«I against I» (1986), de Bad Brains

Autor:

OPERACIÓN RESCATE

 

“Además de capitanear el hardcore punk norteamericano desde su nacimiento, acertaron en fundir estilos opuestos en un solo ladrido”


Catalogados como una de las primeras bandas de hardcore punk, definición con la que no comulgaban del todo, Bad Brains se formó en 1977 en Washington. Sara Morales rescata ahora su tercer elepé, “I against I”, un paso decisivo.

 

bad-brains-i-agains-i-01-10-16

 

Bad Brains
“I against I”
SST RECORDS,
1986

 

Texto: SARA MORALES.

 

Nunca estuvieron del todo de acuerdo con la acepción de «hardcore» para definir su música, pero lo practicaron. Surgieron en plena efervescencia punk desde los suburbios del Washington de 1977, y de forma natural se adhirieron a ella por medio de la ebullición de acordes vertiginosos y canallas. Sus primeros conciertos tuvieron lugar en el sótano de sus casas y ellos mismos manufacturaron su maqueta debut distribuyéndola en mano por la ciudad. Profesaron la religión Rastafari y de ella tomaron conceptos y estéticas que contribuyeron a moldear su identidad; por eso, en mitad de su debacle sonora, es fácil toparse con ritmos reggae y dub.

De esta olla hirviente de thrash punk e influencias jamaicanas salieron sus dos primeros trabajos a principios de los ochenta: el homónimo «Bad Brains» (1982) y «Rock for light» (1983). Pero tuvieron que pasar tres años más para concebir el que sería “el disco” de su carrera, este «I against I». Un asalto de poco más de treinta minutos en el que a su mezcolanza innata se le unieron unos cuantos aderezos más. Por un lado, el acercamiento descarado al metal como denota la ‘Intro’ y el inolvidable tercer corte del álbum, ‘Re–Ignition’, cuyos riffs serían utilizados para el sampleo de uno de los fragmentos de la banda sonora de Matrix. Por otro, el gusto anestésico por el funk más bailable y discotequero recogido en ‘She’s calling you’, donde destaca el tono cristalino en la voz de H.R. y la fastuosa guitarra de Dr. Know. Y por último, una apuesta rotunda por la melodía en detrimento del ruido, apreciada en todo el álbum pero con incisiva alevosía en ‘Secret 77’ y la vertiginosa ‘Let me help’.

Los adeptos a la faceta más punk de Bad Brains también encontraron consuelo en este disco y, a pesar de su coqueteo por otros subgéneros con una más que aceptada recepción pública, ellos venían de donde venían y nunca obviaron sus credos básicos. La propia ‘I against I’, estimulante y con un alto contenido político que escoció en la época como también lo hiciera el tema que cierra el disco –’Return to heaven’–, incide en los principios que la banda rasta había venido a desarrollar con el desafío de su propuesta. Un golpe de cuerdas y una lírica que buscan retar en unos pocos segundos a los gobiernos, a las políticas del engaño y a sus ciudadanos, desmontando la realidad para cuestionarla, haciendo pensar y convulsionando lo que se da por sentado con el fin de revolverlo.

Y así, a la vez que H.R. debió poner voz al tema ‘Sacred love’ desde el teléfono de la cárcel –encerrado por distribución de marihuana–, y habló de asesinos en ‘Hired gun’, el cuarteto dio con el cénit de la verborrea vagabunda y uno de sus tótems para el resto de su carrera: ‘House of suffering’. Esa canción furiosa que comienza nítida pero que va cayendo en el desgarro y la rabia, que se envalentona por compleja y ha pasado los años como una de esas piezas digna de análisis a la que volver una y otra vez. Como todos y cada uno de los cortes que conforman el álbum, el más vendido del grupo hasta la fecha por cierto, grato sucesor del frat rock y cúspide de la escena underground de los ochenta en Estados Unidos.

Y es que Bad Brains, además de capitanear el hardcore punk norteamericano desde su nacimiento, acertaron en fundir estilos opuestos en un solo ladrido. Sin prejuicios, sin límites. Por eso este disco, que cumple fiel los deseos de la fusión, la experimentación y la unión no pudo ser bautizado con un nombre mejor, «I against I»: frase hecha con referencias al conocido «I e I», la proclama rastafari más popular, mentada para representar el vínculo y la unidad esencial entre los seres humanos y, en ocasiones, la de estos con Jah (Dios).

Anterior Operación rescate: “Evol” (1986), de Sonic Youth.

Artículos relacionados