Humanworld, de Peter Perrett

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DISCOS

«Un cancionero ejemplar de alguien que, convertido casi en despojo humano, flirteó con la muerte durante años»

  

Peter Perrett
Humanworld
DOMINO/MUSIC AS USUAL, 2019

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

El ilustre viejo calavera nos tiene con la boca abierta: llevaba más de tres décadas en las que apenas había completado un álbum (el notable Woke up sticky, de 1996), y en cuestión de dos años ya nos ha regalado un par. Y qué par. Vaya dos. Porque si How the west was won (2017) ya fue una de las grandes resurrecciones creativas de los últimos tiempos, este Humanworld (2019) ajusta el foco y afina todavía más en la formulación de un cancionero ejemplar, que nunca hubiéramos esperado de parte de alguien que, convertido casi en despojo humano, flirteó con la muerte durante años en los que vivió por y para las drogas hasta hacer languidecer su carrera.

Él mismo dice que este trabajo es más urgente y conciso. Tiene toda la razón: ninguna canción araña siquiera los cuatro minutos. Hay en ellas un plus de energía cruda, como si en la propia reafirmación de la condición humana que esboza el título residiera su razón de ser. Por algo la humanidad de su propia familia es la que le sigue sosteniendo: sus dos hijos (Jamie y Peter Jr., a la guitarra y al bajo, respectivamente) y las novias de ambos (Jenny Maxwell al sintetizador y la viola, y Lauren Moon a los teclados) son quienes, junto al batería Jake Woodward, le siguen acompañando en los créditos y en las giras. Los coros femeninos cobran presencia y le sientan estupendamente a la soberbia “I want your dreams”. La caricia velvetiana sigue compareciendo en la tierna “The power is in you” o en la hosca “Walking in Berlin”. Y el saldo de canciones imponentes, en resumen, es concluyente. No deja ni un resquicio a la duda. “Heavenly day”, “Love comes on silent feet”, “War plan red” o “Master of destruction” apabullan desde que empiezan a atronar. Incluso sin necesidad de atender al currículo del atribulado ex Only Ones, es este ya de por sí un extraordinario disco de rock and roll. Lo sería hace treinta años y lo es ahora.

 

 

Anterior crítica de discos: American love call, de Durand Jones.

 

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