuando hay silencio?
El silencio del flamenco no es solamente escuchar música; es una forma de vida, en todo: en el andar, en el hablar…

¿Cómo lo trabajas?
Como algo que es muy importante, igual que los espacios, porque todo tiene ritmo. Hasta los cantes libres que son sin ritmo tienen ritmo por el silencio. Los espacios de silencio, que son segundos, hacen mucho por el cante.

Pienso en el disco Por amor al cante, grabado en directo con Antonio el Relojero. Hay un momento, concretamente en la granaína “De cuestiones del querer”, en la que Antonio toca la guitarra y todo el público calla…
Sí. Que hace un trémolo ahí, ¿no?

Correcto. Parece que toca “La tarara” y luego tú continúas.
Sí. Antonio es una persona increíble porque tiene ese sonido de los años veinte. Ese tipo de sonido, esa guitarra… creo que hay muy pocas, están en plena extinción. Y esa naturalidad que tiene, porque siempre toca ahí lo que le sale, es innato. En realidad, él no se ha dedicado nunca a la guitarra, pero es una cosa como de afición, como yo, que lo tenemos ahí y sale.

Has trabajado con más guitarristas, con Diego del Morao, El Perla, Tomatito… ¿Cómo ha de conocer uno a su guitarrista para que entienda el flamenco de la misma manera?
Porque «hablan» el mismo lenguaje. Por la afición que tenemos, escuchamos más o menos los mismos cantes y nos gusta lo mismo, y eso ahí se refleja, y cada guitarrista te inspira algo, ¿me entiendes? Cuando canto con Morao o con Antonio me inspiran porque me llevan a otro sitio.

 

«Los espacios de silencio, que son segundos, hacen mucho por el cante»

 

Decía Paco de Lucía que era más fácil tocar flamenco en Moscú que en Sevilla…
Claro, hombre. Por ejemplo, este disco que he grabado con Antonio, Por amor al cante, lo he hecho en las peñas, y en las peñas, quieras o no, hay mucha afición, saben lo que estás cantando, y entonces no es igual… Hombre, yo siempre me dejo todo en el escenario, la responsabilidad es la misma al cantar en Madrid o en las peñas, donde hay gente que entiende más que en Moscú.

¿El flamenco se aprende o se aprende del flamenco?
Uno aprende del flamenco. El flamenco puedes mejorarlo escuchando con la afición, pero primero tienes que tenerlo, si no, no lo vas a entender nunca, porque el flamenco es la música que vamos a transmitir.

Hay vídeos tuyos de hace diez u ocho años en los que rompes a cantar en un restaurante o en la calle, rodeado de gente. ¿Cómo se aprende ahí del flamenco? ¿Es primordial esta improvisación?
Es primordial, sí, es primordial para el artista y muy importante. Esas noches de las fiestas flamencas en las que te juntas con uno, con otro, escuchas a uno cantar, escuchas al otro tocar… Son muy importantes y en ellas, en esas fiestas, en aquellos tiempos, he aprendido muchísimo.

Sigo con otro vídeo de esos años, uno en el que cantas delante de Parrita y él se emociona.
¡Uf! Para mí, conocer al maestro Parrita fue increíble, porque yo lo miro desde que era chiquitito y eso fue como un regalo, haberlo conocido y ser su amigo.

¿El flamenco es una forma de fe?
El flamenco para mí, como ya te he dicho, es una forma de vivir y, claro, también una forma de fe.

Entonces, ¿cantas porque crees o porque necesitas creer?
Creo directamente, no necesito creer.

¿Qué te emociona a ti?
Un momento concreto, como en el toreo o en el fútbol o en cualquier sitio. Es un cambio en la inspiración y a lo mejor te viene ahí una emoción. Estás cantando y te sale algo bonito que a ti mismo te transmite, que es al final el premio del artista. Con tener un minuto bueno, ya es nuestro premio, porque es muy difícil estar una hora y media, o lo que sea, en el escenario transmitiendo. Para el público sí lo es, pero para uno mismo es más difícil.

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